Papá Noel vive en el Madison

No se entiende la Navidad sin la NBA. No se entiende la NBA sin los New York Knicks. No se entienden los New York Knicks sin el Madison Square Garden, la meca del baloncesto y la casa por excelencia de esta jornada tan especial desde su primera edición, en 1947. Casi ochenta años después, este templo sigue teniendo cabida para las mayores gestas del deporte, y, sobre todo, de sus Knicks.

Por tanto, quién le manda a Cleveland Cavaliers dejar vivo a este equipo liderado por los puntos de Jalen Brunson, los rebotes de Mitchell Robinson y... las geniales apariciones de Tyler Kolek. Ya estando en el último cuarto, la diferencia en el marcador era de +17 para el conjunto visitante con un 86-103 en el que se imponía la ley de Donovan Mitchell, las asistencias de Darius Garland y la influencia de Evan Mobley en toda la pista, de vuelta por sorpresa tras cinco partidos de baja, otro damnificado por las constantes lesiones de gemelo (calf).

Desde ese momento, por obra y gracia de Jordan Clarkson y Tyler Kolek como secundarios de lujo, y Jalen Brunson y Josh Hart como guardianes de la gran manzana, el partido fue cogiendo el aroma de “y si...”. Y... efectivamente, ni las heroicidades de Donovan Mitchell (mate estratosférico, triple desde el logo) fueron suficientes para frenar una remontada que ahonda en ambas dinámicas: la crisis de los Cavaliers (15 derrotas en 32 partidos) y la esperanza de los Knicks (ganadores de la NBA Cup, a un paso de liderar la Conferencia Este).

El partido fue de un lado a otro desde el principio, con cada cuarto dominado con creces por cada equipo: 38 a 23 para Cleveland con 12 puntos de Mitchell y 9 de Garland, que empieza a coger forma de director de orquesta; 37 a 20 para Nueva York con 7 de 10 en triples y 11 puntos de Clarkson como revulsivo de garantías una vez más; 38 a 24 de los Cavaliers con la explosión de sus secundarios (11 puntos Tyson y 8 para Merrill); y 42 a 28 de los Knicks más corales y agresivos de todo el partido: 13 puntos de Brunson, 11 de Kolek consagrándose como nuevo ídolo, 7 de Clarkson y 8 (rebotes, cómo no) de un Mitchell Robinson titánico que no necesita jugar grandes minutadas (tampoco puede hacerlo) para ser totalmente determinante en este proyecto de Mike Brown.

De estas navidades, las decimoquintas para los Cavaliers y las quincuagésimas octavas para los knickerbockers, solo queda claro que el espíritu navideño reina en Nueva York y que el proyecto de la gran manzana está en muy buenas manos. ¿Tanto como para volver a Las Finales? Tiene pinta.

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