Boston CelticsBOS
116
Golden State WarriorsGSW
100
Finalizado

NBA | CELTICS 116 - WARRIORS 100 (2-1)

El Garden devora a los Warriors

Pésimo inicio de los de Steve Kerr, superados en todos los frentes. Y mal final cuando se pusieron por delante después de remontar 18 puntos. Los Celtics vuelven a tomar el mando.

Bienvenidos al North End de Boston, al número 100 de Legends Way. Bienvenidos al Garden. Doce años después, las Finales de la NBA regresaron a uno de sus escenarios premium, a uno de los lugares donde se ha escrito la historia de la Liga. A unos centímetros del viejo Garden, el lugar donde los Celtics ganaron 16 de sus 17 anillos. Ocho seguidos, once en trece años. Donde nació el orgullo verde, donde el baloncesto profesional descubrió su mística, sus primeras narrativas. En noches así, cuando la temporada está en juego y la gloria al alcance la mano, el TD Garden es el viejo Garden: ruidoso, crispado: hostil. Una hoguera donde arden los sueños de los rivales y en la que se calientan las manos Red Auerbach, Bill Russell, John Havlicek, Larry Bird. Cuando los ilustres fantasmas de la familia cobran vida, al visitante le espera una mala noche. Siempre es así. Los Warriors lo aprendieron a la primera, en estreno de las Finales en el Atlántico: 116-100 y 1-2 para los verdes.

Los Warriors, desde luego, tienen su propia historia. Son, como los Celtics y los Knicks, una de las franquicias originales de la Liga. De hecho, son el primer campeón (1947) y la última gran dinastía, una cuya vigencia pasa examen muy serio mañana. Hemos visto a este equipo salir de situaciones como esta mil veces. Cambiar dinámicas, silenciar gradas, congelar el infierno: 26 eliminatorias seguidas ganando al menos un partido a domicilio, algo que nadie más ha hecho y que es, ahora, mismo, el factor X de las Finales, el eje de las coordenadas de una lucha por el anillo que ha consumido tres capítulos. Los Warriors, además, no han perdido dos partidos seguidos en estos playoffs (5-0 tras derrota). En esas estaban los Celtics también (7-0 ahora). Y respondieron. ¿Mañana? Veremos.

Los Warriors tienen que aferrarse a esos datos que enhebran su gen competitivo, reencontrarse a tiempo como han hecho tantas veces. Porque la alternativa, si no, es el Garden. Con esa réplica vintage de sus 264 placas de roble rojo. Sobrantes de aserraderos en plena escasez tras la Segunda Guerra Mundial que componen un parqué único, cosido por 988 tornillos y que ha servido de tumba de muchos de los mejores equipos de la historia. Otro de esos, tal vez el mejor, está ahora en la ciudad. La primera visita a la mansión encantada, a este TD Garden que saca la vajilla y las alfombras del viejo Garden, fue un desastre para unos Warriors que perdieron toda la aceleración de su espectacular esprint en el segundo partido. La vieja mística devoró al ganador 2.0.

Los Celtics responden en todos los frentes

Los Celtics ganaron con un merecimiento rotundo. Por tierra, mar y aire. Por momentos, arrollaron. Estuvieron a un par de pérdidas menos y un par de mejores decisiones de Jayson Tatum de consumar una paliza. Y, sin embargo, les faltó velocidad punta y precisión para no dejar el partido tan vivo al descanso (68-56) y temple para evitar otra pesadilla, por tercera noche seguida, en el tercer cuarto: de 77-64 a 82-83, una improbable ventaja visitante con Stephen Curry bailando en los espacios que decidió concederle el plan defensivo de Udoka. Pero los Celtics, aunque se pasara del homenaje al verde al sufrimiento, o precisamente por eso, sumaron un triunfo valiosísimo en un nuevo giro de guion en unas Finales que va a volantazo por noche. ¿Quién será el primero que consiga mantener el rumbo dos partidos seguidos? Si son los Celtics, mañana, tendrán tres puntos de partido, un 1-3 que solo ha perdido un equipo en la lucha por el título: estos Warriors, claro, en 2016 y en su caso además con factor cancha a favor. Una victoria de los Celtics mañana, en definitiva, sonará a match-ball.

