Parker y Paulí, invitados a la fiesta de los Hernangómez

Si el duelo entre Willy y Juancho Hernangómez defraudó, de eso no hay duda, el papel del Barça ante el Panathinaikos dejó en cambio la mejor de las sensaciones. Ante un rival débil, abatido, sin ideas y poco efectivo, cierto, pero la superioridad del Barça fue soberbia. Un Barça sin Laprovittola ni Jokubaitis, con solo un base puro en la plantilla, pero con recursos de sobra. Apostó Grimau por los menos habituales, no le quedaba otra, y respondieron con creces. El primero Oriol Paulí, habitual descarte, que jugó uno de los mejores partidos desde que viste de azulgrana. Y luego Jabari Parker. La primera gran actuación del norteamericano, al que se le ve ya mucho más cómodo en Barcelona. El dominio apabullante del rebote azulgrana dejó sin segundas opciones a un Panathinaikos que es una sombra de lo que fue. Han sufrido una renovación grande este verano con el objetivo de rememorar glorias pasadas pero los de Atenas todavía están muy lejos de ser un equipo competitivo. Algo de Lessort, un poco de Grant y nada más. La nada más absoluta. Ni a nivel individual ni colectivo. Le aguantaron dos cuartos al Barça, siempre por detrás, y se deshicieron en el tercero donde ya perdían de más de 20 puntos.

El duelo entre los Hernangómez arrancó descafeinado. El partido empezó sin Willy en pista, salió de inicio Vesely, y no fue hasta los seis minutos que se encontraron en pista. Prácticamente no se cubrieron el uno al otro, no interactuaron, en una primera aparición modesta de ambos. Willy sí tuvo cierto protagonismo, y metió sus tiros libres, pero Juancho pasó con más pena que gloria por el primer cuarto. Bueno, por todo el partido. En un sistema que no es para él, con un entrenador que no se sabe muy bien si confía en el español, tan solo tiró un triple (fallado) y cogió un rebote en los primeros diez minutos. Fue una sombra sobre el parqué.

En los primeros compases del encuentro ya se dejaron entrever ciertas claves del partido. La primera, los problemas de Panathinaikos para jugar fluido. Mucha pérdida, poco sistema y algún tiro aislado. La segunda, los problemas del Barça para generar juego por fuera. Sin Laprovittola ni Jokubaitis todo el peso recayó en un Satoransky que evidentemente no puede jugar 40 minutos de uno y de dos. Grimau apostó pronto por darle más protagonismo a Brizuela y ciertos minutos a Paulí de base, minutos donde Panathinaikos se acercó en el marcador. Los griegos tuvieron en Lessort a su principal amenaza.

Sin acierto ni insistencia en el triple, el Barça controló el rebote ofensivo. De una manera apabullante. A los 18 minutos habían cogido 10, Panathinaikos ninguno. Pero la primera diferencia reseñable a favor de los azulgranas tuvo un protagonista inesperado: Oriol Paulí. Un jugador infrautilizado, habitualmente fuera de las convocatorias cuando están todos sanos, pero que en el segundo cuarto demostró que también es un jugador más que válido. 10 puntos con un triple, un dos más uno y dos tiros de dos sin fallo. Una irrupción volcánica, acompañada por un gran Jabari Parker y un intenso Nnaji que llevó el partido al 45-33 con el que se llegó al descanso.

Mucho trabajo tiene Ataman para armar un equipo no ya que le compita de tú a tú al Barça, sino para armar simplemente un equipo. Panathinaikos jugó a tirones, a rachas, con mucha pérdida y demasiadas individualidades. Infinitamente más cómodo el Barça, al que solo le faltó estar más acertado de tres. Si hubiesen entrado los triples el partido se hubiera roto mucho antes. En el tercer cuarto la diferencia ya era de 20 puntos (61-41) pero podría haber sido mayor. El desplome de los griegos en el tercer cuarto fue definitivo ante el festival continuo de Parker. El partido estaba roto.

La única incógnita de los últimos minutos era conocer la diferencia final para el Barça y saber si Dame Sarr, sustituto de Jokubaitis en la convocatoria, iba a tener minutos. Tal fue la relajación azulgrana que el parcial del último período fue sonrojante pero suficiente para ganar (9-25). Al Barça no le hizo falta ni competir, porque el partido ya estaba ganado. Sarr finalmente debutó en Euroliga: jugó poco más de un minuto.

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