El Unicaja ha vuelto: el triunfo de la revolución verde

Alcanzar la élite para el Unicaja, después de años de efervescencia, tras una fusión de dos equipos modestos como el Caja de Ronda y el Maristas (eso ocurrió en 1992), fue un logro supremo en la primera década de este siglo: Copa (2005), Liga (2006) y clasificación para la Final Four (2007). Volver ahora a la cima, tras el paso atrás de las últimas temporadas, es otra conquista gigante para el club, que en Badalona festeja ya (80-83) el quinto título de su historia, el tercero nacional, su segunda Copa del Rey. A un lado se lamentaba “un pedazo equipo”, como canta su hinchada, un Lenovo Tenerife que acabó roto, en lágrimas, como Marcelinho Huertas. La ocasión histórica solo podía coger un vuelo y no viajará a San Cristóbal de La Laguna, sino a Málaga, donde su afición no se cansó de gritar “Ibon tiene un plan”.

Ibon Navarro, el entrenador campeón, de Vitoria, ese que ha encajado las diez piezas nuevas (dos lesionadas: Lima y Sima) y las 12 bajas en tiempo récord, era cierto que tenía un plan. El que ayudó al Unicaja a levantarse cuando iba 9 abajo (56-47, minuto 27), como lo hizo Tyson Huracán Carter, el MVP, con 17 puntos, todos en los últimos 13 minutos. La grada malagueña, la charanga (¡qué afición y qué mascota (Chicui)!), arropaba su frenesí encestador. Los 16 rebotes ofensivos, las 9 asistencias del pelirrojo de oro, Alberto Díaz, más la amenaza constante de Tyler Kalinoski (4 de 7 de tres y… 9 rechaces) permitieron a la marea verde darse una nueva crecida cuando más lejos veía al rival, cuando Huertas soñaba con la gloria a punto de cumplir 40 años (entre él y Shermadini, 41 tantos, 13 rebotes, 12 asistencias y 57 de valoración).

El Unicaja tenía una misión y la consumó con entereza y valentía, esa fuerza y asumir riesgos le dieron el premio en la final, en la que se coló tras no achantarse en 48 horas mágicas ni con el Barça ni con el Madrid. Vestirse de matagigantes le colocó cara a cara con su destino y no lo desaprovechó. Gran trabajo del técnico, de sus jugadores y de la entidad, del presidente, Antonio Jesús López Nieto, y del director deportivo, Juanma Rodríguez. A una. El ejemplo, la colección de posibles MVPs que amontonó a lo largo del torneo: Brizuela, Perry, Kravish, Kalinoski... y Carter, el elegido, un escolta de 1,93 y 25 años, en edad de explotar.

El duelo empezó de tanteo, toma y daca controlado, sin desatarse nunca el ritmo (16-17 en el primer acto). Los contendientes de una final única se medían, como si valoraran cómo encarar el asalto a un tren que a veces solo pasa una o dos veces en la vida. En el Lenovo costó que arrancara su pareja mágica, Marcelinho-Shermadini, pero lo hizo en un segundo cuarto en el que el equipo aurinegro avanzaba sin fallos (cinco aciertos de dos y dos de tres) para ponerse siete arriba: 33-26. Txus Vidorreta sentó al dúo para mantenerlo fresco y se notó. Un 2+1 de Ejim y el segundo triple de Kalinoski (qué manera de lanzar en movimiento: 8 tantos sin error) nivelaban de nuevo la balanza. Jaime Fernández era el otro gran protagonista de la primera parte (9 puntos y 13 de valoración), castigando con su bote y velocidad, sacando faltas.

Los porcentajes del Lenovo parecían fantasía (75% de dos y 41% de tres), a cambio marraba cinco tiros libres (6 de 11). El Unicaja viajaba lejos de esas cifras en tiros campo, aunque solo un triplazo in extremis de Huertas le impedía llegar al descanso con ventaja (39-37). Era el segundo en menos de 9 minutos que clavaba el brasileño, el otro había sido a dos manos y como si diera un pase de pecho para salvar la sirena de posesión desde el lateral de la pista. Si los malagueños andaban metidos en ese puño era porque habían lanzado nueve veces más, las que le permitían sus nueve rebotes ofensivos, en la misma senda de la semifinal con el Madrid.

Las cartas empezaban a quedar marcadas. Al regreso de la tregua del intermedio, Brizuela empujó a los verdes y Shermadini y Huertas contestaron, el base lo celebraba eufórico, marcando fibra, la de un cuerpo de 39 años cuidado con esmero para aguantar en la élite a este nivel, un caso excepcional. La secuencia: doble canasta del georgiano en la pintura, robo del propio Gio y asistencia para Marce, que emboca, añade una segunda diana y una tercera con tiro libre adicional para el +9 (53-44, minuto 25). El acelerón más serio después de asistir a 13 cambios de líder en el marcador. ¿Sería el último? Ni lo sueñen.

Kalinoski, mitad guerrero, mitad mano de seda, andaba por ahí, como toda la tarde, y emergió Tyson Carter con 13 tantos en un suspiro, en cuatro minutos (tres cañonazos de larga distancia, uno de dos y dos libres), para darle la vuelta a la tortilla, de nuevo: 62-63. Huertas necesitaba respiro. La fuerza, el rebote, la defensa y el atrevimiento lideraban la revolución verde, un poquito ahí por delante de un rival más veterano, más sabio, más eficiente y, a la vez, que perdía algo de su chispa. Huertas aún contestó (66-65); la tendencia, sin embargo, era otra. Más de Kalinoski y más de Carter (17 huracanados puntos en los últimos 13 minutos). Y qué momentazo de Barreiro con un triple y un robo vitales. Y de Osetkowski... Una antideportiva de Shermadini a 40 segundos del cierre daba la puntilla a la final. El Unicaja ha vuelto, lo ha hecho la Copa ingobernable, la que vuela libre de ataduras y pronósticos.