Un respiro necesario para Antetokounmpo

No está siendo fácil este arranque de temporada para Milwaukee Bucks. Tras estrenar el curso con victoria (Sixers, 124-109), los de Doc Rivers entraron en barrena: seis derrotas seguidas con una imagen de equipo perdido, incapaz de encontrar soluciones a un ritmo de tropiezos impropio para la calidad de la plantilla. Los Bucks no habían enlazado tantos duelos perdidos desde marzo de 2015. Una más y el calendario nos trasladaría a 2014.

Y ante tanto caos, Milwaukee salvó la papeleta. Ganó a Utah Jazz (123-100), una de las peritas en dulce de la NBA (1-7 de balance), para sumar su segundo triunfo de la temporada en ocho partidos. Sin embargo, la victoria y ese +23 no son tan lucidos como aparentan porque a los locales les costó un mundo deshacerse de su rival: hasta la recta final del tercer cuarto, el marcador estaba igualado gracias al desempeño desde el triple de los de Salt Lake City con un 14 de 26 en la primera parte.

Una falsa capacidad de anotación (eran el 27ª en acierto de tres) que se derrumbó con el paso de la segunda parte, cuando solo acertaron 3 de 15. Un apagón perimetral que se unió a la capacidad destructoria de Antetokounmpo y Lillard. Fueron los lideres del parcial de 17-1 que puso el +15 (87-72) a las puertas del último periodo con 15 de todos esos puntos.

El griego cerró con unos fabulosos 31 puntos y el base, con 34. Muchos tantos que taparon la nula intensidad defensiva que mostraron los Bucks en grandes tramos del partido: si no lograban el robo en primera línea, algo de lo que vivieron en el primer cuarto, se deshacían en la zona. Una debilidad enorme que les penalizará de manera sobresaliente cuando el rival sea de una entidad, no ya élite, sino aceptable. Mucho trabajo para Milwaukee, que coge algo de aire antes de un reto mayúsculo: visita al Madison Square Garden para medirse con New York Knicks.

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