Otro sí pero no de los Warriors

No corren buenos tiempos para los Warriors. Eso es obvio, pero la realidad se empeñó en demostrarlo otra vez con su tozudez habitual. Ganaron (110-106), al menos, a unos Trail Blazers que son uno de los peores equipos de la NBA, componiendo su primer puzle post Lillard, que jugaron sin Jerami Grant ni Deandre Ayton y se quedaron en la primera parte sin el casi siempre lesionado Malcolm Brogdon. La ocasión era demasiado propicia como para que baste solo la victoria, aunque fuera muy necesaria (10-11 ahora todavía por debajo del 50% casi ya en invierno). No: nadie puede estar especialmente contento en la Bahía.

Para empezar, la semana trae cierta sensación de destierro para un equipo que por significado y peso específico, incluso por modelo de negocio, tiene que mirar a la fuerza con envidia los cruces del In Season Tournament. Apartado de ese foco gigante, y arrojado a los otros partidos que completan el calendario mientras toda la NBA mira ya a Las Vegas (hoy, las semifinales), los Warriors al menos tenían coartada (el bajo nivel del rival) para escapar de las penosas sensaciones de su última derrota, con una segunda parte calamitosa en pista de los Clippers. Pero no: solo ganaron. Nada más. Descansados, en su pista y con un rival al que parecía fácil hincar el diente, apenas salvaron el pellejo y punto. Se puede pensar que algo es algo. Y seguramente sea así, pero es muy poco (ahora mismo) ese algo.

Después de una primera parte esperpéntica (48-55) y de perder por once superado el ecuador del último cuarto (66-77), los Warriors acabaron ganando porque Stephen Curry despertó de un mal sueño: 1/8 en tiros antes del descanso, 22 de sus 31 puntos después con un 7/10, 17 puntos en el tercer cuarto y el triple decisivo a falta de diez segundos (108-104). Antes de todo eso, había dejado gestos de verdadero enfado, la frustración de ver cómo las cosas no van, una certeza que empieza a ser indisimulable. Además de Curry, los Warriors ganaron por una seria discrepancia de faltas (y, gracias a ella, 17 tiros libres más lanzados) y porque Steve Kerr sacó de la nevera a Jonathan Kuminga. El alero no estuvo en la rotación hasta el tercer cuarto, cuando entró en un movimiento que sonó desesperado. Desde que apareció con el citado -11 ya no se sentó, sumó 13 puntos con un 6/6 y en esos 17 minutos finales, acabó con un +13 y dejó el mate de la noche y un robo clave en los instantes finales.

Kerr no había contado con Kuminga porque no tiene ni idea de qué hacer con la rotación. Pasan los partidos y todo sigue igual. Trata de enhebrar el presente, lo poco que hay de futuro y un pasado tan glorioso que le aplasta. Moses Moody (12 puntos, casi la única buena noticia de la primera parte), Kuminga, Dario Saric y el rookie Brandin Podziemski deberían jugar más. Las versiones actuales de Klay Thompson, Chris Paul y Andrew Wiggins deberían jugar menos. Los Warriors no pueden seguir siendo un equipo lento y viejo, fiado a una memoria genética que ya no coincide con la realidad: no pueden pensar que ganarán haciendo las cosas que hacían antes porque, simplemente, ya no parecen capaces de hacerlas.

Los Blazers pudieron ganar pero perdieron, y pueden recordar al menos que tienen el pick de primera ronda de los Warriors salvo que acabe en el top 4 (no lo hará salvo hecatombe). Regresó Anfernee Simons (28 puntos, 4 asistencias), ahora mismo y de largo el mejor jugador de este equipo junto a Shaedon Sharpe (26, 5 y 6 rebotes). Al menos mientras acumula confianza y ritmo NBA Scoot Henderson, un teórico nuevo jugador franquicia que está firmando un abismal inicio de temporada pero que, para los voluntaristas, va dejando algún brote verde aquí y allá. Muy poco todavía. Con la energía de Toumani Camara y Jabari Walker y los puntos de Simons y Sharpe, los Blazers mandaron casi todo el partido y solo cedieron al final. Están 6-14 ahora, en plena primera piedra de la reconstrucción.

Para los Warriors queda una victoria amarga. O más bien, nada convincente. Una de esas sin brillo ni drama, que desde luego no sirve para echar cuentas ni hacer proyecciones, para soñar con un futuro mejor. No así, en este formato y con Kerr enredado con quién tiene jugar: cuánto, cuándo y cómo. Al final, todo depende del ataque de Curry y de la defensa de Draymond Green. Se podría pensar que como siempre, pero la realidad es precisamente la contraria: hay muy poco en estos Warriors de lo que entendemos por los Warriors. Queda tiempo, pero la verdad es que resulta difícil saber cuánto.

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