MUNDIAL 2023

Svetislav Pesic, un ‘old school’ para la eternidad

Siempre fiel a sí mismo, Pesic volvió a la final de un Mundial 21 años después. Con un currículum enorme y 74 años, el laureado entrenador triunfa en el baloncesto moderno igual que lo hizo en el pasado.

FRANCIS R. MALASIGEFE

Svetislav Pesic tiene 74 años, lleva 43 ejerciendo de entrenador y toda la vida ligado al baloncesto. Ha vivido el pasado igual que el presente, sin mirar al futuro, ponerse fechas para decir adiós o amagar con una retirada que no llega. Ni parece que esté cercana: en la previa de la final del Mundial dijo que seguiría al pie del cañón. Incansable. Eterno. Viendo como pasan temporada y jugadores mientras él no se mueve de su sitio y mantiene su personalidad, a veces fascinante y otras inentendible. Le da igual: él es así y no va a cambiar a estas alturas. Le gusta lo que hace y ejerce su profesión a veces de forma despreocupada y otras como el old school que es, gritando a sus pupilos, protestando cuando hay que hacerlo pero dando la sensación de que su figura paternal da una tranquilidad desmedida y que siempre ayuda a desarrollar una gran empatía por él. Un buen tío tachado a la antigua, pero sin que dicha expresión tenga que ser negativa. De hecho, no lo es.

Nacido en Pirot el 28 de agosto de 1949, Pesic se crio en los albores de la albores de la desaparecida Yugoslavia, estado conformado tras la Segunda Guerra Mundial y que empezó a deshacerse tras la muerte de Tito, su mandamás durante décadas, a partir de 1992, en una etapa muy coincidente con la caída del Muro de Berlín. En 2003 desapareció también el nombre, que hasta 2006 fue Serbia y Montenegro, antes de que el segundo país declarara la independencia y ambos estados convivieran por separado, con el recuerdo de los conflictos de la Guerra de los Balcanes. Pirot estaba al sureste de lo que hoy es Serbia y allí desarrollo su infancia y tuvo sus primeros contactos con el baloncesto un Pesic que ya nunca abandonó su conexión con dicho deporte.

Como jugador, Pesic fue parte del triplete del Bosna Sarajevi en 1979: Copa y Liga yugoslavas y Euroliga. Un año después, ya estaba entrenando al mismo equipo. Y ya no paró: compaginó dicha labor con las selecciones cadete y junior de Yugoslavia, para luego estar seis años entrenando a Alemania, país del que posee la nacionalidad. En el último de ellos, en 1993, consiguió su primer gran éxito al conquistar el Eurobasket. Tras ello, estuvo siete años ligado al Alba Berlín para luego tomarse una temporada sabática y fichar por el Rhein Energy Colonia. Ese mismo año llegó otro éxito a nivel de selecciones, esta vez con su Yugoslavia natal, un país que ya sólo integraban Serbia y Montenegro. El Mundial cayó de su lado tras eliminar a Estados Unidos en cuartos (81-78), a Nueva Zelanda en semifinales (78-89) y a Argentina en la gran final (84-77). Pedrag Stojakovic fue el adalid de un triunfo que Pesic urdió en el banquillo.

Pesi, desde entonces, fue todo un nómada: dos años en el Barça con la Euroliga de 2003, la de Juan Carlos Navarro y Sarunas Jasikevicius, en el bolsillo. Otros dos en la Lottomatica de Roma. Uno, ya como entrenador consagrado, en un Girona en el que gastó muchos billetes con Marc Gasol de líder y que conquistó la Eurocup. Aquí empezó una racha de proyectos anuales: Dinamo de Moscú, Estrella Roja, Valencia Basket y de nuevo Estrella Roja. De 2012 a 2014 volvió a dirigir a Alemania. y, estuvo ligado al Bayern de 2012 a 2016. Volvió al Barça en 2018 para conquistar la Copa del Rey, algo que volvió a repetir al año siguiente antes de salir por la puerta de atrás para ser sustituido por un Sarunas Jasikevicius que tampoco logró el objetivo de la Euroliga. Ahí se hizo visible para los aficionados más jóvenes, que fueron testigos del indómito carácter del entrenador.

Pesic se tomó un nuevo año sabático, pero dejó claro que no se iba a retirar. En 2021, se hizo cargo de la selección serbia. Volvió a sus orígenes, a su país, para cambiar la dinámica negativa de los últimos torneos e intentar conducir a un grupo lleno de talento a un éxito que se merecía. La maldición se ha prolongado con una nueva plata, la séptima vez que Serbia pierde en la lucha por el oro o el bronce (5 en el primer caso y 2 en el segundo) desde que es independiente. Pero el mérito es palpable y la conclusión final positiva. Sin Nikola Jokic, Vasilije Micic o Nikola Kalinic, bajas enormes, Pesic ha controlado el ritmo de juego como a él le gusta, se ha basado en bloqueos indirectos para encontrar situaciones favorables de tiro, ha conseguido apoyarse en Bogdan Bogdanovic sin abusar de él, responder a todo lo que hacía el entrenador rival y hacer olvidar a la plantilla la derrota inicial ante Italia, inesperada, para avanzar hasta la final. En la que, por justicia divina, se han enfrentado a Alemania, el otro gran país de Pesic. Espectacular.

Así es Svetislav Pesic. Serbia sigue sin conseguir el oro, pero siempre está al pie del cañón. Se renueva constantemente, es competitiva a la llegada de las nuevas generaciones y se sabe adaptar a las bajas. Especialmente en este Mundial, en el que han tenido a un entrenador soberbio, de esos que entrarán en la historia del baloncesto europeo. Un hombre que sigue fiel a sí mismo, a su carácter, a su forma de entender el baloncesto. Que tiene el mismo trato con los jugadores y con los árbitros que siempre. Que no se cansa, no desfallece. Un old school cuya manera de adaptarse a los nuevos tiempos ha consistido en seguid haciendo las cosas a su manera. Un personaje singular, una personalidad apasionante y un entrenador que ha marcado una época de la que no se vislumbra su final. Svetislav Pesic se lleva una plata, pero no deja de resplandecer con rayos dorados. Un grande para la eternidad.

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