Cómo no iba a estar en el Hall of Fame

Con un encanto sencillo y cercano, José Manuel Calderón siempre se explica de maravilla a sí mismo; Su carrera, sus decisiones: su vida. Nunca dio titulares polémicos ni montó ningún lío. Fue un ejemplo de precisión profesional y sentido común. Y así habla, con la inteligencia y el enfoque que le mantienen en el entorno NBA desde que dejó las pistas. Primero en el sindicato de jugadores, ahora en los Cavaliers. Conoce el oficio, su sitio estaba en el baloncesto. Porque hay un hecho sin el que es imposible entender quién es: nadie habla mal de él. Franquicia tras franquicia, vestuario tras vestuario, y desde luego en sus años de metales y gloria con la Selección: todo el mundo habla maravillas de José Manuel Calderón.

Uno de esos jugadores que los entrenadores quieren tener lo más cerca posible, fue también un excepcional base. Primero de más percusión, después más cerebral. En la NBA convirtió un tiro inestable en infalible, testimonio de su constante trabajo para ser siempre un poquito mejor. Hasta tiene un récord que muchos consideran imbatible: en la temporada 2008-09 metió 151 de 154 tiros libres: un 98,1%. Tiene en la cabeza los tres que falló, dos en Toronto y uno en Nueva Orleans. Y tiene en la maleta una carrera increíble, llena de éxitos y del respeto y cariño de todos los que se fue encontrando. También el pedigrí: es, simplemente, uno de los mejores jugadores europeos de la historia. Y es, con justicia, miembro de nuestro Hall of Fame. Cómo no iba a serlo.

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