Los Heat se niegan a rendirse

Es muy probable que no signifique nada, que no sea más que un resbalón extraño, uno de esos días en los que a uno le sale todo al revés. Sigue siendo el favorito abrumador para llegar a las Finales desde el Este. Sigue siendo el equipo que ha ganado 64 partidos de regular season y todo lo demás. Y sigue teniendo en su mano alcanzar la gloria que se le lleva años escapando aunque nadie la ronda, primavera tras primavera, con más insistencia. Todo eso es verdad, y seguramente el sábado aprovechará la primera ocasión para cambiar las tornas y volver a la normalidad en su primer partido a domicilio de estos playoffs. Tendría que ser así se mire como se mire. O casi, casi, casi como se mire. Pero, por otro lado, es imposible no arquear la ceja al menos un poco o no sonreír (al menos un poco), según como le vaya a cada uno la fiesta, con este 101-111 que puso el 1-1 en la serie entre Boston Celtics, el favorito masivo, y Miami Heat, el underdog que lleva a playoffs trastabillado tras una temporada muy pobre y casi K.O. por culpa de las lesiones (Jimmy Butler, Terry Rozier).

Porque, claro, aquí hay una historia, una narrativa en la que es inevitable no meter al menos los pies, por muy irresponsable que sea hacer algo más que eso, no digamos zambullirse en ella sin ningún temor. Aquí hay dos equipos que se detestan; porque nada une más que enfrentarse en playoffs y lo están haciendo por cuarta vez en cinco años. En dos de las tres anteriores (2020 y 2023), los Heat dejaron a los Celtics sin Finales de la NBA cuando eran los verdes muy favoritos, la temporada pasada escandalosamente favoritos. Ahora lo son más todavía. Ahora han ganado 64 partidos, solo habían perdido cuatro en el Garden y su rival parecía abandonado a su suerte, sin más armas que esa Heat culture que parecía una cuestión de fe. Alicaído, sin un Butler que es el santo de todos sus milagros y sin Rozier, el chico nuevo en la oficina.

Nada de todo eso, se supone (aunque a veces, en los playoffs, pasa) debería cambiar por un partido. Esto debería ser un accidente y no un síntoma. Pero el caso es que ahora todos tenemos que esperar al sábado y al Kaseya Center de Miami para restablecer nuestro juicio. Los Celtics, reconocidos por abandonar sus buenos hábitos competitivos en los peores momentos de las eliminatorias, han perdido el factor cancha y buena parte de la ventaja emocional que amasaron con la paliza del domingo, para el 1-0. Los Heat, acostumbrados a ser un dolor de muelas para cualquier otro y una pesadilla infame para los Celtics, estos Celtics, cuando llega la postemporada, han recuperado la vida cuando, y se puede jurar que era así, un 4-0 parecía el resultado más probable. El caso es que la cosa está 1-1, que una eliminatoria que parecía inerte se ha cargado de vibraciones (veremos cuánto duran) y que vamos a tener todas las narrativas que queramos, al menos hasta el sábado. Juegan Celtics y Heat, es imposible que no sea así.

Muchos triples... y mucha defensa

La noticia es que los Heat pasaron de su 12/37 en triples el domingo a un 23/43 (53%) que es su récord en playoffs y que supone un dato que se escapa, a priori, del rango que tiene a mano este equipo. Los Celtics, a la inversa, cambiaron su apabullante 22/49 (49%) del primer día (en el que llegaron a ganar por 34 puntos) por un 12/32. En la NBA de 2024, ya se sabe, estas fluctuaciones en ese tiro exterior que se ha convertido en la madre de todos los corderos provocan resultados atrofiados, partidos de desenlace totalmente imprevisto. Pero el problema para los Celtics, si es que tienen alguno (no deberían, pero), están en sus escasos 40 puntos del segundo tiempo, en cómo la defensa de los Heat les hizo cambiar triples liberados por tiros de dos bien defendidos. Por ese trueque se escurrió el flow de los verdes, un equipo que juega a abrumar desde el exterior y que por eso es tan arrollador en ataque… y por eso puede acabar siendo vulnerable contra el rival adecuado. Los Heat de abril de 2024 no parecen ese rival adecuado. Pero aquí hay una historia, y después de lo visto en este partido conviene, por lo menos, respetarla. No vaya a ser.

