Haliburton va hacia el infinito

Indiana quiere. Indiana puede. Indiana, después de otro partido controlado dentro del descontrol, va a por la historia en mayúsculas. Se ha metido en la final de la Copa NBA, el torneo in-season que la Liga ha creado para hacer más excitante el primer tramo de la temporada. Inauguró la chiripitifláutica pista del T-Mobile Arena de Las Vegas ganando a los Bucks (119-128) en la jornada del jueves. Era el paso previo al choque definitivo, en el que se medirá al que se proclame campeón del Oeste.

Los Pacers son el equipo de moda, tanto por el juego extremo del triple y ataques ultracortos como por la conversión de sus actores. Haliburton ha explotado y Carlisle ha cambiado radicalmente de estilo para sacarle todo el jugo a sus chicos.

Es un triunfo ni doble ni triple para los amarillos. Este año es su año. Organizarán el All-Star y parece que se han mimetizado con el estilo del Partido de las Estrellas. No hay segundo que perder de cara al aro. Su rival en las semifinales venía de meter 146 ante los Knicks en la ronda anterior y no pudo seguirles el ritmo. El estado donde el baloncesto es religión parece totalmente endiosado.

Los Bucks aguantaron con el gancho hasta el tercer cuarto, donde mostraron una verdadera intención de pelear por la victoria, pero nada más allá. Antetokounmpo vistió de números pero no de autoridad y Griffin sale señalado un día más.

Mascaron. Trituraron. Y, cuando no les quedaba otra, engulleron. Así lo hicieron los Pacers un día más. Han impuesto una forma de jugar en la que van de cabeza a meter canasta, pasando pocos segundos en campo propio y pillando a la defensa rival en un renuncio constante. La experiencia de los Bucks fue inútil ante tal disposición en las semis de este torneo in-season que tantos está impactando en la NBA, de jugadores a aficionados, este curso. Y con un Haliburton (27+7+15) tocado por la varita. Se puede decir que lo tienen todo, pero queda lo más importante: ganar esta Copa.

Los Bucks no rehusaron la petición de juego a matacaballo. Venían de hacerlo y de que les fuera bien. Entraron en el juego de los Pacers pero, pese a su convencimiento, no supieron salir. Tampoco manejaron bien el fondo de armario, más profundo, ni hicieron valer la veteranía de sus piezas clave en partidos importantes.

La forma en la que los de Wisconsin defendieron en la primera mitad se puede calificar sólo con adjetivos gruesos. Que cada uno se los ponga mentalmente. McConnell, perro viejo como hay pocos en esta Liga, fue uno de los que sacó tajada. En pocos minutos del segundo parcial, que acabó 22-36, fue el que metió el miedo en el cuerpo a Milwaukee. Anteto llevaba 20 puntos al descanso, pero detrás era donde debía poner más énfasis.

Los Pacers pasaban de campo y siempre tenían a alguien preparado para finalizar la jugada. Toppin lo fue en varias ocasiones y encima las acababa con matazos. Había una pregunta, que era cómo les pararían los Bucks, pero cualquier espectador se podía hacer la de que cómo va a haber alguien al que eso no le gustase.

En el inicio de la segunda parte llegó Lillard. Después de su 0/6 de la primera manga y de sólo meter dos tiros en la segunda, su salida de vestuarios fue una declaración de intenciones: él también estaba para anotar puntos. Fueron cuatro triples para no sólo arreglar esos horrendos datos, sino para dar esperanzas a los suyos con él como catalizador. Con lo que daban otros escuderos de Giannis Antetokounmpo como Middleton (20) o Brook (18) daba para ponerse por delante. Enfrente sí estaban todos metidos en el partido, sin necesidad de arranques puntuales. Los Bucks metieron 43 en ese cuarto y querían romper; Nembhard y Jackson, dos suplentes, aguantaron el fuerte. Ahí había una descompensación y no, no era favorable a los campeones de 2021.

Destacó Anteto al acabar lo siguiente: “Han jugado más duro que nosotros”. Sí, y además más práctico y con más fuelle y rigor. Por momentos pareció que para ellos esto era una jornada más de regular season.

En el último periodo de nuevo se vio a unos Pacers con el cuchillo entre los dientes. Entre los dos no pararon de fallar triples, hasta que Tyrese metió el suyo, e iban al rebote con sabiduría e intensidad. Así le dieron la vuelta al marcador y pusieron un ápice de control al juego. Toppin seguía con sus cortes perfectos y entre Turner (26) y Brown (10) sacaban jugadas adelante en los últimos minutos. Con más errores en el exterior Antetokounmpo asumió más jugadas dentro, entre palos que le daban y bandejas y mates que sí metía. Pero la verdadera estrella era Haliburton, que con el final que hizo manda un mensaje a muchos: es un jugadorazo. Dio 15 pases de canasta y sus pérdidas se redujeron a cero, a cero. Pero es que a falta de minuto y medio como dinamitó el partido fue anotando, poniendo la cara al póster. Una bandeja en rectificado, bellísima, dio paso a la cesta decisiva: triple fallado, rebote ofensivo, despiste a su defensor, rotura de cadera a Brook Lopez con un paso atrás para hacerse hueco y triple al cazo. Ahí sí. El 7-15 en los últimos 2:30 minutos llevaba su firma. Un cierre de campeón aunque aún quede el compromiso más difícil.