CELTICS 105-LAKERS 114

Un expediente X en el viejo Garden

Los Lakers, en un momento pésimo y sin LeBron James ni Anthony Davis, sorprenden a unos Celtics desconcentrados y desinteresados. Reaves, majestuoso.

David Butler IIUSA TODAY Sports via Reuters Con

¿Y esto, cómo ha podido pasar? En el Garden de Boston, donde tantas veces ha olido a azufre para versiones mucho (muuucho) mejores de los Lakers que esta, los angelinos sumaron una victoria milagrosa (105-114), una que requeriría una intervención del Vaticano. Como mínimo, una investigación de Mulder y Scully. Si en enero de 2024 cualquier victoria de los Lakers contra los Celtics en Boston sería susceptible de abrir la puerta a especular con la intervención de lo paranormal, la cosa alcanza tintes sobrecogedores si se considera cómo jugaron los Lakers: por primera vez en toda la temporada sin LeBron James ni Anthony Davis y en el cuarto partido de una dura gira (2-2 ahora) que parecía estar llevando al equipo a una espiral de destrucción tras los desastres en Houston y Atlanta.

En mitad de este Grammy Trip, la tradicional tanda de partidos fuera que despeja por estas fechas el downtown de L.A. para la ceremonia de los premios Grammy (el domingo), los Lakers ganaron en Boston sin LeBron (se había perdido solo cinco de los 49 partidos anteriores) ni Davis (tres). Regresaron en el día más inopinado al 50% de victorias (25-25) y taparon, al menos por un par de días (mañana juegan en el Madison), esa vía de agua emocional por la que se está desmoronando su temporada: las desconexiones del equipo con el entrenador, un Darvin Ham ya señaladísimo, los rumores de trapaso permanentes a ya menos de una semana del cierre de mercado invernal, la certeza de que este equipo, el que ganó el In-Season Tournament hace menos de dos meses (parece que ha pasado un siglo), no tiene dentro un verdadero aspirante a campeón. Uno con galones.

Para colmo, los Lakers se quedaron en la primera parte sin Jarred Vanderbilt, esa turbina de energía que había recuperado su mejor versión, por fin, después de pasarse lesionado todo el primer tercio de la temporada. Como no hay felicidad completa para estos Lakers, este (problemas en un pie) puede ser un contratiempo importante (otro) en el peor momento. Sin él (y sin LeBron, Davis) los Lakers aguantaron las embestidas de los Celtics, que perdían 46-60 al descanso después de una primera parte absolutamente impropia (solo tres triples y 11 pérdidas) y que tampoco pudieron remontar después, aunque seguía pareciendo lo más lógico antes del inicio de la segunda parte. Solo hacía falta un despertador, se suponía. Lo puso Joe Mazzulla, que sentó muy rápido en el tercer cuarto a Jaylen Brown, Jrue Holiday y Kristaps Porzingis. Y sobre todo lo puso Jayson Tatum, que conectó al Garden en un tramo (hasta un 71-77) que olía a lógica, a vuelco. Pero los Lakers, con una suficiencia pasmosa y completamente inesperada dadas las circunstancias, salieron del lío sin demasiados dramas.

Era la edición 300 en regular season del gran clásico, cuyo balance ahora es 166-134 para los verdes (209-165 si se suman partidos de Finales). Y era en teoría una noche chupada para los Celtics, visto el estado y las bajas del rival. Y lo fácil que había ganado en Los Ángeles en la noche de Navidad. Y eso seguramente, la teórica falta de peligro, fue lo que condenó a un equipo perezoso, descentrado, demasiado confiado en que bastaría con un apretón en algún momento, por algunos de sus muchos caminos hacia la victoria. Nueve pérdidas en el primer cuarto, una batería de triples fallados a la espera de que entraran un par y, zas, con eso fuera suficiente. Y cansancio, también: para los Celtics han sido 16 partidos en 27 días y 24 en 44. Ahora viene un tramo más sencillo (9 en 28) para un equipo que ha perdido tres de sus cinco últimos partidos en el Garden después de empezar la temporada 20-0 (22-3 ahora) como local. Y que queda con un todavía excelente 37-12, muy líder del Este.

Fue, sencillamente, una noche para olvidar, de esas que hay en la regular season. Pero en la visita del rival menos apropiado, contra el que más rasca perder. Lagunas defensivas, muy poco esfuerzo, demasiados triples fallados… nada funcionó más allá de los intentos de Jayson Tatum (23 puntos en 21 tiros) y los triples de Sam Hauser (5/9, 17 puntos). El día fue nefasto para Jaylen Brown (8 puntos, 4/12 en tiros, 3 pérdidas), Jrue, White… Básicamente no funcionó nada en lo que debería haber sido una noche de baño y masaje. Cosas que pasan, pero que nadie esperaba que pasaran en este partido, precisamente.

Los Lakers ganaron porque, con Vanderbilt al frente hasta que se lesionó, dispararon sus niveles de intensidad (y sincronización) defensiva, porque metieron 19 triples (19/36) y ganaron una batalla (16/48 los Celtics) en lo que su rival partía con una ventaja descomunal y porque supieron qué hacer en todo momento, algo que es noticia desde que da la sensación de que el vestuario va por un lado y Ham, por el otro. Austin Reaves jugó su partido del año, iluminado: 32 puntos, 7/10 en triples, 11 puntos en el primer cuarto y las jugadas trascendentales cuando la cosa se puso un poco fea en el tercero. D’Angelo Russell, con sus pasos de claqué, acabó con 16 puntos, 8 rebotes, 14 asistencias y el triple definitivo a poco más de tres minutos para el final (98-110). Rui Hachimura dio un paso adelante sin Vanderbilt y metió 10 de sus 15 puntos en el último cuarto y ayudaron mucho Max Christie, pura actividad, y un Jaxon Hayes (16 puntos, 10 rebotes) que pareció, por una vez, una opción viable, sólida, para el juego interior. Lo dicho: fue una noche de milagros.

Mazzulla dijo después del partido que las cosas no están ahora mismo todo lo bien que deberían en los Celtics. Pero su equipo sigue siendo el principal favorito al título. Este partido no cambia eso, pero sí dejó mal sabor de boca por las formas, el rival y sus circunstancias. Tampoco arregla nada, a priori, en los Lakers. O sí: el camino se anda, cuando no queda más remedio, a base de ganar batallas heroicas, avanzar de cualquier manera posible y desenredar laberintos según se van presentando. El problema con este equipo es que no sería raro que ahora, después de esta alegría, hiciera el papelón en el Madison, incluso (veremos si es así) con LeBron y Davis de vuelta. Pero si se separa el contexto, si se olvidan los días anteriores y se dejan en asuntos pendientes los próximos, esta fue una gran victoria, la mejor del año para los Lakers. En el Garden, en la guarida del viejo ogro verde y con todo en contra. Un sabor muy dulce, el mejor de todos, en medio de semanas amargas. Y ahora, que intervengan Mulder y Scully para saber cómo demonios pudo suceder. O el Vaticano. Alguien.

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