BALONCESTO

El bien social del baloncesto: “No queremos dinero, queremos balones y redes”

Baloncesto Sin Fronteras lleva seis años utilizando el deporte para erradicar las bandas del sur de Madrid y combatir la estigmatización del inmigrante. Una asociación que no para de crecer y que hace felices a muchísimos jóvenes.

DANI SANCHEZDIARIO AS

Invierno de 2018. Barrio de San Fermín. Cuatro equipos de diferentes lugares de Madrid se reúnen para jugar un pequeño torneo de baloncesto. Oporto, Marqués de Vadillo, Vallecas y Ciudad de los Ángeles son los competidores. “Era burdo, estaba mal organizado, más corazón que otra cosa”. El corazón siguió latiendo, cada vez con más fuerza. Un año después se celebra otro torneo, con los mismos organizadores pero en verano. De repente, se apuntan más equipos de más lugares, de más barrios. Casi todos del sur de Madrid. En ese segundo asalto estuvieron Aluche, Usera, Villaverde Alto, Tetuán, Vallecas, Parla, Ciudad de Los Ángeles, Marqués de Vadillo, San Cristóbal de Los Ángeles, San Fermín y Orcasitas. De cuatro a once participantes. De unos pocos jugadores a los 160 entre hombres y mujeres que hay actualmente dentro del conglomerado que conforma la asociación de Baloncesto sin Fronteras.

Así ha crecido una asociación que tiene, ante todo, un corazón enorme y un objetivo muy claro: erradicar las bandas del sur de Madrid, acabar con la estigmatización del inmigrante, ayudar a chicos y chicas de menos recursos económicos a unirse por una causa común: el baloncesto. Con ligas que duran hoy hasta cuatro meses, todo el verano, del 5 de mayo hasta el primer fin de semana de septiembre. Con nueve equipos formados por 15 jugadores cada uno y 2 entrenadores, 12 árbitros en rotación dos encargados de la mesa técnica, dos encargados del cronometraje y un grupo de trabajo que se encarga de transmitir el streaming de los partidos. Y con la novedad de una copa femenina de cuatro equipos de 10 jugadoras cada uno que se jugarán la victoria en un fin de semana de las estrellas tan válido para la NBA como para las personas que se reúnen cada fin de semana en las pistas al aire libre de Villaverde Bajo. La competición está en marcha. De hecho, este fin de semana empiezan los playoffs.

Los jugadores, durante el partido que fue a cubrir AS. DANI SANCHEZDIARIO AS

Queremos congregar jóvenes que tengan un objetivo común, que sea jugar el baloncesto. Y a partir de ahí, que no se desvíen del buen camino yéndose a bandas latinas, abandonando los estudios... Que viene todo de la mano. Nosotros tratamos de que los muchachos tengan un lugar de ocio sano. Esto es un lugar familiar. Vienen un montón de niños los vecinos del barrio...”, cuenta Michael Medina, presidente de la asociación, a AS. Los miembros de la asamblea de Baloncesto Sin Fronteras no buscan percibir dinero o enriquecerse con el proyecto. Es más, tienen que poner de su propio bolsillo a pesar de recibir alguna que otra ayuda, como la de la Asociación de Vecinos de Ciudad de los Ángeles y la Embajada Dominicana.

El hecho de hacer algo así sin ánimo de lucro es algo en lo que insisten especialmente los miembros de la asamblea. Por el mismo camino se mueve Yordan Marqués, uno de los vocales: “Las puertas están siempre abiertas a todo tipo de donativos. Es lo que queremos, no manejar dinero. Que nos den balones, redes... No queremos enriquecernos con esto. Queremos que nos entre material, no dinero. Y todo lo que llega es para la asociación”. Cada equipo debe pagar 430 euros por disputar el torneo y aun así faltarían 600 euros más para cubrir todos los gastos. Las ayudas desinteresadas no cubren la cifra, que los miembros fundadores tienen que poner de su bolsillo. “Hemos recibido algo de dinero de un bar de la zona al que van los chicos cuando acaban con 200 euros. Otro chico nos dio otros 200 euros. Pero tenemos que costear las actas, el agua... Vamos sobre la marcha, poniendo nuestro dinero para salir adelante”, dice Medina.

