Mitchell, de la historia a la histeria

Fue una noche de alegrías en Salt Lake City. El retorno de Donovan Mitchell a la que fue su casa durante sus cinco primeras temporadas como profesional generaba cierta incertidumbre. Sin embargo, la afición, ese juez inmisericorde que te premia cuando así lo considera, se quedó con la parte positiva: con los más de 8.200 puntos, los tres All Stars, alguna que otra noche mágica en playoffs y, sobre todo, con un hombre que llegó para cambiarlo todo, por mucho que finalmente no cambiara nada. El público agradeció al escolta los servicios prestados y se olvidó así de ese tumultuoso desenlace, un final amargo potenciado por un Mitchell que dejó incluso de pasar los balones a Rudy Gobert, ese enemigo íntimo que seguro que en Utah se recuerda con menos cariño. Las conclusiones son positivas, por tanto, para esa ciudad mormona transformada en seguidora ferviente cuando llega a la pista de baloncesto. Y Mitchell respondió con una exhibición... que acabó en derrota.

No pudo el escolta rematar una noche mágica apenas unos días después de anotar 71 puntos en un partido. Esta vez fueron 46, con 5 rebotes y 6 asistencias, 14 de 27 en tiros de campo y 8 de 17 en triples. La estrella todavía anotó otros 17 puntos en un último cuarto que fue una locura, pero que condensó al final una cantidad ingente de absoluta histeria: con 102-107 para los Cavs, Jordan Clarkson acudió al rescate con 9 puntos consecutivos que daban la vuelta al luminoso. Con 111-107 llegaron los tiros libres de Malik Beasley y los de Lauri Markkanen que ponían, a priori, la sentencia: 115-107. Pero faltaba una última reacción: canasta de Darius Garland, robo y dos puntos para Mitchell, tan solo uno de dos desde la línea para Nickeil Alexander-Walker, triple en segunda instancia de Mitchell (que atrapó el rebote de su propio fallo).... y final. Solo quedaba una décima cuando todo esto tuvo lugar y no dio tiempo para más. Mitchell se abrazó a sus excompañeros y emprendió camino al túnel de vestuarios entre más aplausos y sin rencor. Y con el convencimiento de que en su día tomó la decisión correcta. O al menos una que nadie le reprocha en su antigua casa.

Hasta el descanso, la igualdad era total (55-55) y las diferencias nunca fueron demasiado grandes. Los Jazz llegaron a ganar de 13 (78-65 con algo más de 4 minutos para el final del tercer periodo), pero llegaron por detrás a los instantes finales y solo la gran exhibición en el clutch time de Clarkson (32+6+4, con 15 tantos en el último cuarto) les dio una vida que aprovecharon a la perfección. Beasley se quedó en 13 puntos y la buena actuación bajo los tablerons de Lauri Markkanen (13 rebotes, con 25 puntos, partidazo el suyo a pesar de estar al en el tiro: 6 de 18) y Walker Kessler (11, con 6), permitieron a los Jazz apabullar a sus rivales en el rebote (54-37). Mike Conley se fue a 13 tantos y sostuvo al equipo en los momentos más delicados con su infinita sabiduría, mientras que Alexander-Walker se fue a otros 13.

Los Cavs, que venían de conquistar Arizona pero caer en Colorado, no supieron aprovechar las 15 pérdidas de los locales ni encontraron antídoto al furor final y las incipientes ganas de ganar que se apoderaron de unos Jazz que siguen vivos en un Oeste de un nivel paupérrimo, pero en el que tuvieron un inicio brillante y han hecho gala de un ejercicio de supervivencia fantástico desde entonces: 21-23, todavía en el décimo puesto que da acceso al play-in con Blazers y Lakers pisando los talones. Los Cavs (26-16), pierden el cuarto puesto y la ventaja de campo que mantenían sobre los Sixers mientras esperan a un Ricky Rubio que se encuentra en la última fase de recuperación y quiere cambiar la ropa de calle por la ropa de corto. Saben que este año sí habrá playoffs, los primeros sin LeBron James en todo el siglo XXI. Y que ahí estará su lucha, una para la que deberán contar con ventaja de campo al menos en primera ronda y mejorar lo suficiente como para plantar cara a Celtics o Bucks. ¿Podrán? Parece difícil. El resto, ya lo veremos.