NBA | LAKERS 110 - TIMBERWOLVES 103

Padre, Hijo y Espíritu Santo

Los Lakers comienzan con buen pie: victoria ante los Timberwolves. El protagonismo de LeBron James y Bronny James dejó paso a un crucial Davis.

Momentos solemnes para una competición deportiva, incluso para todo un deporte, son fiestas en las que siempre puede haber invitados que se adhieran a última hora y se hagan con el control del espectáculo. Una situación de esa magnitud se dio anoche en el Crypto Arena de Los Ángeles. Allí donde se construyen los sueños que decía Marchal, se ha pergeñado uno más. Bronny James debutó a la vera de su padre, LeBron, en el segundo cuarto de este debut de temporada con los Lakers. El joven dispuso de algo más de dos minutos para demostrar que va sin nervios y que se va a centrar en un crecimiento de cocción lenta sin arriesgar lo más mínimo. Ésa fue la acicalada anécdota de un choque vibrante para arrancar el curso.

110-103 se dispuso en el pabellón californiano. Los Timberwolves que ahora son de Edwards, líder de los que no te deja indiferente, y a los que se ha unido Julius Randle este verano fueron a remolque durante toda la jornada y sólo apretaron en el tramo final, hasta la sentencia de LeBron con un triple, sin que peligrara realmente el triunfo de los locales. L.A. estrena ilusión y, además, entrenador, un recién retirado J.J. Redick que suma la primera en el casillero bueno.

Algarabía había, valga el pareado, para ver si debutaba Bronny James y en qué momento y en qué circunstancias. Cuando los Lakers alcanzaron la estabilidad en el encuentro, habiendo sacado un pequeño margen a raíz de buenos contragolpes y manos rápidas en defensa, Redick le dio salida. Al mismo tiempo que su padre para que la foto valiera millones. Intentó un tiro de tres y uno de dos, cazó un rebote y brilló con un par de buenas defensas. Pero había que seguir. No volvió a pisar pista. Es una carta de presentación. Allí estaban para verlo, además de la familia, los Griffey, los primeros padre e hijo en compartir equipo en las grandes ligas americanas. Pero el verdadero invitado de honor era Anthony Davis más que nadie.

Después de seis derrotas seguidas en las opening night hubo celebración en casa de los Lakers. Davis tuvo la mayor parte de culpa. El ala-pívot, crecido ante la nueva competencia con Randle y también con Gobert, se fue hasta los 36 puntos y 16 rebotes para cuadrar un doble-doble. Se anotó, de igual manera, 4 asistencias y 3 tapones. Cogió el relevo a Rui Hachimura (18 puntos), el más encendido en la primera mitad. Hayes, con 10, sorprendente ante las bajas en el juego interior. Edwards y sus 27 tantos mantuvieron viva la llama de la competitividad hasta el debido desenlace.

Los Wolves faltaron a la contundencia dentro de la zona y ahí hallaron no sólo al mejor Davis sino a un grupo de jugadores que tenían más hambre que ellos. Las recurrentes faltas de McDaniels, la no tan atinada guía con la que dirigió Conley o que DiVincenzo y Walker sólo fueran amenaza desde el perímetro minó a los de Minny frente al rival más fiero.

Davis tuvo que mejorar unos porcentajes que no le hacían justicia. Finalmente encestó 13 tiros libres y 11 lanzamientos en juego. Con ello le dio para aleccionar a los que tenía enfrente y a muchos más. Si aspiran a algo en el Oeste, él debe marcar el camino.

Los Lakers también vieron algún detalle de Vincent, lesionado gran parte del año pasado, y, sobre todo, tanto a Reaves en tareas de dirección como al novato Knecht queriendo seguir sus pasos como perfil de joven blanco que busca reivindicarse entre tanto foco. La noche salió redonda a la familia James, a la familia Buss y a los que viven en púrpura y oro.

Faltando cuatro minutos para el descanso Bronny encaró el parqué junto a su padre, LeBron, por orden de Redick. Los dos pudieron cumplir el sueño del progenitor, al que hasta recorrió cierto nerviosismo en las siguientes jugadas. Una vez el hito quedó confirmado, a otra cosa. La temporada es larga y el desarrollo del júnior va a ser una conversación recurrente durante la misma.

Instantes previos a eso los Lakers habían pegado el estirón clave de la noche, un 21-3 de parcial. Buenas carreras para acabar contras, metiendo aceleración y velocidad, sacando manos que ayudaban a proteger el aro. Plantados como en las noches más vibrantes. El estilo que querrá imponer el nuevo técnico, un ejemplo de baloncesto ofensivo cuando el que estaba sobre la cancha era él, se acerca a ello. 13 era la diferencia al pase por los vestuarios. En la reanudación varios jugadores de los Wolves sacaron la cara; Randle, acostumbrado a tomar sus propias decisiones, fue uno de ellos. Otro fue Gobert, que había recibido un mate en la cara de Hachimura y un tapón humillante de Davis (que, en términos bíblicos, fue el Espíritu Santo de la Santísima Trinidad con tanto discurso de padres a hijos). Del francés, como curiosidad al canto, se conoció su renovación con Minnesota minutos antes del partido: 110 millones por 3 años, declinando los 46 que iba ganar la próxima campaña por ampliar dos más su vinculación. El trío de grandes que completa Reid más otras aportaciones, clave para agarrarse al partido.

Triple del mencionado Naz y a cuatro. Faltaban diez minutos. Es lo máximo a lo que se pudo acerca el combinado que dirige Chris Finch. A partir de ahí hubo algún desliz visitante, intentos heroicos sin fortuna de Edwards y una constante: Anthony Davis sacando el salvavidas. El dominio de sus días de superestrella. El James padre cerró la pelea con un triple y todos tan contentos.

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