Escapando de la pandemia

Baloncesto Sin Fronteras crecía exponencialmente en 2019, pero la pandemia del coronavirus frenó ese ascenso. “En pandemia fue el peor momento, nos costó mucho ese parón. Veníamos de menos a más y nos costó mucho empezar de nuevo”, aseguran Martín Aponte y Alexander de Paula, tesorero y vocal de la asamblea respectivamente. La gente no podía salir a la calle y los contactos que habían hecho se fueron diluyendo. En 2021, cuando las cosas empezaban a volver a la normalidad, la asociación volvió a ponerse manos a la obra a pesar de las dificultades. sin apenas tiempo ni recursos económicos, pero con muchísima ilusión de trabajar. Eso es lo que les ha movido siempre, el corazón. Uno que entonces latió con más fuerza que nunca y se recuperó de una forma extraordinaria para poder levantar lo que parecía imposible y que el movimiento se hiciera más grande que nunca.

Desde que lo hicimos tenemos el contacto de un público masivo”, aseguran Aponte y de Paula. Que hacen hincapié a cómo han ido aprendiendo a trabajar en algo así sobre la marcha, sin una preparación previa pero con toda la ilusión del mundo por sacar adelante algo que hoy está en plena efervescencia. “Es todo más profesional y recibimos más ayuda. Hemos crecido como organizadores, porque no teníamos ni idea de cómo se organizaba un evento”, aseguran, además de hacer hincapié en cómo se superó el coronavirus y la forma que todo tuvo de volver a ponerse en marcha gracias a la ilusión y el compromiso de los jugadores, que llamaban a la puerta queriendo participar en una fiesta veraniega llena de encuentros, familia y con el baloncesto como epicentro. Algo formidable si tenemos en cuenta que el parón llegó menos de dos años después del nacimiento de una asociación que ha salido reforzada de los peores momentos con lo social como logotipo y la emoción como bandera.

Una causa justa

Uno de los avances principales que se han notado ha sido la motivación de los muchachos. A mí eso me llena de orgullo. Antes alguno quería hacer deporte y otros no. Ahora tengo ‘whatsapps’ de casi 150 jugadores que buscan un equipo. Muchos son buenos y no tenían donde demostrarlo”, asegura Medina, al que se le dibuja una sonrisa al hablar de todo lo que han conseguido. “El año pasado, de un equipo de aquí se llevaron a cinco jugadores y los becaron”, señala Marqués. Cuando empieza el evento hay muchos jugadores que todavía no pueden participar porque se encuentran federados gracias al proyecto y están con sus equipos. Cuando llega el mes de agosto, todos vuelven a Villaverde Bajo. Ya no son sólo adolescentes que buscaban una oportunidad, ahora se han convertido en jugadores que están incluso en la EBA. Y que tienen todo el futuro por delante. Para eso ha dado igual cuán sea la nacionalizad: hay un equipo formado sólo por venezolanos, otros que tienen una gran mezcla de dominicanos y españoles. Incluso algún portugués. No hay fronteras en Baloncesto Sin Fronteras, un lugar donde todo el mundo tiene cabida. Donde no existe la endogamia ni la exclusividad.

DANI SANCHEZDIARIO AS

Eso sí, no todo ha sido fácil: “Estar involucrado es un proceso bastante complicado en el sentido de la exigencia que hay. Yo tengo tres niños pequeños, la más grande acaba de cumplir cinco años y los otros tienen 3 y uno y medio. La ‘alegría’ en mi casa más mi responsabilidad no nos deja tiempo para nada. No tenemos ninguna ventaja económica. Es más, yo he pagado con mi dinero ahora las actas en un locutorio, porque no había. Eso sí, me da la satisfacción del deber cumplido. Miro y veo la cantidad de jóvenes que puedo atraer a la cancha, que en lugar de estar en cualquier otro escenario están aquí con nosotros, haciendo deporte y sirviendo de ejemplo para los que están afuera. Yo me acuesto en mi casa y pienso que hago algo por la sociedad, que hago algo por la juventud. Sobre todo de cara a lavar la imagen del inmigrante. Lo que sale en las noticas son bandas latinas, porque es lo que genera morbo. Pero tenemos que potenciar la idea que podemos hacer otras cosas. Yo, por ejemplo, soy dominicano y vine aquí a hacer una maestría”, asegura Marqués.

