Pérdida de toque y papeles de los Warriors en Houston

Los Rockets hicieron bueno el efecto de jugar en casa para, sufriendo hasta el último bocinazo, sacar la victoria en cuartos de final de la Copa ante los Warriors y también el billete a Las Vegas para disputar la Final Four. Allí se verán, de primeras, con los Thunder, con quienes tienen alguna cuenta pendiente. Los texanos no esquivaron la polémica porque lo que contaba era avanzar ronda; se tiraron al barro, como hizo Jalen Green en los segundos definitivos para cazar el balón en tierra y forzar una falta protestadísima, incluso después del choque, de Jonathan Kuminga cuando se pedía lucha y salto. La resiliencia ha llegado para quedarse en Houston, que sólo ha cedido ocho veces esta campaña y se coloca en segunda posición de la clasificación de conferencia. En las semis del próximo sábado veremos, por tanto, a los dos mejores del Oeste pugnar por el puesto de honor.

Resolución llena de matices y fragmentos a comentar la del Toyota Center. Que es lo que anhela la NBA para el in-season, que se hable de él y vaya quedando impregnado en el imaginario colectivo norteamericano, conviene no olvidarlo. 91-90 fue el resultado al término del tiempo reglamentario, que tocó a su fin con un buen ajuste defensivo sobre Stephen Curry que le obligó a pasar el balón y que Podziemski no evitara el tapón de Smith a su triple. Los californianos habían mejorado en la segunda mitad del encuentro conceptos básicos que estaban ejecutando erróneamente. Se había rebajado el nivel anotador. Los más expertos parecían tener las de ganar en una situación como la descrita. Se vivió en diciembre como si estuviéramos en mayo, y no por la temperatura en el ambiente, y los Rockets dejaron fuera a los Warriors. Lo que jamás ocurrió en aquellos tiempos de Harden; esta vez sí. Alperen Sengun, con 26 puntos y 11 rebotes, volvió a ser el más acertado de Houston, aunque el esfuerzo colectivo es el que les llevó al triunfo y Jalen Green se convirtió, por obra y servicio, en el nombre propio de la velada.

Los Warriors parecen haber perdido ese toque, ese aura, que les hizo llegar a las Finales cinco veces seguidas y levantar el Larry O’Brien cuatro veces en siete años. Nada dura eternamente. El año anterior no llegaron a esta fase de cruces de la Copa y en esta ocasión se quedan fuera de viajar a la ciudad del pecado por un punto, que duele como si fuesen cien, y sabiendo que en otro momento hubieran hecho lo necesario para vencer. Si bien hace seis días que ganaron a los Rockets, lo cual no han repetido en el torneo copero, la racha de cinco derrotas seguidas pesa mucho y de ella no se han repuesto. Curry está renqueante por una tendinitis bilateral en las rodillas y Kerr mueve que te mueve la rotación al no verse a gusto con ella. Hay un más allá de este partido suelto, una realidad a la que Golden State se resiste a hacer frente pero que atropella: fin de dinastía.

Durante la segunda manga los locales llegaron a irse de diez; su rival había metido una única canasta en cinco minutos. Pero pocos tirones iba a haber. Era tirarse al fango e intuir por dónde se salía. Margen sostenido en valores más mundanos por parte de Houston, mejoría ligerísima por parte de los de Kerr. Hubo un poco de chispa en el tercero cuando Hield encestó 11 puntos en 4:11 minutos. Y les hizo entrar por delante al último acto, en el que los números volvieron a ser los del primer y segundo cuarto. Vencían por seis a falta de minuto y medio. Por eso el cambio de paradigma: se les escapó un resultado que tenían amarrado, que no se les hubiera ido en etapas pretéritas. Triple de VanVleet y una de dos de Sengun. Con uno abajo y Curry errando el triple para sentenciar llegó la acción de la que después se habló, un balón suelto en la zona perimetral que Green atrapó antes y Kuminga, rozando pelota pero también marcando con su brazo el del oponente, fue a luchar. Se señaló falta del congoleño y Jalen encestó los dos tiros libres a tres segundos para la conclusión. El entrenador de la escuadra de San Francisco rompió a críticas en la sala de prensa: “Es inconcebible. Ni siquiera entiendo qué ha pasado. Dándoles el tiempo muerto y dejando que los jugadores sean los que decidan el partido, así es como deberían haberlo resuelto, especialmente porque fue una noche de lucha libre, no se pitó nada. Éste es un negocio milmillonario, el trabajo de la gente está en juego. Estoy asombrado. No creo que un árbitro de Secundaria hubiera hecho eso”. Con esa visión de la jugada, que es ampliamente discutible, se cerró una jornada en la que a Golden State Warriors, de bruces contra su nueva realidad, le toca pensar en futuro. Lo bueno tiene un final.

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