Merlier se entromete en la locura de Pogacar

En días como este, en los que cualquiera se plantea si etapas llanas e intrascendentes no podían ser de 120 km en lugar de 166, hay un joven esloveno que justifica las horas muertas pegadas a la televisión. Mientras, los organizadores de las carreras se frotan las manos y asienten. “Cada euro invertido está amortizado con Tadej Pogacar”, deben pensar. Es una auténtica joya, una bendita locura. Contenta a todos. Después de casi 4 indigestas horas de carrera, Pogi se empeñó en dar espectáculo en un día reservado para los esprínters. No consiguió rematar en meta tras atacar en un repecho previo, en las cercanías de Fossano, pero desató la locura de todos los presentes y espectadores en sus casas. A unos 200 metros de la llegada, Pogacar y Geraint Thomas, que se había unido a su causa, fueron engullidos por el grupo de los velocistas, en el que se impuso Tim Merlier. El belga firmó su octavo triunfo en 2024, curiosamente, empatando de nuevo con Pogacar como los máximos artilleros de la temporada.

Una de las curiosidades más comentadas del día no tuvo absolutamente nada que ver con lo deportivo. Señal inequívoca del absoluto sopor que se vivió en la mayor parte de la jornada. La expectación era máxima por ver a Pogacar en su primer día de rosa y su aparición no dejó indiferente a nadie. Bajó del autobús del UAE casi teñido de rosa de arriba a abajo, a excepción de un culotte de color ciclamino. Una imagen que extrañó hasta el mismísimo Matxin, mánager del equipo emiratí, que desconocía que su pupilo tomaría la salida de esa guisa (decisión de la organización). La combinación cromática, cuanto menos curiosa.

Siguiendo su protocolaria agenda de rockstar, tras regalar gorras firmadas a los aficionados que se agolpaban en el autobús del UAE, Pogacar y el resto de corredores tomaban la salida en Novara. No en el caso de Eddie Dunbar, que tras una caída sufrida el pasado domingo hoy decidía abandonar la Corsa Rosa. Curiosamente, allí fue donde Eddy Merckx consiguió su primera maglia rosa en el Giro. El destino… Pasaron los primeros kilómetros y nadie se movía. Poca hambre de fuga. Conversaciones, risas y compadreo absoluto en un pelotón que se tomaría el día con absoluta relajación hasta los compases finales. Las primeras horas de competición, a un promedio en torno a los 35 km/h. Una marcha cicloturista encubierta…

La primera escapada fue para Lilian Calmejane (Intermarché-Wanty) y Davide Ballerini (Astana Qazaqstan), pero en cuanto disputaron los puntos de la montaña, el francés se dejó atrapar por el pelotón. Trabajo hecho. Poco después era atrapado el italiano, consciente de que solo no iba a ninguna parte. En la lucha por el segundo esprint intermedio se formó una segunda escapada en la que se filtraron algunos velocistas, pero tampoco llegó a buen puerto. Vuelta a empezar. De aquí, hasta el esprint final, lo único reseñable fue el arreón de Pogacar en el esprint intermedio de Cherasco, a 22 km de meta, lo que le valió sumar dos valiosos segundos de bonificación. Thomas, por detrás, sumó uno.

Gracias, Pogi

Lo mejor, por no decir lo único bueno, estaba por llegar. Pogacar no se podía aguantar las ganas de fiesta. No entiende de días de transición. Lo de pensar en economizar esfuerzos de cara al Tour, al menos a estas alturas de Giro, tampoco va con él. Así pues, aprovechando el ataque de Honoré, el esloveno se agarró a rueda del danés. Thomas, muy atento, no dudó en seguirles. Honoré claudicó ante el ritmo de Pogacar, que incluso llegó a abrir ligeramente a Thomas en el llano. Una locura. Con el galés desfondado, Pogi apuró sus opciones. Esprintó con todo en pro de la victoria, pero el ímpetu de los esprínters fue imparable. Faltó poco, pero el resultado era lo de menos. Una vez más, el show de Pogacar salvó el día.

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