Stephen Curry, más vivo que nunca

Los Warriors se están dedicando a sobrevivir como pueden esta temporada. El inicio de 4-1 dio alguna esperanza para según quién, pero pronto la realidad hizo patente que las cosas son de otra manera y que hay un hecho incuestionable que afecta a la vida y al deporte: que antes o después, poco a poco o de forma abrupta, todo se acaba. En esas está lo que queda de la última gran dinastía que la NBA ha visto en su larga historia, una que provocó que la mejor liga del mundo siga recogiendo las migadas de lo que en su día fue la franquicia de Golden State: siete campeones en siete años diferentes demuestran que el dominio brilla por su ausencia a no ser que los Thunder (que puede ser que sí) sean los primeros en repetir. Un hecho insólito en un periodo de tiempo en el que los propios Warriors ganaron su cuarto y último anillo, redondeando así una de las mayores historias jamás contadas.

Ahora mismo y con 29,5 años de media, el equipo de Steve Kerr es el tercero más veterano de la NBA por detrás de Kings y Clippers, que pasan de los 30, teniendo los angelinos a la plantilla más envejecida de todos los tiempos. Y se nota: las piernas se cansan, la regularidad brilla por su ausencia a pesar de lo bien distribuidos que puedan estar los minutos y el proyecto se ha convertido en una máquina de coleccionar viejas glorias. Klay Thompson ya no está y no puede consigo mismo en Dallas, Chris Paul hizo de su paso efímero, pero Stephen Curry tiene 37 años, Jimmy Butler 36, Draymond Green 35, Buddy Hield 33, Gary Payton III otros 33; y, para redondear todo eso, este año han decidido fichar a Al Horford, no vaya a ser que la media de edad bajara de alguna manera. Una plantilla muy mayor que tiene además el problema de que los que más años tienen son los que mejor juegan al baloncesto. Especialmente un Curry que no se cansa de hacer historia. Aunque eso ya no baste más que para cimentar su leyenda.

Los Warriors recibían en el Chase Center de San Francisco a los Jazz tras sumar tres derrotas consecutivas (ante Magic, Heat y Blazers) visibles síntomas de cansando y Steve Kerr diciendo a diestro y siniestro que sus jugadores están fatigados, con amagos y filtraciones de un mal rollo que amenaza con hacer estallar esa química que, como en todos los lados, nunca ha sido perfecta. Sea como sea, jugaban el segundo partico consecutivos como locales ante un rival sin aspiraciones, que nadie sabe lo que hace ni en la pista ni en los despachos mientras se dan alguna alegría con Lauri Markkanen de absoluto protagonista. Los Jazz llegaban tras perder dos partidos seguidos frente a los Lakers, el último en Salt Lake City. Y para los Warriors era un rival ideal para sumar una victoria que les permitiera volver a ponerse en positivo con una noche de descanso y una serie de partidos en San Francisco. Esperan a Rockets (vaya), Pelicans (bueno) y Thunder (sin comentarios) en los próximos días. Casi nada.

Al final fue así, y los Warriors se ponen 10-9 tras vencer a un rival sin respuestas (134-117) ante el vendaval extraordinario liderado por un Stephen Curry que se tiró hasta las zapatillas para llegar a los 31 puntos: 12 de 24 en tiros de campo... con 6 de 17 en triples, moviéndose siempre por el exterior y evitando, más que nunca, penetrar en exceso para chocar contra cuerpos voluminosos. Buddy Hield (20, con 4 de 8 desde el exterior), Moses Moody (15) y Jimmy Butler (18, con 6 rebotes y 7 asistencias) acompañaron a Curry, cuya mejor noticia es que disputó menos de 30 minutos. Keyonte George, por su parte, fue el mejor de los Jazz al conseguir 28 tantos (4 de 8 en triples). Los Warriors ganaron gracias a un segundo (41-20) y tercer cuarto (39-29) espectaculares y llegaron a ganar de 26 para controlar un final plácido. Al final, victoria de lo que queda de la dinastía para sobrevivir a trompicones por obra y gracia de Stephen Curry. Pero, ¿les aguantarán las fuerzas? Veremos.

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