Jonathan Milan repite triunfo en el Giro en un accidentado esprint

Engalanado de ciclamino, de arriba a abajo. Casco, gafas, guantes… Todos los detalles. Pero por si no quedaba lo suficientemente claro quién es el rey de la regularidad y del esprint en el Giro de Italia, Jonathan Milan se encargó de desmotrarlo un día más. En una jornada que cumplió rigurosamente con su etiqueta de ‘transición’, el italiano se impuso en la volata de Francavilla al Mare, con vistas al mar Adriático, en otro pulso igualadísimo con el belga Tim Merlier (luego fue relegado al último puesto del primer corte por maniobra irregular). Milan se convierte en el único esprínter de esta Corsa Rosa que repite victoria, y el Lidl-Trek, el segundo equipo tras el UAE. El jefe de filas de la escuadra emiratí, Tadej Pogacar, conservó la maglia rosa, evitando problemas en una caótica llegada que acabó con caída de varios corredores. Los números, galácticos: con 47,17 km/h de promedio, fue la etapa más rápida de siempre en el Giro con una distancia superior a los 200 km.

La noticia saltaba a primera hora de la mañana, cuando el Visma comunicaba el abandono de Cian Uijtdebroeks, que finalmente cayó enfermo tras “aumentar su malestar de los últimos días”, tal como explicó Marc Reef, director deportivo de la escuadra neerlandesa, ante AS y otros medios presentes en la zona de salida. Después, molinos de viento girando con brío sobre las verdes colinas de Foiano de Val Fortore. Una señal. Así las cosas, los primeros kilómetros se completaron a un ritmo altísimo, lo que era de esperar viendo la intensidad del viento. Los abanicos llegaban al Giro. La situación se estabilizó superados los primeros 30 km, momento en el que los corredores rezagados volvieron a contactar con el pelotón. Fue entonces cuando se formó la fuga de Thomas Champion (Cofidis) y el dúo del Visma, Tim van Dijke y Edoardo Affini.

Todo un ejercicio de coraje por parte del equipo neerlandés, en cuadro por la cantidad de abandonos que ha sufrido en esta ronda italiana desde su inicio. A estas alturas de carrera sólo cuentan con cuatro corredores: Jan Tratnik, Attila Valter y la mencionada dupla de escapados. Reflejo, al margen de un buen número de victorias (19), de cómo está siendo la temporada del Visma. Del revés. La neutralización de los fugados llegó a 35 km de meta y la tranquilidad se apoderó de la carrera hasta los compases finales. El tímido intento de Andrea Piccolo, uno de los ciclistas más combativos de este Giro, quedó en mera anéctoda.

Fue ahí, en territorio paralelo a la costa, donde los equipos de los velocistas empezaron a copar las posiciones delanteras del pelotón. La aproximación a la volata, sumamente peligrosa, con muchas rotondas, isletas y curvas cerradas que, sorprendentemente, los ciclistas sortearon sin caídas. Sin embargo, cuando lo más difícil parecía haber pasado, el percance llegó justo en recta de meta, donde un corredor del Intermarché perdió el equilibrio y chocó contra dos hombres del DSM, Jakobsen y Andresen. Inmediatamente, un cuarto ciclista se iría al suelo, un Biermans (Arkéa) que no tuvo tiempo de esquivar la ‘montonera’. En el esprint, Merlier tomó la delantera, pero Milan logró remontar con sus ya icónicos ‘zapatazos’. Aparte de la general, la pelea por la ciclamino también queda prácticamente resuelta en favor del italiano. Y con todo merecimiento.

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