El Madrid ha vuelto

Defensa, actividad (muchísima), rebote, velocidad, contraataque, circulación, acierto en el tiro... y, en general, buenas decisiones. Un ajuste como equipo con un papel importante ahí de Chus Mateo y su cuerpo técnico. El mejor Madrid de la temporada, de largo (94-72), uno muy solidario para armar su baloncesto (22 asistencias entre nueve jugadores, 5 de ellas de Musa y 4 de Andrés Feliz).

Si el martes se cargó al primero de la clasificación en París (sin TJ Shorts, eso sí), este jueves ha repetido con el que cogió el testigo en el liderato, el AS Mónaco, al que sacó de la pista. Una actuación inédita este curso. El equipo recordó más al del año pasado. Una reacción entusiasta que ha llegado tras tocar fondo la semana pasada ante el Zalgiris y agitarse cosas dentro de la sección, con la dirección, los técnicos y la plantilla. Una serie de decisiones que están funcionando.

Las rotaciones, Garuba y el descarte de Rathan-Mayes

La primera, las rotaciones con Rathan-Mayes fuera de la convocatoria (por tercer partido consecutivo: hay caso abierto y su futuro pinta lejos del club, aunque Mateo reitera que se entrena bien) y quintetos más equilibrados. En el titular vimos a Feliz, Musa (22 puntos), Deck, Ndiaye y Tavares, como en París, para luego poner en juego a Campazzo y Hezonja, a Abalde… y a Garuba por Tavares. El de Azuqueca de Henares, tras casi no haber participado en el primer tercio de la temporada por problemas físicos, empieza a salir del túnel. Fogonazo. Su actividad, ayudas defensivas y manos rápidas (9 tantos, 6 rebotes, 2 asistencias y 2 tapones para 17 de valoración en 15:01) empujaron a los suyos a frenar a los de Spanoulis (algo de Mike James y ya) y a galopar.

La velocidad hizo la diferencia, puso al Madrid en otra dimensión. De los malos hábitos y los números en contra, a borrar de un plumazo ese reguero de aspectos negativos. En lo que iba de campaña, el Real había padecido en el perímetro, tanto para sujetar los triples del rival como para embocar los suyos, y a menudo en el rebote. Todo eso sopló esta vez a su favor, muy a su favor (46% en triples frente a un 29% y 41-29 en el rebote) para un 116-66 en valoración.

La energía se contagiaba de un jugador a otro y las rotaciones fluían sin alterar la alegría en la cancha, cada nueva entrada en escena daba un impulso, incluida la de Hugo González, otro que va sobrado de físico. Esa sensación colectiva empujaba a crecer a gente como Musa, cada vez con más confianza y fuerza para encarar la canasta. Una rapidez de acción que le venía bien a Feliz. Ndiaye asomaba, de nuevo a buen nivel Deck... E Ibaka volvía a jugar (en blanco en París) tras cometer la segunda Tavares en el segundo cuarto, muy buen tramo entonces. En esa dinámica, Campazzo ofreció muchísimo al grupo de manera exprés, con menos desgaste, y Tavares se pudo tomar el día libre o casi (apenas 10 minutos, -5 de valoración, sin precedentes). Una gran noticia sin que sirva de precedente.

El despegue del final de la primera parte se intuía definitivo, cuando Ibaka puso un gorro a Motiejunas, corrió y recibió la asistencia de Abalde (muy serio de nuevo) para colgarse del aro. En el primer cuarto, otro jugadón con robo de Campazzo y pase a Garuba, que la soltó rapidísimo para el mate de Ndiaye. Baloncesto a la carrera, el que hizo grande al Madrid desde su primera edad de oro y que siempre encandiló a la hinchada.

En la reanudación, los de Chus Mateo dinamitaron definitivamente el duelo y lo que quedaba, más de cuarto y medio, resultó un paseo; pero, como ante el Breogán, no sobró nada: +32, 79-47, la máxima ventaja. Lo necesitaban, una inyección de vitalidad para reengancharse por completo a la Euroliga. Al final de la primera vuelta, balance de 8-9. Llueve menos. El Madrid ha vuelto.

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