Shai arregla un desmán

Los Thunder acudieron a tiempo a la llamada del baloncesto de calidad cuando todo conducía a un petardazo de época. Las dos mejores defensas de la Liga se tomaron en serio esa parte del guion y propusieron en Las Vegas una prueba de las que hacen bueno el trabajo de los entrenadores pero no los ojos de los espectadores. El salvador principal fue Shai, ese base canadiense que maravilla cada vez más según pasan las semanas, que dejó en migajas a Doncic en cuartos de final y aquí volvió a desplegar las herramientas con las que golpear al que más fuerza aplica.

Gilgeous-Alexander es un termómetro para NBA y no sólo en Copa. A lo mejor el que mejor sirve para medir su temperatura. En un momento delicado en cuanto a audiencias, en una Final Four a la que accedieron equipos de mercados poco vendibles, en un partido tosco y malo, él fue el ejemplo. Empezó fatal, con decisiones fuera de sus estándares, fallando mucho, en el fluir de la noche se fue entonando y acabó por descerrajar la defensa pétrea de los Rockets, valga la semejanza. Cualquiera se puede asustar por el 8/21 en tiros de campo con el que finalizó, buen desperdicio el suyo, aunque no se entendería el triunfo de los Thunder por 111-96 sin esas canastas de la segunda parte que tanto aire le dieron a su colectivo. Bien escoltado por Hartenstein (21) dentro y Dort (19) fuera. El asesino silencioso Jalen Williams, escudero de Shai, aportó 20 tantos. En los texanos destacó Amen Thompson (19) dentro de una decepción generalizada.

Los Rockets están en un ascenso en el escalafón de la Conferencia Oeste basándose en el talento joven. En una cita tan importante fueron ellos los que dieron el callo, ni Brooks ni VanVleet lo hicieron y el turco Alperen Sengun, de corta edad pero más experiencia que sus coetáneos estadounidenses, fue la noticia más negativa. Las fibras que toca Udoka para exprimir la plantilla que tiene están dando un indudable resultado, así como lo hizo en los dos primeros cuartos este sábado, pero aguantar sólo lo hacen los grandes; Shai lo es. Fue luz en la oscuridad.

Sengun anotó la primera canasta del encuentro y después acumuló tres pérdidas y dos tiros fallados. Para ser una entrada a partido era poco halagüeña. Sirvió para prepararse para lo que venía después. Si alguien leyendo estas líneas se ve tentado a ver las imágenes de los dos primeros cuartos, consejo al canto: abstenerse de hacerlo. De nada. En un acto inicial en el que Udoka probó a Adams, que no cuenta con el protagonismo que precisamente tenía en sus años de Oklahoma, sólo dio pinceladas adecuadas Kenrich Williams en el bando local. Queriendo correr, soltándose la correa que les pone Ime, los visitantes intentaron escaparse en el marcador gracias a Thompson y Green mientras Shai descansaba. Al volver el canadiense ya sacó faltas y distribuyó mejor, como evocando la figura que realmente le representa. Un esbozo. Porque Houston les había dejado en la anotación más baja de la temporada al descanso, 41, cuando el contrincante sólo sumaba un punto más. Curiosa manera de jugar. Los fallos se fueron limpiando del historial, que menudo fue, y en la segunda mitad brillaron las estrellas con más fuerza. Cadenas de triples, seis en tres minutos para iniciar el tercer cuarto, y mejores combinaciones para finalizar en la zona. Territorio Shai. Cinco era la diferencia con la que se pasó al periodo definitivo, y con la que se aguantó cinco minutos, hasta que Alexander sacó una falta en el perímetro y encestó luego un triple. 90-79. Se había desatado. Incluso dejó una acción espléndida, un roto a una defensa doble tras lo que cedió el balón, que Jalen Williams coronó con otros tres puntos. Los Rockets lo fiaron todo a un choque controlado, sin fuegos de artificio, sencillo, defensivo, sombrío, y quedaron deslumbrados por la luz de Shai y su cuadrilla, que a todos les salvó del tedio.

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