El Madrid despeja la sorpresa

En el baloncesto no siempre dos más uno son tres, a veces lo aparente viene con requiebros. El Madrid hizo un buen partido por concepto y pasó las de Caín. El Valencia dominó los tres últimos cuartos y perdió (86-85). Y dobló la rodilla con Chris Jones, el hombre de moda, marrando los dos últimos lanzamientos, los triunfales. El base nacionalizado armenio completó un partidazo (20 puntos y 5 asistencias), bien secundado por Jared Harper (16), la apuesta de Mumbrú como jugón rompetobillos. El duelo se puso donde quería el técnico, que minimizó a Musa (9 puntos cuando le había metido 50 entre los dos choques previos del curso), y, sin embargo, el gato al agua se lo llevó el Madrid porque, además de a Tavares, tiene a un jugador como Gabriel Deck. El todoterreno argentino no cambia el rictus en la agonía, da un poquito más cuando otros se encogen (7 de sus 19 tantos en el tramo decisivo más 9 rebotes y 2 asistencias para 26 de valoración). Un tipo ganador. Así que empujó al triunfo a su Real, que sobrevivió a un 5 de 27 en triples (19%) y a desperdiciar 12 tiros libres (68%) abrazado a su callo competitivo. Se comportó como un equipo también en las malas y eso le salvó, pese al problema en el puesto de base que arrastra desde el adiós de Campazzo, y que esta vez se agravó por la lesión de Llull (posible adiós a la Copa con el ligamento lateral interno de la rodilla izquierda afectado). Hezonja resultó igualmente un asidero en las duras.

Lo mejor al descanso para el Valencia era el resultado, ese que endulzó con dos triplazos en los 30 segundos finales, el último de Prepelic casi desde el medio campo porque Sergio Rodríguez falló el tiro sin apurar el tiempo de posesión. Dos cañonazos de largo alcance cuando viajaba con un paupérrimo 2 de 15 desde más allá de la línea de 6,75 m y que le permitieron enfilar hacia los vestuarios solo siete abajo (41-34). Alguno en la grada lo veía cerca del desahucio poco antes: 31-15, +16 en el minuto 12 con la segunda unidad blanca en escena, con Llull al timón hasta que se hizo daño en la rodilla izquierda (la operada en 2017 fue la derecha). No participó más, pero se quedó en el banquillo. Poirier cogía cuatro rebotes y ponía dos tapones y el que empujaba en ataque era Hezonja, con 10 tantos en ese segundo acto y eso que erró sus tres primeros triples.

El primer cuarto de los merengues había sido magnífico con un quinteto, el titular, que aguantó sin cambios 9:35 y que se puso 11 arriba (20-9), aunque las sensaciones eran de 20 apabullando en el rebote. La poca puntería de tres de ambos sujetaba la anotación mientras que Tavares y Deck daban un clínic bajo el aro combinándose para 13 tantos, 7 capturas, dos pases y dos robos. Perfectos en colocación, visión de juego y poderío. Y pese a todo, solo siete de diferencia en el ecuador, que se redujo a dos (60-58, minuto 29) tras una crecida de Chris Jones, un tiro libre más rechace y triple de Harper y una bandejita de Prepelic. Partido nuevo.

El Madrid, frente a su desacierto exterior y con Hanga de base (además de Llull, el Chacho tampoco participó en la segunda parte), sumaba mucho desde la personal (con porcentajes regulares) por su verticalidad y fuerza para encarar la canasta. Esas acometidas castigaban una y otra vez a los de Mumbrú, que se llevó una técnica por protestar y pidió dos revisiones para elevar el grado de las faltas a antideportivas sin éxito.

Cuando el agua parecía escapar del cauce valenciano, Jones y Harper armaron la remontada: 79-81 a 2:21 de la bocina. Yabusele acababa de marrar una bajo el aro y Musa venía de hacer pasos en una penetración muy forzada. Aparecían los nervios en el favorito, en un Madrid que pasó de verse bien a encontrarse contra las cuerdas. Y en el atascadero… emergió Deck. Un triple y una carrera. Jones aún ponía el 86-85 y el Madrid (recuerden, sin bases puros) agotaba los 24 segundos en una mala ofensiva. Restaban 26,3 y bola taronja. “¿Ordeno falta o no?”, debió pensar Chus Mateo. Y la respuesta fue no.

Jones, el ganapartidos, lo tuvo en su mano: falló la entrada por la derecha y le llegó el rechace, tiro tan forzado como esquinado que Claver palmeó dentro… ya fuera de tiempo. Vencían blancos, puños arriba y suspiro de alivio. Qué manera de sufrir ante un Valencia que le llevó al límite.