Los Mavs se dan contra un muro

En un Oeste que redefine sus jerarquías (o, al menos, sus jerarquías a la espalda de Denver Nuggets), Minnesota Timberwolves está dando un enorme puñetazo en esa inestable mesa de una Conferencia con pocas certezas camino de Navidad. Un equipo que en verano parecía ventilado, condenado por el traspaso de Rudy Gobert y la fe (pareció inexplicable) en la extraña pareja que el francés formaba con Karl-Anthony Towns, ha dado la vuelta completamente a una situación que se ha convertido en envidiable. Ahora mismo, de equipo que puede aspirar a jugar las Finales de la NBA. Desde luego si sigue jugando al nivel de esta primera parte de la temporada. La última prueba, un ejercicio de asfixia de Dallas Mavericks (101-119): uno de los mejores ataques de la NBA se quedó en 41 puntos en la segunda parte.

Todavía sin Kyrie Irving, la baza de los Mavericks era la misma que les permitió sobrevivir a los Lakers el martes: mucho Luka Doncic (cómo no), mucho tiro exterior del resto. Pero esto último dio la vuelta como un calcetín desde la iluminación del partido anterior. Un 7/32 en triples con un 2/20 entre Grant Williams, Tim Hardaway Jr y Derrick Jones Jr sonaba a condena, y lo fue, contra la defensa acorazada de los Wolves y sus quintetos en formato montaña (4-12 en rebotes de ataque). Quitando y quitando capas, a los Mavs solo les acabó quedando Doncic... y esta vez no bastó. No contra un rival que comparte con los Celtics el mejor balance de la NBA (18-5).

Doncic jugó una primera parte magistral (26 puntos, 8 asistencias, 9/15 en tiros). Pero el partido se le hizo largo, agotado por los brazos inacabables de Jaden McDaniels (tal vez, el jugador mejor equipado para defenderle de toda la NBA) y Nickeil Alexander-Walker. Acorralado, el esloveno acabó entrando en uno de esos trances frustrantes en los que, sin poder hacer más, pierde la eficiencia… y los nervios con los árbitros. Entre protestas y errores que ni asomaban en el principio del partido, acabó con 39 puntos, 6 rebotes, 13 asistencias, un 15/27 en tiros totales (ni un triple en la segunda parte) y 8 pérdidas. Para escapar de un rival como estos Wolves, necesita que sus secundarios afinen por fuera. Y necesita a Kyrie Irving. Y aún así, lo tendría crudo. Esta vez, sin ninguna de esas cosas, el partido se le acabó haciendo eterno.

Eterno: en los primeros minutos, Doncic manipuló a su antojo una defensa que debería ser (lo acabó siendo) eficaz contra él. Los Mavs, siguiendo su ritmo, se pusieron 17-2 con un parcial de 14-0 al que respondieron rápido (0-10) unos Wolves que fueron entendiendo el partido, encontrando su timing, manejando sus recursos. Incluso con Anthony Edwards (mucho mérito de Jones Jr) en un mal día en el tiro (3/19, 9 puntos… pero 11 asistencias) y con Rudy Gobert perseguido por los problemas de faltas. Naz Reid, uno de los suplentes más valioso de toda la NBA, hizo un papel fabuloso con su defensa interior, sus pases… y sus triples: siete en total (7/11), los mismos que todos los Mavs, para 27 puntos (su tope de la temporada) y 6 rebotes. Towns, a base de esos tiritos suyos de puro talento, acabó con 21 puntos pero, sobre todo, hizo trabajo sucio (17 rebotes, 5 de ataque). Y los Wolves fueron rascando y rascando, apretando clavijas hasta que los Mavs se agotaron, dijeron basta: desde un 74-74 en el ecuador del tercer cuarto hasta el +22 en el que tocó techo la ventaja de un equipo que parece, ahora mismo, literalmente capaz de todo.

No es una derrota dramática para los Mavs (15-9) pero sí una buena ocasión para ver de primera mano dónde se está poniendo el listón de su Conferencia, cuál va a ser la exigencia en playoffs. Los Wolves son una máquina del infierno en defensa y han redefinido totalmente sus roles en ataque, cómodos en las situaciones que hace un año se les hacían irresolubles y muy seguros en los momentos delicados; firmes y con una mezcla precisa de automatismos y talento. Los Mavs no tienen tanto, pero tienen a Doncic. Eso, por ahora, no basta contra los mejores del Oeste. La labor de la franquicia, siempre es la misma, consiste en hacer que eso cambie.

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