San Lorenzo de Berlín

El Mercedes Benz Arena de Berlín, una pequeña Kaunas, contempla en silencio sobre las 23:00 horas del sábado 10 de septiembre de 2022 la enésima gesta del baloncesto español. Esta, si cabe, más meritoria todavía por las circunstancias que rodean a este grupo hecho de otra pasta. Con una exhibición memorable de Lorenzo D’Ontez Brown (12 puntos en el tiempo extra para 28 en total), la Selección, inquebrantable, de hierro, tumbó a Lituania (102-94) después de una prórroga (83-83) y alcanzó los cuartos de final del Eurobasket, donde se cruzará con Croacia o Finlandia, después de un esfuerzo de grupo lleno de fe y pasión coronado por el base nacionalizado este verano precisamente para cosas así, darle el empujón en el momento que hiciese falta. Brown metió 12 puntos en el tiempo extra cuando uno podía suponer que España iba a acusar el golpe durísimo de tener que jugar cinco minutos más después de haber tenido la victoria en la mano. Casi sobre la bocina, Brazdeikis había mandado el partido a la prórroga con un palmeo agónico. Pero España ya tenía sangre en los ojos y, convencida de su plan, que le había llevado hasta los últimos minutos después de superar desventajas de once puntos, lo remató con Brown, la lectura privilegiada del juego de Rudy Fernández y los Hernangómez, que acudieron a la llamada y demostraron que estaban listos para la misión.

El partido tuvo una película maravillosa. Lo más extraño de la primera parte es que justamente cuando el plan dio su primer fruto grueso, la tercera personal de Jonas Valanciunas a 4:20 para el descanso, la Selección perdió la ventaja que había amasado y que había llegado a ser de siete puntos (29-22). Lituania empezó a hacer otras cosas. Encontró las penetraciones del pequeño Lekavicius, el tiro tras bote y algún triple desde la esquina Jokubaitis, los tiros de Kuzminskas y, sobre todo, a Domas Sabonis, que le dio un zarandeo tremendo al partido hasta el 40-45 del descanso.

El primer momento límite del partido para España llegó en el minuto 25, en un flash que, pasados los minutos, recordó a aquel momento crudo contra Australia en la semifinal del Mundial de China. Un triple de Kuzminskas llevó el marcador a un preocupante 47-58. Lo que no había encontrado por dentro Lituania, donde España se había fajado bien, lo estaba teniendo por fuera y, sobre todo, con toneladas de concentración. A esas alturas, los lituanos no habían fallado ni un tiro libre (15/15). Scariolo no podía tener más en el banquillo a Rudy. Era la penúltima carta del italiano. España intentó agarrarse al partido como pudo, con todo el corazón que tiene. El mejor Juancho del campeonato y un triplazo de Rudy dejaron a España a cinco puntos al final del tercer cuarto (63-68).

A estas alturas, España estaba ya agarrada al aliento de Rudy, que con otro tiro de tres se fue al banquillo con 66-70 con siete minutos por jugar. Si España quería ganar, no obstante, necesitaba más cosas de las que, tal vez, carecía en este campeonato en el que no ha dejado de explorar sus límites. Volvió Rudy con 68-75. España necesitaba meter en una situación de estrés a Lituania para ver cómo reaccionaba. Scariolo sacó a pasear la zona, esa que guarda para momentos especiales y España se acercó a tres (72-75) a 4:12. Maksvytis pidió tiempo muerto. La fiesta lituana bajó algo de decibelios. En esta situaciones, la camiseta de campeón del mundo de España pesa. Tanto que Lituania empezó a tragarse la zona de España y, a 56,5 segundos del final se llegó con 80-78 (canastón de Arostegui) a favor de España, que además había tenido un ataque que mandó al limbo. Maksvytis tenía que revisar los apuntes. Lekavicius se metió en la boca del lobo pero Kuzminskas encontró a Brazdeikis, que anotó un triple. Un palmeo milagroso de Garuba puso arriba a España (82-81) a 16,7 segundos del final. Balón de Lituania en campo de España. Alberto Díaz, Málaga por las venas, le sacó una falta en ataque a Domas Sabonis sin que ni siquiera estuviese puesto en juego el balón. En el carrusel de interrupciones, Willy anotó un tiro y falló otro. 83-81. Sobre la bocina, sin embargo, a España le salió cruz y Brazdeikis, después de un triple fallado por Jokubaitis, palmeó hacia la gloria: 83-83. Había que jugar una prórroga.

España decidió que moriría con la zona en la prórroga y se puso… a la luz de Lorenzo, como cantarían Los Delinqüentes. Brown, inspirado, mágico, incontenible como si de una de esas estrellas NBA se tratase, dio un recital en la prórroga. Ya lo había ensayado en el amistoso de Vilnius. Con una canasta detrás de otra y una asistencia mágica a Garuba. A dos minutos del final, España ganaba 95-88 y tenía muy cerca la meta, casi heroica meta. Pero dos triples, uno de Lekavicius y otro de Brazdeikis, volvieron a meter en el partido a Lituania, que también con un corazón enorme puso el partido 95-94 a 1:12 del final. Cabía preguntarse si se habían acabado los trucos de la Selección, que había estirado el chicle de manera maravillosa. La respuesta era no. España jugó el último minuto mejor que los otros 44. Eso habla de un equipo trabajado, con la mano de santo de un entrenador, Sergio Scariolo, que este sábado vistió a otro, San Lorenzo de Berlín.