Davis y Hachimura alargan la fiesta

A LeBron James no le gusta jugar en Salt Lake City. No puede ser casualidad que sea la ciudad en la que menos ha jugado en toda su carrera/vida (2003-2024… por ahora) en la NBA. Desde que saltó al Oeste para jugar en los Lakers, solo ha disputado tres partidos de nueve posibles (y nunca dos en la misma temporada) en una ciudad que es, en todo caso y para todos, una de las visitas más duras del calendario. Como Denver. Por las distancias para llegar y salir, por la altura… es una parada que raspa, y más si es en back to back. Así que, después de cumplir con el expediente contra los Pistons, LeBron descansó y pondrá ahora rumbo a su vigésimo All Star. Otro récord en la carrera de los mil récords.

Sin él, y por si hacía falta un aldabonazo para disparar la felicidad en la que se han metido cuando peor parecía la cosa, los Lakers arrollaron (122-138) a unos tristes Jazz, un equipo tocado por el cierre de mercado, por las salidas (Olynyk, Fontecchio…) y por el mensaje de la franquicia: este todavía no es el año. Eso cuentan los periodistas que siguen a los de Utah, crónicas de un vestuario cabizbajo, y eso pareció en lo que fue su tercera derrota seguida, la novena en trece partidos. En 26-29, el play in queda ya a más de dos partidos con Lakers y Warriors en crecida. Además, han perdido el duelo particular (2-1), por posibles empates, con los angelinos. Una noche de malas noticias.

Los Lakers están 30-26. Han ganado seis partidos de siete desde que, en negativo, se disponían a jugar en el Garden, contra los Celtics y sin LeBron ni Anthony Davis. De aquel matadero salió un milagro al que seguido una racha tremenda (7-1 en febrero) en la que han caído Celtics, Knicks, Pelicans o estos Jazz que eran guerreros hasta hace no tanto. La única derrota llegó contra los Nuggets, el campeón, en los minutos finales y con la rotación totalmente en cuadro. Ahora sigue mermada: faltó LeBron pero es que siguen faltando Vanderbilt, Christie, Reddish y Vincent. Todavía se puede ver una versión más profunda y más completa de un equipo que, así sí, es competitivo, formal y verdaderamente divertido.

Dinwiddie ha encajado de maravilla

Darvin Ham ha encontrado su quinteto, después de darles tantas y tantas vueltas. La llegada de Spencer Dinwiddie (esta vez 10 puntos y 4 asistencias) es muy útil porque el guard aporta puntos y manejo y permite que Austin Reaves juegue siempre sin balón, como escolta y chico para todo. Su mejor rol. La entrada de Rui Hachimura en el cinco inicial ha sido un cambio fundamental, y el ala-pívot lo demostró con un partidazo en el día que faltaba LeBron (cuando más falta hacía): 36 puntos (tope de su carrera), 6/8 en triples. Anthony Davis, otra vez monstruoso en lo que está siendo una temporada bestial, acabó con 37 puntos y 15 rebotes. Desde 2003 (Kobe y Shaquille, claro) no había dos compañeros de los Lakers que pasaran de 35 puntos en un partido de regular season.

Si se suma la dirección de D’Angelo Russell (14 asistencias con 9 rebotes y esta vez solo 11 puntos) y los 22 puntos y 7 asistencias de Reaves, se explica un (otro) gran despliegue ofensivo de un equipo que hace solo unas semanas sufría mucho para producir puntos. Un buen inicio (hasta un 36-50) se emborronó con la presión de los Jazz, percusión hacia el aro y transiciones rápidas. Pero desde un 74-70 en el inicio del tercer cuarto, los Lakers se pusieron serios y rompieron el partido sin aparente dificultad: 92-108 al cierre de ese tercer parcial. Ham ajustó bien con quintetos más grandes y el partido tuvo muy poca historia desde ahí hasta el cierre.

Los Lakers, quién lo iba a decir antes de que comenzara aquel partido en Boston, están en su mejor momento de la temporada (si excluimos el In-Season Tournament). Están encontrando su fórmula y esperando a que regresen los lesionados, perfilando una rotación que debería ser competitiva de verdad. Será difícil escapar del play in, pero esta victoria en Salt Lake City apunta, aunque queda mucho, a que también será improbable que se caigan de esa repesca desde la que llegaron a la final del Oeste la temporada pasada. Repetir algo así parece palabras (¿demasiado?) mayores. Pero, eh, mucho peor estaban las cosas hace un par de semanas. Así que mejor ver el vaso medio lleno.