El método Scariolo y la certeza de España
España está ahí, otra vez. Es un equipo que ha aprendido a esquivar días malos como pocos en la historia del baloncesto de selecciones, por concepto volátil. Solo pierde cuando realmente no queda más remedio: las derrotas olímpicas contra Estados Unidos o el torbellino verde de Eslovenia en 2017. El resto de partidos, los gana. Terrenales pero estratégicos, como el de Turquía que facilitó unos cruces con posibilidades. Casi todos los que no es favorita por los pelos, como el de Lituania… y todos en los que sí que lo es, como este contra Finlandia. Son once Eurobasket seguidos en semifinales (nueve medallas, por ahora), veintiuno en cuartos (más que la vieja Unión Soviética) y veinte grandes torneos (todos después de Sidney 2000) en esa antepenúltima ronda. En diecisiete, por cierto, ha avanzado a semifinales.
Croacia ganó cuatro medallas entre 1992 y 1995 y desde entonces no ha vuelto a un podio. Lituania ha terminado novena y decimoquinta los dos últimos Eurobasket, no estuvo en Tokio y también fue novena en el Mundial de China. Y Serbia no ha ganado un Europeo desde los tiempos de Yugoslavia (2001) y se la acaba de pegar en octavos pese a tener a los MVP de la NBA (Jokic) y las dos últimas Final Four de la Euroliga (Micic). Nombres colosales, viejas fábricas de talento en un baloncesto europeo en el que la gran certeza ahora es España. Y la derrota de Jokic envía un mensaje obvio: no es tan fácil.
Sergio Scariolo es un factor diferencial en el baloncesto de selecciones, un motor del que se alimenta España y que rompe la vieja figura del seleccionador como simple gestor de grupos, tantas veces apenas un gran exjugador como figura totémica. El italiano, con esa filosofía líquida que se adapta a la dimensión de su rotación, establece roles ganadores y se reserva las apariciones decisivas de su pizarra para los puntos de inflexión de los partidos. Variantes defensivas que aplican la presión justa en el momento preciso. Un concepto que hace reconocible a España juegue quien juegue. Eslovenia defiende título con ocho jugadores que estaban en el equipo en 2017. España tiene menos que nadie, dos (un 8,3%): los Hernangómez. Pero todo encaja y todo cobra sentido en un recipiente inacabable: el método Scariolo.