Los Lakers se meten en ‘playoffs’ tras otro partido en el que encuentran su límite

Los Lakers se subieron en la montaña rusa que han pagado a plazos para divertirse esta temporada y se dieron un buen viaje en ella este martes por la noche en el Crypto Arena. A su casa llegaban los Timberwolves con más problemas que un libro de matemáticas y les encapsularon en una bonita pero mareante travesía por la locura. Qué menos para un play-in que sigue teniendo gente a favor y en contra a partes iguales pero que, innegablemente, le añade una pizca de emoción extra a la NBA en cuanto se pone en juego. Los angelinos tuvieron que aguantar de todo para vencer, superando incluso un tiempo extra, y asegurar el séptimo puesto del Oeste que les da derecho a verse las caras con los Grizzlies en la próxima ronda.

“Tenemos gente peleadora”, decía Chris Finch, técnico visitante, en la rueda de prensa previa al encuentro. Y el periodista Jon Krawczynski, uno de los que sigue la actualidad del equipo, respondió casi instintivamente, y con bastante gracia, que “literalmente”. Y tenían razón. Los dos. Los Wolves se plantaron con dos bajas que rozan el absurdo en Los Ángeles. Rudy Gobert fue suspendido por la franquicia después de agredir a su compañero Kyle Anderson en el banquillo y Jaden McDaniels se lesionó pegándole un puñetazo al túnel de vestuarios, ambas acciones en el último partido de la fase regular frente a los Pelicans y uniéndolo a la ya sabida baja de Naz Reid por un problema de muñeca. Por dos salidas de tono iban al partido de la temporada, probablemente, con la plantilla en cuadro. Pero tenían gente peleadora y vaya si se notó. Para sacarse el sombrero. Tuvieron a los rivales en la palma de la mano durante buena parte de la velada. Terminaron cediendo por 108-102, y se van a tener que medir al ganador del Pelicans-Thunder del miércoles en un duelo a do or die para conservar el 8º puesto, pero bravo y bravo por ese espectáculo. LeBron se lo reconoció al final: “Minnesota es un jodido equipo, da igual a quién tenga en la alineación”.

Los Timberwolves batallaron desde la honestidad del que sabe que sus recursos son limitados e hizo polvo a los Lakers recuperándose de todos sus golpes, dando una réplica en lo moral que siempre hace más daño, hasta que el embudo del último cuarto terminó por pasarles factura. Estar seis minutos seguidos sin anotar cuando quedan apenas siete en el global de un señor play-in pesa como un yunque en la puntera del pie. Lo que habla a las claras de su carácter es que, pese a ello, forzaron una prórroga en la que ya sí tenían las de perder, estando en desventaja física y con sustanciales problemas para seguir volviendo loca a la defensa de Ham. Edwards no estuvo fino, Towns se diluyó por las faltas y Minny tuvo que ceder.

Una derrota en estas condiciones hubiera removido los de ya por sí poco sólidos cimientos de estos Lakers. Lo tenían todo y un poco más a favor. Bueno, pues a punto estuvieron de conceder a Minnesota Timberwolves un milagro que ni en la recientemente pasada Semana Santa.

Los Wolves comenzaron hipermotivados. La empresa iba a ser complicada, pero la motivación estaba en esa amplia dificultad. El mejor ejemplo era Karl-Anthony Towns, cara de la franquicia esta última década y en solitario en la zona para defender a un Davis que llegaba en racha. Finch, de todas formas, preparó varias trampas para que su pívot se sintiera algo más protegido al no tener al lado a Gobert y Reid. Lo consiguieron. Una muestra más del ínfimo valor que ha aportado el traspaso de Rudy a Minnesota. Towns fue sumando puntos ante ataque desde diferentes posiciones, abriendo espacios también para que los compañeros aportaran a su ritmo, e intimidó a la hora de proteger su aro. Se bailaba a ese son. Sólo la entrada al campo de Rui Hachimura, como empieza a ser habitual, supuso un impulso para los Lakers, pero Karl y el arma del triple, en ese caso empuñada por Taurean Prince, dejaron a los Wolves seis arriba al término del primer cuarto.

