Los Lakers, en el pozo

De donde no hay no se puede sacar. Los Lakers continúan su martirio personal y su particular caída a los infiernos en Salt Lake City, donde perdieron (132-125) un partido muy importante. Todo, en realidad, empiezan a serlo para un equipo que necesita sumar victorias para entrar en playoffs y lo que hace es justamente lo contrario. Llegando a mediados de enero, los angelinos continúan acumulando derrotas y dejando muy atrás esa victoria en la Copa NBA que es ya un mero recuerdo y un total espejismo. Desde entonces, 12 derrotas en 17 encuentros, una crisis que parece no tener fin y una incapacidad manifiesta para reaccionar a pesar de tener a sus estrellas mayoritariamente sanas y de que su capacidad para conseguir ser competitivos sea tan nula como si nunca la hubieran tenido. Una plantilla a la deriva que pide cambios antes de que el mercado de febrero llegue a su fin (cada vez queda menos), un entrenador cada vez más incompetente, indolente y muy cuestionado por mucho que desde la directiva le hayan dicho que su puesto está asegurado y un tiempo que se acaba. De forma alarmante.

En apenas un mes, los Lakers han pasado de la victoria del In-Season (el pasado 10 de diciembre) al undécimo puesto de la Conferencia Oeste. A una victoria de los Rockets (décimos), a 1,5 de los Jazz (rivales directos contra los que han caído), a 2 de los Suns (que estaban a la deriva y ahora parecen increíbles a su lado), a 4 de los Mavericks y a 5 ya del sexto puesto de los Pelicans que permite el acceso a playoffs de forma definitiva, los Lakers tienen cada vez más problemas. Y sí, son una franquicia que ha aprobado muchos exámenes estudiando el último día, pero eso no siempre resulta y la remontada para los anales que protagonizaron la temporada pasada (unos meses de marzo y abril increíbles) no tiene porqué ser igual este curso. Es más, no parece ni que lo vaya a ser, ya que la presencia de Russell Westbrook permitía un diagnóstico muy sencillo entonces (por mucho que estuviera rodeado de más cosas) que ahora es más complejo, con muchas piezas que tienen que ser cambiadas. Y, sobre todo, con un equipo que hace un mes funcionaba y ahora no.

Los Lakers cayeron en Salt Lake City ante unos Jazz que buscan la victoria de forma permanente y se han dejado de especular para intentar lograr un sitio en la fase final, algo que no lograron el curso pasado al pensar en una reconstrucción constante (Dany Ainge mediante), pero que se han decidido a buscar este curso. Los angelinos, sin LeBron James, pudieron ganar... pero no lo hicieron. Y eso cuenta ahora mucho más que si los partidos son o no igualados: 102-99 a 11 minutos del final, 112-107 a 7; y 122-115 a 3. Poco más. Estando ahí, permanecieron a remolque y por detrás en el luminoso todo el último periodo y les costó mucho entrar en faena y tener verdaderas opciones. Porque, al final, es el resumen de su estilo habitual: siempre están por detrás, siempre tienen opciones... y nunca ganan. Una tortura permanente, constante, lenta y que mortifica a cualquiera. También a unos Lakers que en este último mes han ganado en Oklahoma y han cuajado una actuación formidable sin premio en Minnesota. Actuaciones que han quedado para el olvido si tenemos en cuenta que lo importante es ganar mucho, perder poco y no dar buenas sensaciones, sino sumar partidos. Este equipo, capaz de lo mejor y de lo peor, se ha quedado en lo segundo, por mucho que de vestigios de lo primero. Es lo que tiene.

El mejor de los Lakers fue D’Angelo Russell (un mal síntoma, ya que es uno de los jugadores más cuestionados de la plantilla) con 39 puntos (15 de 26 en el lanzamiento, con 6 de 11 en triples). Anthony Davis logró un triple-doble de 15 tantos, 15 rebotes y 11 asistencias, pero con un 5 de 21 en tiros de campo que desmadejó la regularidad de sus compañeros. Taurean Prince aportó 12, mientras que Reui Hachimura (17) y Christian Wood (15) aportaron desde el banquillo. Pero ninguno lo suficiente como para conseguir la victoria. En los Jazz, Lauri Markkannen (29), Collin Sextos (27, con 4 rechaces y 5 pases a canasta) y John Collins (19, con 13 rebotes y haciendo mucho daño en la zona) fueron los mejores de una franquicia que avanza y mira al futuro, cercano o lejano al mismo tiempo. La entidad de Utah se establece definitiva y merecidamente en el play in. Y toma distancia con unos Lakers perezosos, anodinos y sin capacidad de reacción. El tiempo pasa, el récord negativo se acentúa y las posibilidades de remontada que el curso pasado fueron extraordinarias no parece que vayan a aparecer ahora. Por lo que sea.

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