Locura absoluta: Banchero fuerza el séptimo partido

Hace 15 largos años, en 2009, Magic y Cavaliers protagonizaron una serie estupenda. Nadie queda en activo de entonces, pero sí el increíble recuerdo de como la franquicia de Orlando sentenció a LeBron James en seis espectaculares partidos. El equipo entrenado entonces por Mike Brown se fue a las 66 victorias en regular season y todo el mundo soñaba con unas Finales en las que un Rey todavía sin corona se enfrentara a Kobe Bryant, un jugador legendario que iba entonces camino de su cuarto anillo de cinco. Pero enfrente tenía a un Dwight Howard que evitaría semejante proeza con una eliminatoria extraordinaria, en la que un triple de LeBron ponía el 1-1 antes de dos intensos partidos en Kia Center que dieron una ventaja que para los Cavs fue ya insalvable a pesar de ganar el quinto asalto. En una oda al baloncesto ideada por Stan Van Gundy en el banquillo, tiradores liberados, un point forward como Haedo Turkoglu sustituyendo en la distribución a Jameer Nelson y su temprana lesión dicha temporada (fue All Star) y una defensa extraordinaria, los Magic alcanzaron las Finales por segunda vez en la historia. Un hito absoluto para una entidad que llegó a la NBA en 1989 y que intentó con Shaquille O’Neal primero lo que tampoco consiguió con Howard después.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y el único denominador común ha sido volver a ver a Howard, pseudoretirado (no juega en la NBA desde 2022 y está en Taiwán), animando a un público con el que ya está reconciliado tras su abrupta salida en 2012 camino a los Lakers y a su propio infierno personal, traición a Stan Van Gundy mediante. Los grandes veteranos suelen acabar así y la historia del pívot, tres veces Mejor Defensor de la mejor Liga del mundo, es de una narrativa cautivadora: fue dando tumbos en unos sitios y otros hasta regresar a los Lakers en 2019 y conquistar el anillo de 2020, en la franquicia que le vio caer, a él y a su reputación. Sigue siendo uno de los mejores centers de siempre, aunque sus años de dominio fueron menores en cantidad que otros de los grandes de la historia (Shaq, Hakeem Olajuwon, Buill Russell, Wilt Chamberlain...) y se dieron en unos Magic que quisieron a su hijo pródigo durante unos años en los que permitió soñar con el premio más grande. Con él llegó la única victoria del equipo de Orlando en unas Finales, en ese 4-1 ante los Lakers. Y su adiós dejó a la entidad sumida en muchas temporadas de una crisis inacabable y que parece ver su final ahora. 15 años después.

Los Magic tienen algo en común con los Cavaliers, siempre salvando las distancias. Están a un partido de superar una ronda de playoffs por primera vez desde 2010, con Howard en la franquicia. Desde la salida del pívot han pasado 12 temporadas, con dos tristes presencias en playoffs con Steve Clifford de entrenador y Nikola Vucevic amasando estadística, casi siempre en forma de rebotes. Pero peor es la cosa para los de Ohio, que intentan escapar de la que es probablemente la sombra más larga que se ha visto en el baloncesto estadounidense y mundial: la de LeBron James. Pasaron de primera ronda por última vez en 2018, y la temporada pasada se colaron en playoffs por primera vez sin el Rey. Pero sin su jugador franquicia, ese que les concedió el anillo prometido en 2016, no logran superar una eliminatoria de la fase final desde... 1993. Desde luego, pocas veces un equipo ha sido tan dependiente, en forma y fondo, de un solo profesional, por mucho que sea LeBron. Y hay que remontarse 31 años atrás, cuando James contaba apenas con 8 y no era más que un niño que volaba entre vientos de promesas, para ver a unos Cavs llegar, al menos, a semifinales de Conferencia. Esa plantilla, entrenada por el legendario Lenny Wilkens, contaba con Larry Nance, Brad Daugherty, Danny Ferry, Mark Prince o Steve Kerr. Nombres históricos de un pasado muy lejano. Uno que a veces es necesario resaltar para entender el presente.

Mitchell se sale, pero Banchero decide

No queda nada hoy en día de esa serie de 2009, que no se prolongó en duelos futuros y no conformó ninguna rivalidad a pesar de su belleza. Pero el destino ha vuelto a unir a Magic y Cavs, esta vez en primera ronda. Y no está defraudando: tras seis partidos, todos resueltos a favor del conjunto local (puro baloncesto de la Costa Este), el resultado es de 3-3, en buena parte por la capacidad del equipo de Jamal Moshley para forzar el séptimo partido. Con 89-89 en el marcador, Paolo Banchero anotó un triple espectacular y luego consiguió un 2+1. A pesar de no anotar el adicional, el esfuerzo fue suficiente par crear una ventaja que los Magic ya no perderían. Al final, 103-96, 30-18 en un último cuarto en el que se desatascó un encuentro que fue un toma y daca constante y que los Cavs quisieron y debieron ganar, pero no pudieron. Dos equipos jóvenes enfrentados entre sí puede dar como resultado que unos muestran una imberbe energía procedente de la precocidad y los otros unos miedos comprensibles ante un triunfo que nunca han vivido.

Banchero, que ha jugado este curso su primer All Star, finalizó el partido con 27 puntos, 8 rebotes y 4 asistencias, anotó 10 en el último periodo y fue el líder de un equipo que cerró el choque desde la personal y sigue soñando. Franz Wagner, con 26, y Jalen Suggs, con 22, le acompañaron en la hazaña, mientras que Wendell Carter logró 11, con 9 rechaces, y Jonathan Isacc capturó 9 rebotes, uno de ellos en ataque y esencial para ganar el encuentro. Pero parte se llevaron los Cavaliers, que contaron con 10 de Max Strus, 21 de Darius Garland... y 50 de un Donovan Mitchell que jugó un partido legendario, extraordinario, increíble. Pero que no tuvo su recompensa, en parte por la dependencia que los de Ohio han generado con su estrella, que se lo jugó todo en el último cuarto porque nadie más quería hacerlo y anotó los 18 tantos de su equipo en esos 12 minutos. Algo que los Cavs se tendrán que hacer ver antes de afrontar, con toda la presión sobre sus hombros, el séptimo y definitivo partido.

Ya lo dijo Bill Russell: “Las dos mejores palabras del deporte: game seven”. No sabemos si Cavaliers y Magic se lo van a tomar así, pero en Orlando van con dinámica ascendente, han ganado tres de los últimos cuatro partidos y el que perdieron fue de un sólo punto, en Cleveland y gracias a un providencial tapón de Evan Mobley en los segundos finales. Sus rivales juegan en casa, han logrado 48 victorias en regular season y son mejor equipo, a priori, que sus rivales. Pero ya pincharon la temporada pasada ante los Knicks en la misma eliminatoria, suelen llegar algo desgastados a estas alturas de la temporada y tienen una losa muy importante que superar, una que va más allá de lo deportivo y que les ha hecho fracasar en otras ocasiones, entre otras cosas porque es algo con lo que luchar no es especialmente recomendable. La sombra de LeBron James se cierne sobre el equipo de LeBron James. Uno que intenta escribir su propia historia sin la figura que les metió en la historia. Superar eso no es nada fácil. Y el séptimo partido dictará sentencia. Veremos.

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