Ciclismo | Tour 2009. 13ª etapa

Nadie se mueve

Los favoritos no se atacaron. Haussler ganó y Txurruka, segundo

reuters

Espoleados por las críticas recibidas y animados por el uso del pinganillo, los rivales del Astaná y sus respectivos directores deportivos tomaron la intrépida decisión de no hacer nada. La lluvia, que en otras ocasiones ha sido estímulo para valientes, ayer se presentó como una magnífica excusa para mantener congelada la carrera. Quien siga pensando que falta terreno para atacar debería repasar los cinco puertos de la etapa e imaginar sus cinco resbaladizos descensos.

El hecho es que no ocurre nada. Ya sea por pachorra natural ("las prisas son para los ladrones y los malos toreros") o por cansancio existencial, lo cierto es que la oposición hace mutis. Si ciclistas como Andy Schleck (a 1:29), Kreuziger (2:40),­ Sastre (2:52), Evans (a 3:07) o Menchov (5:02) piensan que todavía hay Tour para asaltar la carrera hacen gala de un optimismo patológico. Si están agotados se les comprende mejor, pero no del todo. Nadie reclama un arreón al estilo Coppi, sino un simple movimiento que descubra fortalezas y debilidades. Una agitación que por lo menos despeje el pelotón de velocistas y belgas de dos metros. No es mucho pedir.

Y había montañas para intentarlo. Bastó la subida al Plat­zerwasel para que se afinara el grupo principal. Los porcentajes, en algún punto del 9,7%, descolgaron a Egoi y varios gregarios del Astaná. Contador y Armstrong se quedaron sólo con el auxilio de Paulinho y Klöden. En ese preciso instante, el demarraje de cualquier jefe hubiera tenido un efecto esclarecedor. Y quién sabe si el ataque hubiera animado a otros ataques y a otros valientes. No hubo ni una cosa ni la otra. Liquigas aceleró motivado por la pelea menor del maillot de la montaña y cuando remitió esa fiebre el grupo se volvió a instalar en la modorra, cada vez más numeroso y pesado.

Hay equipos y corredores que se libran de esa mansedumbre, la pena es que no peleen por los primeros puestos de la general. Entre esas formaciones es hora de destacar el extraordinario papel del Euskatel Euskadi, el único representante español en carrera. Activados por la dirección de Igor González de Galdeano, los ciclistas de naranja son un ejemplo de arrojo y espíritu competitivo. No se borra nadie. Ayer Rubén Pérez circuló durante bastantes kilómetros en la escapada decisiva, junto a Chavanel y Haussler. Después, ante los problemas de Egoi, sus compañeros intentaron robar puntos a Pellizotti, intercalarse, para defender la montaña.

Txurruka.

Pero capítulo aparte merece Amets Txurruka. Su nombre de pila, que se traduce del vasco como "sueño", proyecta la personalidad de un corredor infatigable, invulnerable al desaliento, conmovedor en el esfuerzo. Txurruka no sólo compite para ganar, aunque sea ese, naturalmente, el objetivo final de sus sueños; Txurruka batalla por sí mismo, por el honor de ser ciclista.

Bajo el diluvio tuvimos la prueba. Primero insistió en escaparse cuando el éxito era improbable. Después, confirmado el fracaso (Haussler circulaba con cuatro minutos de ventaja), el huesito se hizo héroe. Porque siguió tirando, tragando lluvia, disputando el segundo puesto con una dignidad y una rabia que sólo tienen los campeones, con corona o sin ella.

Tan hermosa como la victoria de Haussler fue la llegada de Txurruka, primero, y de Brice Feillu, después, un francés que comparte con Amets el alma de los ciclistas indomables. Ellos son el consuelo, los linces del ciclismo, las especies amenazadas. El pelotón llegó a más de seis minutos, tan orondo que Hushovd recuperó el maillot de la regularidad. Como la emoción se limita a estos cambios de ropa, para el próximo año propongo el jersey gris de la mediocridad, una prenda reñidísima.

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