EUROBASKET | ESPAÑA-BÉLGICA

Meesseman: una estrella gigante con audífonos

La ala-pívot belga (30 años y 1,93 metros) tiene una deficiencia auditiva de más del 50%. Es la primera jugadora con un triple-doble en un Eurobasket.

JURE MAKOVECAFP

El baloncesto belga comenzó con Emma Meesseman. Hasta la irrupción de la ala-pívot (30 años y 1,93 m) y la generación del 93, la selección centroeuropeo luchaba, pero no llegaba. Un quiero y no puedo que cambió radicalmente con una de las mejores jugadoras europeas de la historia. Con ella, Bélgica ha alcanzado sus mayores cotas: en los Eurobaskets de 2017 y de 2021 fue un bronce. En los diez torneos continentales anteriores en los que habían participado las belgas, su mejor posición era una sexta plaza. En 2018 llegó la primera presencia en un Mundial de su historia y en 2021, en unos Juegos.

Siempre con esta jugadora especial a los mandos, capaz de lograr el primer triple-doble de la historia en un Europeo con sus 15 puntos, 13 rebotes y 10 asistencias en los cuartos frente a Serbia, la campeona caída. Una capacidad sobrehumana para hacer números que la permiten irse a los 23 tantos y 31 de valoración en tan solo 18 minutos contra Israel, y ser la máxima anotadora (20,5) y valorada (32,5), la segunda pasadora (6,3) y la cuarta reboteadora (9,5) del Eurobasket.

Meesseman hace todo eso (y más) con una deficiencia auditiva de más del 50% que la obliga usar audífonos en los partidos y estar pendiente de los labios de entrenadores y sus compañeras si hay mucho ruido. “Solo soy una chica normal”, asegura la belga, campeona de cinco Euroligas con el Ekaterimburgo ruso, donde coincidió con Alba Torrens, y MVP de la máxima competición continental esta temporada con el Fenerbahçe turco. “Para mí no es nada especial. Nunca ha sido una barrera ni me ha frenado. Siempre he hecho lo que he querido hacer. Solo tienes que seguir tus sueños”.

Nacida y crecida en Ypres, donde se produjo una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial, esta devoradora de mundos lleva el baloncesto en la sangre. Su madre, Sonja Tankrey, fue la mejor jugadora belga en 1983. Un hecho que no condicionó su futuro: “Lo principal para mi hermano y para mí era practicar un deporte. Pero a medida que crecía, creo que mi talento para el baloncesto comenzó a mostrarse cada vez más, así que hacerme jugador de baloncesto fue una elección fácil para mí”, asegura. “Pero no fue porque mi mamá me empujara a jugar baloncesto, ella siempre me dejaba elegir. Y luego, después de un tiempo, ¡solo quería ser mejor que mi mamá!”.

Su potencial llamó la atención al otro lado del Atlántico. La WNBA y Washington Mystics la reclutaron en el número 19 de 2013. Y su explosión fue total, con un anillo y el MVP de las Finales con las capitalinas, la primera europea en conseguirlo, en 2019. “No estaba seguro de ir, tenía 19 años en ese momento y estaba un poco asustado”, señala. “¿Por tus problemas de audición?”, le preguntaron. “No, por mis problemas con el inglés”.

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