Los Warriors remontaron 18 puntos (54-36 en el ecuador del segundo cuarto) pero pagaron, finalmente, el lastre acumulado en un inicio impropio, inesperado de un equipo con su experiencia y su coraza. Los Celtics respondieron con soluciones para todo los que les había atormentado el domingo: más agresividad en las penetraciones para generar tiros liberados, más puntos en la zona, dominio del rebote, menos minutos con dos interiores grandes y otro primer cuarto sísmico de un Jaylen Brown con trazas de MVP: 17 puntos, 5 rebotes, 3 asistencias y un 3/4 en triples en esos primeros doce minutos (acabó en 27+9+5). Más fuertes, más ágiles, mucho más concentrados, más colectivos y con más tiro y una colección impecable de puntos fáciles en la zona y rebotes de ataque: un aplastamiento (26-11 en 8 minutos, el citado 54-36…). La excepcional respuesta de los Celtics tras derrota, el verdadero sello de este equipo, maridó durante casi todo el primer tiempo con una presencia transparente de los Warriors. Sin ideas, sin intensidad, sin piernas. Incapaces de no perder el hilo en defensa, con desajustes bochornosos y demasiados minutos de dejadez, de silencio ante el rugido de su rival. Con todo, lo peor para ellos es que tuvieron una bala de plata en ese furioso tercer cuarto en el que llegaron a ponerse por delante. Pero la malgastaron sin apenas presentar batalla. Muy mala señal.

Desde el 93-89 al que se habían aferrado los Celtics para cerrar ese mal trago del tercer parcial se pasó, en un visto y no visto, a un 102-91 al que no siguió ya ningún misterio. Las canastas heroicas (24 puntos, finalmente) pesaron más que los errores groseros (5 pérdidas) de Marcus Smart. Y Jayson Tatum, después de un tramo destemplado y de echarse otra vez la mano al hombro, fue afinando la muñeca y acabó tomando el relevo de Brown: 26 puntos en 23 tiros, pero un goteo de acciones individuales cuando peor iban las cosas y 9 asistencias. Grant Williams brilló en su rol de pegamento de los quintetos más pequeños... Los Celtics fueron mucho mejores cuando mandaron y, sobre todo, devolvieron después cada golpe de los Warriors, con madurez y entereza. Ahí, en esa resistencia cuando podían haberse congelado al verse por detrás, pudieron ganar mucho más que un partido. Veremos.

Los Warriors esperaban a Klay Thompson. Y, tras un mal inicio, Klay apareció (25 puntos, 5 triples). De hecho, la reacción de los de Steve Kerr sonó a una historia mil veces vista: un chispazo (no mucho más) de Draymond Green en defensa, secundarios en el momento justo y el lugar indicado (esta vez Otto Porter) y los triples de los Splash Brothers, Klay y un Curry que acabó con 31 puntos y un 6/11 más allá de la línea de tres. Esta vez, no bastó. Los Celtics, entre el cierre del tercer cuarto y el inicio del último, convirtieron la rebelión del 82-83 en ese 102-91 ya perfectamente manejable. Ganaron dos veces, cuando escribieron el guion y cuando tuvieron que hacer correcciones y anotaciones a pie de página en el del rival. Los Warriors, si acaso, se demostraron que están ahí, a un paso si simplemente no regalan terreno, minutos y ventajas oceánicas. Pero acabaron como empezaron: muy mal. Peores. Mañana juegan por su legado y por las Finales, juegan para no verse en la cuneta del 1-3. Juegan donde han jugado muchas veces y donde han construido su leyenda. Y lo hacen, precisamente, en esa máquina de generar narrativas y levantar altares que es el Garden. Mañana sabremos si les encumbrará o les enterrará, pero ahora la inercia es verde. Otra vez.

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