En Nueva York manda Brunson

Por primera vez desde 2013 (entonces Carmelo Anthony contra Paul George), Knicks y Pacers se encuentran en playoffs. Ha llovido desde entonces, pero más desde aquellos seis duelos en playoffs, a sangre y fuego, entre 1993 y 2000. Una de las rivalidades más tremendas de aquellos Knicks de Pat Riley que eran especialistas en crear rivalidades (Bulls, Pacers… y, claro, Heat). Reggie Miller enzarzado con Spike Lee en el Madison; el cabezazo de John Starks al propio Miller, apodado Knick Killer por, sobre todo, aquellos legendarios ocho puntos en nueve segundos en el final del primer partido de la serie de 1995; El 3+1 de Larry Johnson en 1999… Las dos últimas veces que jugaron (2000 y 2013), ganaron los Pacers. Ahora veremos, pero los Knicks golpearon primero (121-117) en otro de esos partidos que empiezan a ser marca de la casa knickerbocker en estos playoffs. De los que se pueden perder, casi de los que se deberían perder… pero se ganan. Los que más valen.

Los Knicks eran, a priori, muy favoritos para jugar su primera final del Este en 24 años. Y lo son todavía más (cuestión de matemáticas) después de este primer partido. Pero los Pacers demostraron que tienen opciones, armas. Juegan muy rápido, algo que no hacían unos Sixers que, lentísimos y poco elásticos, se movieron en primera ronda a paso de tortuga y dieron así aire a unos Knicks con una rotación real de siete jugadores y medio (contando un poquito de Precious Achiuwa) y que tienen a los tres que más minutos acumulan en los playoffs: Jalen Brunson, Jason Hart y OG Anunoby. Indiana Pacers es un equipo peligroso, ágil y que llega sin presión, ya más lejos de donde se les esperaba en esta temporada que parece, acabe como acabe, el principio de algo bonito.

Mucha polémica... y Jalen Brunson

Si se suma una defensa muy física sobre Brunson (Andrew Nembhard a la cabeza) y una primera parte en la que cambiaron y ganaron una de las narrativas más favorables a los Knicks, la del rebote de ataque, el resultado fue un partido que tuvo color visitante durante muchos minutos y que solo se resolvió, parece que todo lo que pasa en el Madison tienen que ser así, sobre el alambre, en los últimos segundos… y con polémica, otra vez. Varias decisiones caseras echaron un cable a los Knicks, dos bastante evidentes en el último minuto. Con 115-115, los árbitros señalaron que Aaron Nesmith había tocado con el pie la bola en un robo que acabó abortado por una señalización que los árbitros reconocieron como errónea al terminar el partido. Los Knicks mantuvieron la posesión y Donte DiVincenzo anotó un triple clave (118-115). Después, con 118-117 y ataque para los Pacers tras pérdida de Brunson, señalaron (quedaban 12 segundos) falta en ataque en un bloqueo de Myles Turner. Una percepción seguramente exagerada y en un momento obviamente crucial. Los Knicks no pueden quejarse y Rick Carlisle fue sutil al explicar por qué no iba a hacerlo: “No espero que me piten nada en este pabellón”.

Los Pacers tienen derecho a sentirse perjudicados y a quedarse con la sensación de que ha volado una ocasión inmejorable, una que echaran de menos especialmente si vuelven a perder en el segundo partido, mañana. Demostraron que no son carne para la picadora y que tienen un estilo con el que pueden hacer daño a los Knicks. Pero les faltó finura en las jugadas decisivas (además de suerte con los árbitros) y, desde luego, una versión óptima de un Tyrese Haliburton que sigue sin estar en plenitud física, la cruz de su segunda mitad de temporada. El base all star acabó con solo 6 puntos y 8 asistencia (seis tiros a canasta). Entre Siakam (19 con 6 rebotes y 5 asistencias), Tuner (23) y el trabajo de Nesmith, Toppin (los dos con mates tremendos, el segundo por debajo de las piernas y en la que fue su casa), TJ McConnell (18 puntos) y un Isaiah Jackson elegido como interior suplente (por encima de Jalen Smith) por sus condiciones físicas, los Pacers consiguieron llegar por delante al descanso (49-55), al final del tercer cuarto (82-87)… y a los últimos 90 segundos (113-115).

Pero los Knicks, es su especialidad, encontraron la forma de escapar vivos. La razón principal volvió a ser, otra vez, un Jalen Brunson que está haciendo unos playoffs históricos, uno de esos trayectos que quedarán impresos para siempre en la memoria colectiva del deporte neoyorquino. Palabras mayores. El base jugó más de 44 minutos y acabó con 43 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias. Anotó 21 puntos en el último cuarto (parcial de 39-30), empeñado en terminar liberado después de haber tenido muchos problemas contra el músculo de los Pacers, y se convirtió en el cuarto jugador de la historia que enlaza cuatro partidos de playoffs con más de 40 puntos. Nadie lo había hecho desde Michael Jordan en 1993. ¿Antes? Solo Bernard King en 1984 y Jerry West, que encadenó seis (más que nadie) en 1965. Es mucho decir. Y es un baloncesto heroico, caminar o reventar, que por ahora funciona. En un equipo sin los puntos de Randle y Bogdanovic, lesionados, es todo lo que hace falta: el único camino.

El trío de la Universidad de Villanova anotó 92 puntos (29 el resto de los Knicks): los 43 de Brunson, 25 de un DiVincenzo quirúrgico (5/9 en triples) y 24 de un Josh Hart que sigue yendo más allá de la lógica. Otra vez 48 minutos y 13 rebotes, 8 asistencias y 3 robos. Junto a Anunoby (13+9+4), los guerreros que siguen avanzando a mordiscos, felices en el plan suicida (el único posible) de Tom Thibodeau. Los Knicks anotaron un triple más (11 por 10) y cambiaron el signo del rebote tras el descanso y después de 24 minutos en los que los Pacers les habían robado su seña de identidad: en la primera parte, 21-24 en total y solo dos de ataque para los locales. A partir de ahí, 19-8 y 13-2 en puntos de segunda oportunidad. Ahí late ese corazón de los Knicks que se niega a detenerse y que ya apila cinco victorias en estos playoffs. Una más mañana, otra vez en la jaula de grillos del Madison, y la final del Este estará muy, muy cerca.

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