Erik Spoelstra, la razón principal (además de la alargada sombra de Pat Riley en las gradas del Garden) de que los Celtics puedan sentir al menos un puntito de aprensión (sería humano), dijo después del partido que cuando entran los tiros, todo se ve mucho mejor. Y es verdad. Pero en esa simplificación de la que parte todo lo demás escondió que su equipo salió con verdadera voluntad de igualar las ráfagas exteriores de su rival. En el primer cuarto, 15 de sus 19 tiros fueron triples. Metió ocho. Y, sobre todo, que saltó al nivel defensivo que se espera de él con una presión permanente, cambios entre individual y zona, un nivel físico fanático y ayudas mucho más tardías que el domingo, cuando las lecturas rápidas de los Celtics encontraban permanente al tirador liberado.

Sin opciones de ejecución supersónica, los Celtics se metieron en el barro en el que esperaban, felices, los Heat. Jrue Holiday tiró mal y no fue determinante en defensa, el banquillo casi no aportó y Kristaps Porzingis, el teórico gran factor X, vivió una noche absolutamente nefasta: 6 puntos, 1/9 en tiros, -32 en pista. Aplanado por la intensidad física de su rival. Cuando acabó el último cuarto, solo los Jays llevaban más de siete puntos. Brown acabó con 33 después de algunos minutos excelentes. Tatum, con 28 pero sensaciones en picado tras sus 14 del primer cuarto. En el último, solo una canasta en juego y 4 puntos, muy poca ayuda en un intento de reacción que llegó hasta un 96-102. Lo mató Caleb Martin, cómo no, porque esto es un Celtics-Heat de playoffs. El alero anotó 21 puntos con un 5/6 de tripes, incluido el que puso el 96-105 en ese momento crítico. En su vida en playoffs, promedia 6,9 puntos y un 32% en triples contra todos los demás rivales… y 13,6 y casi un 49% contra los Celtics. Es el dato favorito de los que creen que Spoelstra es más brujo negro que excelente entrenador.

Abucheado por viejas cuentas pendientes y por una falta dura a Tatum el domingo, Martin volvió a ser el chico del poster, la metáfora perfecta de otro pero cómo puede estar pasando esto. Pero la victoria, asegurada por la catatara de triples (que será casi imposible repetir sostenidamente, creemos), se apoyó en el excepcional trabajo en defensa de Bam Adebayo, que además trabajo la zona media del ataque y acabó con 21 puntos (y 10 rebotes). Un partido enorme del pívot y mucho trabajo de jugadores como Jovic y Highsmith, que parecieron superados en el estreno de la serie. Y, finalmente, una actuación verdaderamente importante de Tyler Herro, tantas veces un talento liviano y esta vez un anotador de referencia (24 puntos, 6/11 en triples) y, sobre todo, un generador cerebral y oportuno (14 asistencias). Los Celtics pueden permitirse que el escolta anote o asista, pero deberían intentar que no haga las dos cosas.

Aquí estamos, con un 1-1 que parecía improbable antes de comenzar la serie, no digamos cuando se lesionó Butler en el play in, y casi imposible tras la tormenta verde del primer partido. Atrapados entre escuchar a la lógica y abandonarnos a una narrativa que se nos mete por el gaznate. Al menos, así va a ser hasta el sábado. Esta vez no debería, realmente no debería, esperar a los Celtics una trampa para osos en Miami, y también es pronto para decidir que en este partido ya se ha visto la radiografía de cómo acabarán cayendo, aunque sea más adelante, otra vez. Pero se dirá. Es el peaje que les toca a los Celtics por sus patinazos de los últimos años, uno al que han permitido instalarse en el salón de la eliminatoria y al que les va a tocar echar a escobazos a partir del sábado. Sería lo lógico, sí. Pero.

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