Nowell fue un buen contrapeso para los suplentes de los Lakers, bien puesto sobre el campo y tomando buenas decisiones. Con él subió la diferencia en el marcador hasta que el momento de ‘showtime’ que siempre intenta regalar Austin Reaves supuso la primera crisis de los visitantes. 12-2 de parcial y el público a tono. Pero a ello iban a sacar la primera gran respuesta de la noche. De manera imponente, de parcial a parcial. Towns, con un tapón ilegal que no debió serlo, firmaron junto a Anderson, Alexander-Walker y Conley, el que puso el garabato final, un 2-14 antes del descanso. La reanudación la recibieron con una segunda respuesta después de dos triples seguidos con los que los Lakers querían cargarse de nuevo su desventaja. Ahí, de nuevo entre el buen movimiento de balón y la excesiva frialdad con la que se defendía a Anderson o Prince (los dos que actuaron como escuderos de K.A.T. en el small-ball de Finch), se disparó definitivamente el conjunto visitante: con el 61-76, +15 mediado el tercer cuarto.

Los Lakers acudieron a Schröder ante la baja productividad de su otro base, D’Angelo Russell, y de la falta de arranque en ataque de secundarios como Vanderbilt, Brown y Beasley. El principio del fin para los Timberwolves fue que su contrincante sumara al alemán a la pareja que formaban Davis y un LeBron que también arrimó el hombro mucho en esos difíciles momentos. Libraron el tercero sólo siete abajo. Anthony, por dentro, dio con un clic importante: las faltas de Towns, el único pívot y además estrella de los Wolves. La quinta llegó nada más comenzar el último periodo reglamentario y ésa fue otra de las losas con las que los Lakers llenaron la mochila de su oponente. Con Karl en el banquillo, falta de ideas. Edwards no estaba ni se le esperaba y el recurso, con Davis siendo un portento en la zona, se reducía a los tiros exteriores. Un mal plan para aguantar casi todo un cuarto. Seis de los doce minutos no tuvieron ni un punto del combinado visitante.

Fue una locura lo que ocurrió a partir de ahí. Con Towns ya concienciado de que había que aguantar sin personales. Los errores de ese tipo llegaron desde el otro bando y se llegó a una prórroga que, por actualidad y recursos, jamás se debería haber producido en el cálido Crypto Arena.

Con 92-95 LeBron anotó un triple desde la zona derecha. La conoce de sobra. Ahí, en el Play-In 2021, ejecutó a los Warriors en la cara de Curry. Con medio minuto en el reloj James cometió un error, se confió en el saque de banda que tenían para rematar, y se tiró al suelo arrastrando a Prince en una falta muy discutida. Los árbitros no estaban caseros y Minny se vio con otra gran opción pese a que no la metía ni en una piscina. Y Davis robó en una réplica de los acontecimientos ante un Anderson que se lio con el balón. El empate se deshizo gracias a LeBron, otra vez. El máximo anotador de la historia de la NBA arrastró a todos al parecer que buscaría la bandeja, dobló el balón a la esquina, Schröder lanzó con pausa y puso el 98-95 con la grada ardiendo. ¿Estaba ganado? Eso creían, pero no. Con 1,1 en el reloj los Wolves sacaron, de lado a lado, buscando un triple de Conley en la esquina contraria, el base tiró y Davis, en un error monumental, tocó su mano para permitirle ir a la personal con tres tiros y sólo una décima restante. El primero entró por muy poco y en los otros dos no tembló la mano del veterano base de Arkansas. El 98-98 en el marcador, un agujero en la mentalidad laker y supervivencia de las pocas veces vista de unos Timberwolves que lo querían y lo querían. En la prórroga sí reinó la normalidad: el equipo de Minnesota, sin arrojar la toalla, cometió más errores que los de California. Hubo una última opción, un robo a Russell en otro saque de banda en el que Prince tuvo el empate durante el último minuto, pero los Lakers dominaron 10-4 el añadido y se apuntaron esta victoria que les mete en playoffs.