El Tour sigue vivo

En consonancia con la fotografía que ilustra esta página pensé titular el presente artículo "La vida es bella". Pero se hubiera ofendido Carlos Sastre. El vigente campeón del Tour se siente ninguneado y para dejar constancia de su enfado atacó en el día de descanso. Firmada la paz del Astaná, una nueva polémica ha surgido desde el interior de un colectivo, el de los ciclistas españoles, que no comparte equipo pero sí bandera.

Entre los numerosos reproches que deslizó y que se detallan a la vuelta de estas páginas, Sastre cometió errores de concepto y de oportunidad. Para empezar se quejó de falta de respeto cuando quería decir falta de atención. En general hizo acusaciones, justas o no, que sólo se sostienen desde el liderato o alrededores, pero no desde el puesto 11º, a 3:52.

Si Sastre gana el Tour, si revienta la carrera en los Alpes y conquista el amarillo, se habrá ganado el derecho a las declaraciones rompedoras que guste, incluso a decir que Contador es una invención de la prensa, como sugirió ayer. Hasta entonces, el sentido común reclama prudencia y algo de respeto, esta vez sí, para quien ha ganado Tour, Giro, Vuelta y ahora tiene encarrilado su segundo Tour.

Conectar.

El calentón de Sastre no merece mayor castigo, pero fue la nota discordante en una jornada dedicada a los buenos propósitos. Contador, por ejemplo, lució una sonrisa tan sincera y llena de dientes que dieron ganas de abrazarle y darle un bocadillo de jamón. Y este impulso (metafórico) no descubre una predilección caprichosa. Ocurre, simplemente, que algunos corredores conectan más con la gente y eso es algo tan viejo como el deporte. Lo sufrió Arroyo con Perico y lo padeció Rominger con Indurain, por citar ejemplos cercanos. Y en ambos casos coincidió el déficit de glamour con el de títulos.

La felicidad de Contador resultó rebosante y confirma que los días anteriores fueron para él una tortura. Desde esa alegría recuperada, el líder disfrutó de su actual ventaja e imaginó más victorias en el Tour. No soñó despierto: le autoriza tanto el currículo como la edad, 26 años. Hablamos de un talento sin límite, y tan joven, que no debería renunciar a disputar dos grandes vueltas por temporada para reunir, propongo, un palmarés histórico e inédito: cinco, cinco y cinco. Ustedes me entienden.

Pero aún queda Tour, que nadie lo olvide. Y en esta ocasión la tercera semana se presenta con emociones aplazadas y fuerzas en conserva. Con las montañas en el horizonte, el luxemburgués Andy Schleck (a 2:26) surge como el principal adversario. Y se agradece porque es un ciclista fresco y agresivo, embajador, junto a su fogoso hermano, de un país diminuto que ha dado, sin embargo, tres campeones del Tour (Franz, Faber y Gaul), el último hace 51 años.

Entre Contador y Andy Schleck se abre el misterio. Y no me refiero ahora a Armstrong, cuyas embestidas han quedado aplacadas a expensas de un vuelco inesperado. Hablo de dos corredores ciertamente buenos, pero inciertos a la hora de imaginar su techo: Wiggins y Nibali. El primero es un pistard reconvertido en escalador y el segundo es una perla siciliana que renunció a disputar el Giro para concentrarse en el Tour. No es nada frecuente que un italiano haga esa apuesta y el asunto indica altura de miras.

Ambos representan una amenaza para la contrarreloj del jueves y la misión de Contador será ganarles tiempo para evitar sorpresas. E incluyo a Tony Martin en ese grupo de jóvenes con peligro.

La foto.

El terreno y la variedad de rivales en busca de la hazaña o de la etapa obligarán al Astaná a un trabajo en el que terminará por participar Armstrong. O debería. Esa es la foto que nos falta y podría darse hoy mismo en las rampas del Pequeño San Bernardo, que dará paso a 30 km de descenso. Mañana será terrible y delicioso, otra historia.

Nos han hecho esperar tanto que corremos el riesgo de empacharnos de buen ciclismo. Pero que nadie se marche ahora: el Tour que queríamos acaba de empezar.