Desastre del Movistar Estudiantes ante el Almansa
El conjunto colegial suma su séptima derrota de la temporada, la tercera en cuatro partidos, tras verse sorprendido por los castellanos.
El Movistar Estudiantes se encuentra muy perdido ahora mismo. Lo dicen los datos: tras la derrota por 75-78 de este domingo contra el Almansa (15º en la clasificación antes del duelo), suma la sexta de la temporada en 23 partidos, la tercera en los últimos cuarto encuentros. Y lo dicen las sensaciones: hay debilidad y no hay defensa. Ha desaparecido. Nadie sabe muy bien dónde ha quedado. Ni intensidad. Ni inteligencia. Hay una vía de agua gigante agudizada porque Larsen no está desde su lesión. Y, detrás de él, el resto cae en cascada. Sin resistencia atrás, sin intensidad alguna (el peor pecado) y con carajas enlazadas en el marcaje, no hay rebote y sin rebote no se corre, y toca atacar en estático… y es poco alentador: triples sueltos, jugadas individuales sin movimiento de aquellos que no tienen el balón. El juego en el poste ya no se conjuga en el Ramiro.
Un desastre tremendo, vergonzoso, que Javi Rodríguez no soluciona. O no puedo. O no sabe. Cualquiera de las tres opciones es un drama para un Estu que parece empequeñecer con el paso de las semanas, con el curso ya muy avanzado y el resto de rivales directos por el ascenso en palpable crecimiento. Males y más males en los que profundizó un serio Almansa (al César lo que es del César): inmenso de comienzo, no se puso nervioso cuando los colegiales trataban de voltear el marcador. Despegó de inicio con Fernández y Smith, se quitó los nervios con Mutic en el tercer cuarto y casi solucionó el partido con Edu Martínez.
No se llevó un mejor marcador del Palacio porque Leimanis entró en trance con 10 puntos seguidos (cerró con 21) en los últimos dos minutos que llevaron el marcador del 65-74 al 75-76 con solo seis segundos por jugarse. El letón falló un tiro libre que habría empatado el duelo a a 76. Bivia y Mutic no erraron desde la personal y el triunfo viajó en dirección a Almansa.
El inicio fue un cúmulo de despropósitos para los colegiales, que en un pestañeo ya estaban 10 abajo (5-15) con una carta de tiro casi impoluta de su rival: 6 de 7 en tiros de campo. En solo cinco minutos, el Almansa había puesto patas arriba el WiZink: el ritmo era suyo con ataques simples que atravesaban la débil defensa local como cuchillo caliente en mantequilla. Javi Rodríguez pedía tiempo, Leimanis cometía su segunda falta en tan solo tres minutos y Larsen era pequeño ante el empuje de Smith en la zona. Un descalzaperros, vamos. Los nervios recorrían la grada. Y la cancha. Los castellanos se aprovecharon: 8-20, min. 6. Fernández fustigaba desde el perímetro. Los ramireños, matar o morir desde el triple, iban a la caza de su presa con más fe que cabeza.
La salida de Agbelese mejoró algo la contención madrileña. Pero nada comparado con la agresividad en la presión sobre el base de Sola (desaparecido misteriosamente en la segunda parte), que con Franch sin chispa y Leimanis en el banquillo por faltas, tuvo que volver a ese puesto de falso ‘uno’ que ha ocupado un cuarto de temporada por la lesión de Atencia. En la otra parte del campo, Rubén Domínguez tiraba de casta torera para achicar la distancia del marcador… pero ni por esas. El Almansa siguió navegando con tranquilidad durante los primeros ocho minutos del segundo cuarto. Un arreón de tres minutos, con Jorgensen y Hughes a los mandos, trajo un parcial de 9-2 que dejó el marcador abierto para el tercer periodo: 34-38. Partido nuevo. Bola de set salvaba. Algo de respiro para Rodríguez y sus chicos.
Todo pareció cambiar tras el descanso. Un triple por barba de Hughes y de Alderete empataban a 40. El viento soplaba a favor de los colegiales… pero Mutic entró en ebullición desde el perímetro. Dejó en nada la escalada estudiantil, que se acercaba y se aleja. Rozaba con los dedos una remontada que no llegaba nunca. Fue un quiero y no puedo que a falta de 6 minutos ya parecía irresoluble: 57-68. No era el marcador, era la sensación de imposibilidad manifiesta. De equipo lanzado por el corazón, sin cabeza y a lo loco ante otro que veía demasiado cerca el bombazo de la jornada para dejarlo escapar. Y no lo hicieron a pesar de Leimanis. El Estu se desangra. Y vuelve a ser todo tan cansado que quitan las ganas de confiar en algo.