La histeria empuja a los Lakers

Los Lakers han caído definitivamente en la histeria, en una espiral de locura que, desde luego, hace que sus partidos sean cualquier cosa menos aburridos. ¿Frustrantes, desquiciantes, emocionantes, extraños, difíciles de explicar? Sin duda. Malos, regulares y hasta buenos, algunas noches. ¿Aburridos? Últimamente, ninguno. Aunque no sea por las razones que gustaría a sus aficionados y aunque estos se hayan acostumbrado a acabar con sabor amargo en el paladar. Pero, eso sí, después de un ataque al corazón y sin tiempo para pegar una cabezada. Los Lakers no son un equipo con verdadero fuste pero, eso hay que reconocérselo, compiten. Lo intentan, pelean. Tienen a LeBron James pero no tienen a Anthony Davis. Tienen a Russell Westbrook, con todo lo que eso implica en los dos lados de la balanza. Tienen tiradores que fallan mucho pero aciertan, al menos, a veces. Tienen bajas cruciales más allá de la de Davis (Walker, Reaves…) y tienen unas oficinas en las que sus dirigentes parecen empeñados en pasar la temporada sin apostar soluciones, sin buscar respuestas. Sin intentarlo. Tienen distracciones, problemas, líos. Pero cuando salen a jugar, lo intentan.

De toda esa matraca de emociones, salen cosas increíbles como el último partido, 122-121 contra Memphis Grizzlies, un equipo que llevaba once victorias seguidas y tuvo la duodécima, y el récord de la franquicia, descaradamente en la mano. Pero hay cosas que, sencillamente, pasan. Quizá por estadística, porque a los de Tennessee ya les tocaba perder después de tantas victorias, cada partido de 2022 hasta este en su zurrón. O porque a los Lakers les tocaba que una moneda al aire saliera cara, aunque solo fuera por insistencia: siete de sus últimos nueve partidos se han resuelto en posesiones determinantes dentro del último minuto. Máxima presión y muchas derrotas dolorosas, evitables y seguidas contra Mavericks, Sixers, Kings… Sus propios males (pésima gestión en esos finales al límite, en esencia), fallos de los árbitros, toques de mala suerte. Quizá es solo eso: tocaba. Porque, viendo el partido, es difícil encontrar explicaciones más allá de que tocaba y de que los Lakers, con todas sus miserias a cuestas, lo intentan hasta el final.

Los Grizzlies ayudaron, enredados al final en un carrusel de faltas, malas decisiones (¿exceso de confianza?), errores graves. Después de un inicio flojo de los dos equipos y un primer tiempo de tanteo (49-53), pareció durante casi toda la segunda parte que el mejor equipo impondría la lógica, incluso con cierta suficiencia. Se pasó por un 72-83 en un tercer cuarto muy claro para los Grizzlies, que llevaron en el último parcial a los Lakers con el gancho, siempre con ventajas que rondaron la decena. Pero no sentenciaron, no acabaron con un rival desesperado y al que le tocaba que la moneda cayera de su lado. A falta de tres minutos era un 104-112. A falta de 90 segundos, un 110-116. LeBron reboteó en ataque un fallo de Westbrook y anotó (115-118). A Westbrook le cayó un rebote de ataque sucio, muy peleado, y anotó (117-118, 23 segundos para el final). Tyus Jones fue metiendo tiros libres pero los Grizzlies dejaron constantemente una puerta abierta. Y por ella se coló Dennis Schröder, un jugador ciclotímico en un equipo ciclotímico.

El alemán anotó cinco puntos en los últimos segundos. Primero dos tiros libres (119-120) y después, en la jugada del año por ahora para los Lakers (no hay mucho para elegir), le robó la bola con un manotazo por detrás a un Desmond Bane al que, con 13 segundos solo por jugar, le bastaba con asegurar la posesión hasta que le hicieran falta. Schröder cruzó la pista y completó un 2+1 heroico (122-120) con falta de un ya desordenado Bane. Quedaban siete segundos y, por si alguien dudaba, mucho más drama: Ja Morant falló, Gabriel empujó en la lucha por el rebote a Clarke y el pívot de los Grizzlies anotó el primer tiro libre (122-121) pero falló el segundo. Bane, casi sobre la bocina, estuvo a punto de rebañar el balón para un último tiro desesperado pero pisó la línea lateral. Y los Lakers, después de agotar cuatro décimas eternas, ganaron. De forma tan increíble como habían perdido otros días. ¿Una por otra? Algo así.

El caso es que es un 7-4 en los últimos 11 partidos contando con esas derrotas que podrían haber sido victorias contra equipos de la zona playoffs. Y es un 9-9, por ahora, en las casi cinco semanas sin Anthony Davis que, para rematar una noche de felicidad en L.A. (cosa rara ahora mismo, la verdad), podría regresar ya la próxima semana. Los Lakers están consiguiendo, con la lengua fuera y sufriendo todo lo posible y otro poquito más, aguantar malheridos pero vivos con la esperanza de que el pívot vuelva en el excelente nivel en el que estaba antes de su fatal lesión en un pie. Es un 21-25 (la temporada empezó 2-10…) que supone estar a un partido del play in pero, en un Oeste en el que todo está por decidir del tercer puesto hacia abajo, también con las mismas derrotas que el octavo y solo una más que el sexto. Será remar y remar para morir en la orilla o será un ejercicio de supervivencia con premio final. Será lo que sea, pero está siendo. Y no es poco, tal y como están las cosas.

LeBron James acabó con 23 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias. Westbrook, que no se rindió nunca en el último cuarto, en 29+5+6. Schröder en 19+8+8. Y después Brown, Gabriel, el cierto repunte de Beverley y Nunn… con Walker y (por encima de todo) Davis a punto de volver, y Reaves en recta final también de recuperación, pueden venir tiempos (algo) mejores, pero hasta entonces hay que sobrevivir. Así que cada partido es un drama y cada victoria, un botín que celebrar. Los Grizzlies (31-14) quedan a un partido y medio de los Nuggets después de perder una ocasión de oro por ese cúmulo de errores (9-14 en pérdidas, 9/29 en triples, 26/40 en tiros libres…) y ese desastre de último minuto que los terminó de condenar. Esta en una situación privilegiada, y en batallas muy distintas (y más elevadas) que las de los Lakers, pero a nadie le gusta perder así, claro. Ja Morant anotó 22 puntos pero tiró 29 veces (9/29) y vio como su padre, por cierto, se enzarzaba con Shannon Sharpe (personalidad de Fox Sports y exjugador de la NFL) en el descanso. La cosa, al menos, acabó en abrazó un buen rato después.

Bane sumó 16 puntos pero lo estropeó todo al final, Adams acabó con 16 puntos y 17 rebotes, Brooks tuvo una de esas noches tan habituales en él (4/17 en tiros) y Santi Aldama jugó más de 15 minutos y aportó 4 puntos y 5 rebotes. La próxima vez que los Grizzlies jueguen en L.A. contra los Lakers será el 7 de marzo y será, claro, la noche de la retirada del número 16 de Pau Gasol. Historia del baloncesto español.