Una paliza para los anales

Ya se sabía, pero no por eso la temporada de los Blazers no está llena de dificultades. La franquicia de Oregón, dirigida en pista por Chauncey Billups, ha puesto rumbo definitivo a la reconstrucción, eternamente postergada tras años de especular con ella pero sin atreverse a dar el paso. Poco a poco, el proyecto se fue desmenuzando: primero con la salida de un icono para la entidad como Terry Stotts, el otrora asistente ofensivo y luego entrenador que llevó al equipo a playoffs en ocho ocasiones consecutivas y a sus primeras finales de Conferencia desde el 2000. Luego, con el traspaso de CJ McCollum, un estandarte para la ciudad de Portand, se dio otro paso. Pero el definitivo era deshacerse de Damian Lillard, un matrimonio que había llegado a su fin por mucho que la estrella y último gran referente de los Blazers no dejara de decir eso de que quería estar toda su vida allí. Cosas que pasan y niveles de compromiso que en el deporte norteamericano no se tienen tan en cuenta, al menos desde el punto de vista emocional, como en Europa, ese Viejo Continente en el que el arraigo es de mayor importancia.

El base finalmente salió. Acabó en los Bucks a cambio de Jrue Holiday, que también se fue días después para recalar en los Celtics. Entre tanto, los Blazers acumulaban piezas teóricamente valiosas y ponían la vista en el futuro sin descuidar el presente, con intención de ser competitivos mientras avanzaban y crecían. Pero no ha sido así: DeAndre Ayton, que aterrizó en Portland como parte del traspaso a tres bandas de Lillard, está demostrando que lo que era en los Suns estaba más cerca de la realidad de lo que todo el mundo pensaba. Y Scoot Henderson, número de de un draft monopolizado por Victor Wembanyama, tiene más sombras que luces y no está jugando como se esperaba por mucho que se encuentre en su temporada rookie y haya que tener paciencia. Al final, los Blazers van 10-27, penúltimos de la Conferencia Oeste y con el cuarto peor récord de la NBA, un dudoso honor muy competido esta temporada por Pistons y Spurs, con los primeros llevándose el premio.

Por eso, la derrota ante los Thunder no es de extrañar. Por 62 puntos (139-77), es sólo la constatación de todo lo escrito. La quinta mayor paliza de la historia. Delante queda la de los Grizzlies en 2021, precisamente ante el equipo de Oklahoma (152-79, por 73), una victoria de los Cavs ante los Heat en 1991 (148-80, por 68 tantos); otra de Pacers contra Blazers en 1998 (124-59, 65 de diferencia), una de Lakers ante Warriors en 1972 (162-99, de 63), la de Warriors ante Kings en 1991 (153-91) y la de Syracuse Nationals ante los Knicks en 1960, un 162-100 que iguala los 62 de diferencia que los Thunder han establecido contra los Blazers en 2024, cuando todavía existen posibilidades de recibir palizas históricas y confirmar que el momento en el que está tu franquicia es tan malo que toda la NBA y el mundo entero son conscientes de la situación.

Tampoco hay mucho donde rascar. Entre el segundo y el tercer cuarto el parcial combinado fue de 82-32, 50 de diferencia que se unieron al +12 con el que finalizó el primer periodo (36-24). Henderson hizo un partido absolutamente desastroso, con 13 puntos, un 4 de 21 en tiros de campo y 1 de 9 en triples, además de un... ¡-56 para los Blazers con él en pista). El equipo de Oregón lanzó con un 27,7% en el lanzamiento, además de un 22,4% en triples. Sólo repartieron 9 asistencias, perdieron 9 balones y fueron un ente que parecía desear permanentemente que el partido se acabara. En los Thunder, Shai Gilgeous-Alexander se fue a 31 puntos en 21 minutos, mientras que Josh Giddey firmó un triple-doble de 13 tantos, 10 rebotes y 12 asistencias. Chet Holmgren sigue su camino al estrellato y consigue 19 tantos (9 de 13 en tiros), mientras que los de Oklahoma se ponen 26-11 e igualan a los Timberwolves en el primer puesto de la Conferencia Oeste con récords idénticos. Una victoria plácida ante un equipo a la deriva. Unos Blazers a los que le queda mucho (muchísimo) camino por recorrer.

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