Los Knicks siguen soñando: adiós a unos horrendos Cavs

Sigue el sueño de los Knicks. El equipo neoyorquino ha pasado por encima de los Cavaliers en una serie que prometía mucho y se ha quedado en nada. Tom Thibodeau se ha adueñado de la eliminatoria y ha dado un repaso táctico a J. B. Bickerstaff con el baloncesto que más le gusta a él y que siempre ha querido el Madison: garra, defensa, rebote. Lo que hizo Pat Riley en los 90 para rozar el anillo y luego alargó un tacaño imitador como Jeff Van Gundy en la peor de las versiones del estilo, es lo que los Knicks están haciendo mucho tiempo después de sus años glorioso. Y, por supuesto, décadas después de esos lejanos anillos (1970 y 1973) que son parte de la prehistoria de la competición norteamericana. Hace 20 años que no se muestran competitivos. Es más, avanzan a semifinales por segunda vez en una década (2013, con Carmelo Anthony a los mandos). Pero ahí están: y con todo merecimiento.

La victoria de los Knicks es la derrota de los Cavaliers, un equipo del que se esperaba mucho más en esta temporada y, por supuesto, en esta serie. El incontestable 4-1 deja muchos interrogantes en los de Ohio, que afrontaban este curso baloncestístico con el proyecto amarrado y ahora saben que no lo está. Ni de lejos. El encaje de Donovan Mitchell al lado de Darius Garland y lo poco involucrados que están el resto de los compañeros preocupa. También la gestión de Bickerstaff, que puede ser un entrenador impulso, de esos que convierte en competitiva un equipo pero luego se ve obligado a salir y dar paso a alguien con más respuestas a la hora de la verdad. El puesto de alero sigue sin estar cubierto, la profundidad de la plantilla es escasa y la preparación física ha sido cuestionable: han acabado mal la regular season, se les ha hecho larga y tediosa, no han llegado bien a playoffs y han perdido en el cuerpo a cuerpo una batalla en la que deberían haber plantado mucha más cara.

Era la sensación: que los Knicks querían sentenciar y los Cavs tenían ganas de acabar. Y el partido fue de los neoyorquinos desde el principio y sin paliativos: 26-33 al final del tercer cuarto, 51-61 al descanso. Y sin Julius Randle, que se lesionó con sólo 16 minutos disputados (13+4+6). Mala noticia esa para los Tom Thibodeau de cara a las semifinales, que serán ante Heat o Bucks. Pero esa es otra historia, ya que los Knicks pueden sentirse orgullosos de su temporada y lo que pase a partir de aquí es un regalo. Ante los Cavs, se dedicaron a manejar diferencias siempre en torno a los 10 tantos, llegaron a ganar de 18 y nunca fueron por detrás en el marcador. Los locales intentaron mostrar algo de amor propio al final y se llegaron a poner a 10 (90-100 con algo más de 2 minutos para el final). Pero se quedó en mero maquillaje. El resultado definitivo fue de 95-106. Y la sensación, que la victoria fue mucho más abultada.

Los Knicks apabullaron a sus rivales, como en toda la serie, desde el rebote: 35-62, una diferencia abismal cimentada en Mitchell Robinson (18, 11 de ellos ofensivos, a los que sumó 13 puntos) y Josh Hart (12, con 4 tantos), ese jugador muy del estilo Thibodeau y que se ha convertido en fetiche para el técnico. Entre los dos 30, solo 5 menos que todos los Cavs juntos. Jalen Brunson tuvo un mal día en el tiro (8 de 22), pero se fue a 23 puntos, con 4 rebotes y 4 asistencias. Rj Barret hizo 21+4+4. Immanuel Quickley, 19 desde el banquillo. Y desde el mismo lugar, Obi Toppin sumó 12. Las cosas claras y a ver qué pasa con la situación de Randle para afrontar las semifinales y dar guerra al que pueda venir. Y muchas sonrisas tras una temporada que empezó de forma muy complicada para los Knicks, con rumores incluso del fin de la etapa de Thibodeau en el banquillo. Pero que se ha arreglado y ha ido en una dinámica objetivamente ascendente: sin ninguna duda.

Al rincón de pensar se van de forma obligada los Cavs. Mitchell se dedicó a tirar mucho (11 de 26 en el lanzamiento, con 3 de 12 en triples), muchas veces de manera precipitada, a pesar de acabar con 28 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias. Y Garland se quedó en 21, pero perdió 6 balones. Caris LeVert consiguió 19 tantos e Isaac Okoro 10 desde el banquillo, pero nada funcionó en un equipo que fue siempre a remolque y en ningún momento dio la sensación de poder remontar. Se acaba la temporada para ellos y también para Ricky Rubio, que volvió a no jugar y no ha vuelto a ser el base que era antes de su desgraciada lesión, una demasiado dura para alguien de ya 32 años y ya 11 temporadas en la NBA que desgastan a cualquiera. Tiene contrato hasta 2025 y seguirá ligado, en principio, a la entidad. Y se mueve entre dos vertientes: que su mejor momento haya pasado o que necesite más tiempo para volver a su mejor nivel. Veremos. De momento y salvo sorpresa, su próxima parada será el Mundial con España. Los Cavs tendrán que tomar decisiones. Y los Knicks, sus verdugos, siguen soñando. No es para menos.