Philipsen le birla el triunfo a Pogacar en la Milán-San Remo más rápida de la historia

“¿Dónde vas a atacar?”, preguntaba Philippe Gilbert en su actual labor de reportero de Eurosport. La cuestión iba dirigida a Tadej Pogacar, de leyenda a leyenda. “En el Poggio”, afirmó el esloveno. Y al igual que en la pasada Strade Bianche, cuando ganó tras adelantar su ofensiva a 80 km de meta, no mentía. No obstante, el resultado no fue el mismo, y por tercer año consecutivo se repitió la historia: Pogacar se quedó cerca del triunfo en la Milán-San Remo. De hecho, tan cerca que lo vio pasar ante sus ojos. El esloveno, que subió por primera vez al podio en la Classicissima, fue testigo directo del intenso duelo al esprint que libraron Jasper Philipsen y Michael Matthews (2º), que se decidió en favor del belga por apenas un tubular. El del Alpecin-Deceuninck (26 años), ganador de seis etapas en el Tour de Francia, se hizo con el primer Monumento de su palmarés, además del honorífico premio añadido que supone conquistar la San Remo más rápida de la historia: 46 km/h de promedio.

Las hostilidades comenzaron desde el banderazo de salida. Velocidades de hasta 70 km/h en tramo llano durante los primeros minutos por formar la fuga, una lucha sin cuartel. Ajeno a todo ello estuvo Pogacar, que literalmente llegó a rodar último del pelotón durante algunos kilómetros. De risas con Philipsen, bromas con Alaphilippe… Relajación máxima. Confianza plena. En el kilómetro 17, después de multitud de intentos, el gran grupo levantó el pie del acelerador y consintió la escapada de once ciclistas, que contó con la representación española de Sergio Samitier.

Las horas transcurrieron y, como es costumbre en la Classicissima, hubo poco que contar más allá de un cambio de bici por avería de Van der Poel y una caída en el pelotón en la que se vio involucrado Carlos Canal, por suerte, sin consecuencias. Y así, como un asado navideño, la carrera se fue cocinando con mimo, a fuego lento, con el Turchino y los ‘capi’ como dificultades meramente testimoniales. Eso sí, Laporte, uno de los aspirantes, quedaba descolgado en la subida a Berta. El UAE era el culpable…

Un invitado sorpresa

A falta de unos 50 km, Pogacar puso la maquinaria a funcionar. Se acercaba la Cipressa y la tensión aumentaba a cada segundo. Fruto de ello hubo algunas caídas múltiples, aunque sin consecuencias que lamentar. Un año más, surgía el interrogante: ¿el prodigio esloveno reservaría la pólvora hasta el Poggio o lo probaría antes? La táctica volvería a repetirse, aunque el ritmo que marcó Del Toro durante la Cipressa destrozó la carrera. El grupo de elegidos quedó en unas 30 unidades. Sorprendentemente, hubo parón, puesto que Pogacar se había quedado con Wellens como único peón. El plan no terminó de salir…

Y con Davide Bais neutralizado, último superviviente de la fuga, se alzó el Poggio. Como era de esperar, Wellens aceleró y a 1,5 km de la cima, Pogi arrancó con violencia. No consiguió abrir hueco, pero cogió aire y cuando quedaban unos metros para coronar volvió a probarlo, un movimiento idéntico al que le dio el triunfo a Van der Poel en 2023. El esloveno consiguió un pequeño hueco de cara al descenso, pero ahí consiguieron echarle el guante tanto Van der Poel como el resto de principales favoritos. Todo se resolvería en el esprint, después de que Van der Poel se sacrificase por Philipsen para cerrar un peligroso corte que abrió Mohoric. Pogacar arrancó demasiado atrás en la volata, y aun así le dio para ser tercero. Matthews tomó la delantera y se fue escorando hacia las vallas cuando vio por el retrovisor a Philipsen, pero aun así no logró detener la furia del belga. La Milán-San Remo más rápida de siempre ya es historia.

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