“Ir en bicicleta era lo que más les gustaba en la vida”
El ciclismo y la ciudad de Rubí despiden a José María de la Torre y Miguel Moya, las dos víctimas del atropello del pasado domingo. “Fue un asesinato de un descerebrado”, dice un familiar.
Son las 10:30, la hora maldita. Decenas de personas esperan en el exterior de un Tanatorio de Rubí que se ha llenado para dar el último adiós a José María de la Torre y Miguel Moya, los dos ciclistas que fallecieron el pasado domingo en Castellbisbal arrollados por un conductor sin carnet, que iba drogado y que conducía a más velocidad de la permitida, según la investigación policial. “Un descerebrado”, define el sobrino de una de las víctimas, afectado por la pérdida. “Los asesinaron”, sentencia.
De la Torre y Moya, de 72 y 67 años respectivamente, eran unos fanáticos de la bicicleta desde siempre. El primero nació en Jaén, en la pequeña localidad de Bedmar y Garcíez, pero se trasladó de niño a Rubí con sus padres y el resto de la familia. “La típica historia de inmigración”, dice su sobrino. Desde entonces, formó una familia y encontró en el ciclismo su mejor afición. “Era la imagen de la felicidad. Siempre estaba con su bicicleta, era lo que más le gustaba en la vida”, recuerda. “Hizo viajes por toda España con los amigos, salía cada día”.
Moya se subió a la bici por primera vez cuando era un adolescente y ya no se bajó hasta que le obligaron a hacerlo. Compaginaba su afición con su trabajo en una empresa de la comarca. Fue entrenador de categorías inferiores y el día de la desgracia tardó más de la cuenta en unirse al grupo. Se había dormido, pero llegó a tiempo para poder almorzar con sus compañeros antes de coger esa C-243c mortal. “He venido para mostrar mi solidaridad, aunque sea de otro club ciclista”, explica uno de los presentes, con el maillot puesto. El pésame ha llegado de toda la comunidad ciclista.
El silencio del luto se mezcla con el ritmo de los coches, que van Arriba y abajo por el polígono, y que circulan con otros ciclistas que hacen ruta junta al tanatorio. La imagen se repite en el lugar del siniestro, a unos 15 kilómetros del tanatorio, donde un padre con su bicicleta se detiene a explicarle a su hijo lo que pasó apenas unos días atrás. Es la zona de Martorell, Gelida, Terrassa, Olesa… Carreteras comarcales a las puertas del Penedés y a los pies de Montserrat que se llenan los fines de semana de ciclistas. El caso provoca escalofríos en la comunidad: después de la pandemia, las muertes han aumentado un 28%. Incluso hasta profesionales como Alejandro Valverde sufrieron un accidente este mismo año.
Más reacciones: manifestación el día 3 y Rubí puede ser acusación
Uno de los testigos del accidente, que se libró al ir en la parte de detrás del pelotón, es Pedro Cancio, el presidente del club, quien comentó a Efe que “el que iba último en nuestro grupo y cayó al suelo vio al conductor acelerar al cambiar de carril y hacernos una peineta”. Todo eso ha provocado una cadena de indignación. La Federació Catalana de Ciclisme, en un comunicado, instó a las autoridades a tratar este tipo de conductas de la misma manera que un “asesinato”. El detenido está en presión y no ha salido en libertad como ocurre habitualmente en estos casos.
La propia federación convoca una manifestación en protesta por lo ocurrido y en memoria de los fallecidos el día 3 de septiembre, cuando muchos de sus afiliados ya han regresado de vacaciones. Estudian realizar una marcha ciclista por Barcelona. El Ayuntamiento de Rubí, que declaró tres días de luto, se piensa personarse como acusación particular en contra del vecino de Martorell, con antecedes previos, autor de un atropello que nunca se olvidará en Rubí.