Los Warriors lo aprietan todo

Los Mavericks vivían en un sueño total en estas últimas semanas. Siete seguidas. Once de doce. Todo verde en los cuadros clasificatorios para cambiar de plano. Ahora están por el quinto puesto cuando febrero se veían más octavo o noveno. Con todo rodado se iban a ver con los Warriors un par de veces en tres días, un rival directísimo, y la Conferencia Oeste ha pegado un cambio con el primer enfrentamiento.

El duelo se celebrara por fin ese 2 de marzo después de haber sido aplazado el 19 de enero por la inesperada muerte del entrenador asistente Dejan Milojevic. En el Chase Center el impulso que necesitaba Golden State se dio y se confirmó con el 104-100 con el que campeó en el marcador. Un resultado que sacude las opciones de estos dos equipos y varios más que tienen el play-in entre ceja y ceja.

Los Warriors son los décimos en la clasificación por el lado del Oeste. Parecen haber puesto tierra de por medio con los Rockets, undécimos, por los resultados de la jornada. Por lo que la mirada se fija más arriba. A dos, los Lakers. A tres, Suns y Kings. A cuatro, los Pelicans y los propios Mavs a los que vencieron este martes. Las apreturas empiezan a ser importantes dado que se acerca el fin de campaña.

No es por la falta de piernas de Doncic e Irving. Luka directamente consiguió un triple-doble, 30 puntos, 12 rebotes y 11 asistencias, bien apoyado por su 11/22 en tiros. Kyrie sirvió como acicate también en ataque, 27 puntos, y con otro buen 10/19 en tiros. Pero fueron con una rotación corta, siete y medio, y se vieron luchando contra un conjunto bien plantado, con ayudas entre ellos, que recuperaron parte de ese espíritu que les hizo campeones hace sólo dos años. Se están acercando los playoffs y, lleguen a ellos o no, se han puesto las pilas recuperando al enforcer que les ha mantenido activos y latentes: Draymond Green.

Los Warriors han dado una imagen interna preocupante en fechas recientes debido, de nuevo, a un vacío únicamente achacable a las malas formas de Green. La expulsión en Orlando y las lágrimas de impotencia de Curry han sido tendencia, una a cortar, y Draymond acudió a esta cita en San Francisco contra Dallas Mavericks con ganas de hacer lo suyo, lo de siempre y lo de verdad: ser un pulmón, dar ritmo, aportar otra visión y, por encima de todo, aparecer como seña de una identidad que tantos triunfos ha dado en los Warriors. Su aportación, lejos de los focos que dan los números de otros jugadores, fue absolutamente capital para vencer en este partido y continuar ese hilo de esperanza que en la franquicia mantienen. Hay partido.

En una noche sin brillantina, copada por el miedo a perder posibilidades en el Oeste de cara al inmediato futuro, los Warriors hicieron suyo ese miedo para transformarlo en acierto. Vestirse con ese aura de dinastía, la que han protagonizado en la última década, e infundir pánico en un oponente demasiado dependiente de sus dos mejores jugadores. La primera parte, con poco ritmo, se cerró con un empate a 59 que dejaba con ganas de más. Buena lectura de Kerr y sus jugadores durante el descanso de Doncic en la segunda mitad, donde aprovecharon para sacar una pequeña ventaja. Ahí se había desequilibrado el encuentro, únicamente un poco. El trabajo de los exteriores, a relevos viendo que ninguno tenía el partido de su vida, fue minando también a sorbos a los rivales: Paul, (14), Thompson (14), el mencionado Curry (13) e incluso Moody (12). Fuera de esa órbita estaba Draymond, el que iba a pegar el puñetazo en la mesa pero sin la violencia injustificada a la que nos ha habituado. Con empate a 92 y más de cuatro minutos por jugarse, Green empezó a jugar de verdad. De la asistencia a Klay para un tiro en transición pasó a la fiesta: una bandeja rompiendo tras bloqueo y un punteo a un tiro de Curry que se quedó corto, ambas acciones con interferencia ilegal de la defensa de los Mavs, para continuar con un taponazo a Gafford y pugna con Irving y, como colofón, una penetración urdida enteramente por él y acaba por la derecha con buen toque. A ocho. Y lo intentaron los texanos hasta el final, un final en el que Green forzó a Irving a lanzar al pico del tablero. Un cierre como en las grandes citas.

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