Joel Embiid, con el alma en vilo

El primer partido del Knicks-Sixers, dos rivales del Atlántico que no se enfrentaban en playoffs desde 1989, acabó pareciendo un microcosmos de toda la carrera (se van a cumplir diez años de su elección en el draft, en 2014) de Joel Embiid. El pívot camerunés comenzó dominando por completo el partido (15 puntos en el primer cuarto), vio como su equipo naufragaba durante sus minutos de descanso y, lo peor de todo, se tuvo que ir al vestuario por problemas en esa rodilla que lo dejó fuera de la carrera por el MVP y le hace vivir estos playoffs entre algodones. Fue cerca del final del segundo cuarto, cuando los Knicks habían dado la vuelta al partido en un Madison que era una jaula de grillos. Embiid volvió, pero ya no fue el mismo en una segunda parte en la que desde luego lo intentó, pero no le acompañó el físico. Lo dicho, como una metáfora de su carrera NBA hasta ahora. Y los Sixers perdieron (111-104) y comprobaron lo que seguramente ya sabían: lo van a tener crudo contra estos Knicks histéricos en el mejor sentido de la palabra.

Fue un mate tremendo tras lanzarse la pelota al tablero. Una jugada que demostró lo poderoso que puede ser Embiid… pero también cómo de frágil es, especialmente con ese menisco recién reparado. No está al 100%, es obvio; Está poniendo lo que puede (+14 con él pista, -21 sin él) para que su equipo navegue, pero parece que lo que quede de playoffs para los aficionados de los Sixers va a ser inevitablemente así: con el corazón encogido, pendientes de cada aterrizaje, cada giro brusco y cada caída de un jugador franquicia que se mueve bajo la cruz de sus mil maldiciones en playoffs pero, sobre todo, con el alma en vilo por esa rodilla que parece a punto de abandonarlo otra vez. Que no le deja ser del todo él y que tiene en cuestión su presencia en el segundo partido, mañana. Seguramente jugará, la cuestión es cómo.

La aparición clave de ‘Deuce’ McBride

Embiid acabó con 29 puntos, 8 rebotes y 6 asistencias en más de 37 minutos en pista. Dirigió el gran primer cuarto de su equipo (25-34 pasando por un 19-31), dejó la temporada en suspenso con esos problemas tras el mate antes del descanso y volvió después para estar presente en otra carga de unos Sixers que estaban por delante (79-82) antes de un último cuarto en el que su gran referente, su pívot-montaña, no anotó ningún tiro de campo y se movió con visibles problemas, acorralado además por la intensidad de Mitchell Robinson. Si se mira desde el prisma de los Sixers, la eliminatoria se reduce a eso. Cuánto va a aguantar, y sobre todo cómo va a aguantar, la rodilla de Embiid.

Para los Knicks la película es otra. Con 50 victorias por primera vez en once años, su presentación en playoffs respondió a lo que resulta incuestionable con ellos, esté como esté la reserva de talento: esfuerzo, defensa y una competitividad a prueba de bombas que ganó medio partido en la lucha por el rebote. Uno de los mejores equipos en capturas ofensivas contra uno de los que peor protege los rechaces en su aro, la cosa fue como se podía esperar. O todavía más pronunciada: 23-9 en rebotes de ataque (55-33 en total) para unos Knicks que lanzaron diez tiros más (las matemáticas cuentan, sobre todo en playoffs) y que arrasaron en la batalla de unos puntos de segunda oportunidad que, por ejemplo, los sostuvieron cuando no les entraba ni un tiro en el primer cuarto.

La partida de ajedrez comenzó con Kelly Oubre defendiendo bien a Jalen Brunson y OG Anunoby haciendo sufrir en la primera parte a Tyrese Maxey. El base de los Knicks acabó con 22 puntos, 7 rebotes y 7 asistencias pero un 8/26 en tiros que lo dejó muy lejos de su mejor versión. Maxey, como Kyle Lowry (18 puntos), emergió tras el descanso y acabó con 33 puntos para unos Sixers que perdieron el segundo cuarto 33-12 pero ganaron el último 21-36.

El intercambio de golpes y de rachas, con todos los ojos puestos en la rodilla de Embiid, acabó dejando en pie a los Knicks por obra y gracia de una segunda unidad sobresaliente, decisiva: el trabajo de Robinson en las zonas, los puntos quirúrgicos de Bojan Bogdanovic (13) y el trabajo sensacional, por toda la pista de Miles McBride. Deuce dio relevos en la defensa a Maxey y además anotó 21 puntos absolutamente decisivos, con un 5/7 en triples que se sumó al 4/8 (tres en el último cuarto) de un frenético Josh Hart que terminó con 22 puntos y 13 rebotes. McBride y Hart son de esa estirpe de jugadores que adora el Madison y que no se rinde nunca. Tipos que juegan hasta las últimas consecuencias y que solo se comban ante rivales visiblemente mejores que ellos. Cuando no hay más remedio. Es muy probable que estos Sixers no lo sean en ningún caso, y menos con un ojo siempre puesto en la rodilla de Embiid, a punto de hacer crack en un primer partido que demostró que la eliminatoria está más o menos donde se podía esperar antes del salto inicial: igualada pero inclinada hacia Nueva York. Si mañana se repite el guion, pasará a muy inclinada.

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