Y los conflictos existen, pero como en cualquier partido de baloncesto. Así lo cuenta Marqués, que nos dice que “ha habido amagos de conflicto, pero nunca se ha llegado a las manos”. “Aquí hay protestas a los árbitros igual que en la NBA. Si alguien en algún momento se excede se le amonesta verbalmente. Primero se escribe una carta para él y para el equipo para contar que en este ambiente no podemos tener comportamientos negativos, ya que esto es un ambiente familiar. El año pasado se llegó a expulsar a un jugador por antecedentes, pero no porque hubiera ocurrido nada grave. Lo hicimos de modo educativo. Al final fue una antideportiva de toda la vida, pero la acumulación de cosas negativas dio la oportunidad a la directiva de mandar un mensaje”, añade.

El carácter social del conflicto abarca todo lo que pueda estar relacionado con la exclusión social o la erradicación de ciertos estereotipos. “Todo esto sale de una iniciativa para acabar con eso de que antes decían que Aluche era territorio apache y había conflicto. Es lo que no queremos. El deporte es lo más noble que hay y no concebimos que no se pueda ir a otro barrio a practicarlo por si hay conflictos. Tenemos que tratar de congregar a todo el mundo en una cancha y demostrar que no hay ningún tipo de problema. Que no existen fronteras. Me llena saber que hay jóvenes y niños que se congregan para ver los partidos y que lo que quieren es ser como esos muchachos. La satisfacción es el saber que estamos poniendo a todos esos jóvenes en el escenario en el que ellos pueden brillar por su talento y que tienen la posibilidad de ser federados y jugar en ligas profesionales o semiprofesionales”.

El cielo es el límite

Ahora, Baloncesto Sin Fronteras mira al futuro con una sonrisa y un enorme halo de esperanza. Antes sólo se podía decir entre susurros, pero ahora se hace a voz en grito. “Nuestros objetivos son tener unas instalaciones al aire libre, estamos en conversaciones con el Ayuntamiento para que nos lo gestionen. Que nos creen unas canchas exteriores para realizar un evento como este. Aquí en Villaverde no hay canchas de estas características: con gradas, sus espacios... Ellos están proclives a poder hacerlo. Queremos tener durante todo el año muchachos que estén en la calle y poder darles clases de baloncesto. Seguir orientándoles. Y la creación de una aplicación informativa sobre lo que hacemos, pero que puedan también pedir ayuda por ahí. Una línea seguro para poder orientarles. Ya estamos en contacto con ellos y podemos informarles de cualquier cosa que ocurra. También queremos crear un club federado, en uno o dos años, cuando podamos conseguir toda la estructura y el dinero que ello conlleva, que no sabemos cuánto es pero sí sabemos que es bastante. De cara al año que viene queremos tener equipos municipales. Y meter ahí a los jóvenes que no estén jugando en ningún sitio”, dice Medina.

DANI SANCHEZDIARIO AS

Sin querer dar el salto, por logística, a un nivel nacional, la asamblea sigue creciendo en Madrid y sigue teniendo un funcionamiento puramente democrático. ”Todo ha funcionado por una asamblea democrática. Todos los votos valen lo mismo y las decisiones se someten al escrutinio de los miembros. Da igual el puesto que tengas, nadie está por encima de nadie. Nos reunimos todas las semanas, trabajando estamos toda la semana por Whatsapp. Siempre tratamos de anticiparnos a posibles problemas”, dice Marqués. Ese día no se pudo hablar más porque pronto empezaron las hostilidades y los responsables de Baloncesto Sin Fronteras se tuvieron que poner a trabajar. Era el turno de los principales protagonistas de la historia: los jugadores. A los que, en última instancia, va dirigida toda esta idea. “Los muchachos vienen aquí y hacen deporte. Saben que este es un lugar seguro para ellos”, concluye Medina. Ese es el mayor triunfo de una asociación que tiene el cielo como límite. Y que lo hace todo desde abajo, sin renunciar a sus principios. Sin olvidar de quiénes son. O de dónde vienen. Y de la forma más genuina y honesta que puede haber. El bien social del baloncesto.

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