El Madrid nunca deja de ganar

Érase una vez un equipo indestructible, uno que nunca paró de remar, ni en la tempestad más angustiosa, de luchar y creer. Uno que nunca dejó de ganar, contra viento y marea. Uno que hace tiempo que aparece con letras gigantes en la historia del mejor club de Europa, que ha traído muchas décadas después otra edad de oro al baloncesto blanco. El Madrid de la era Laso alza al cielo su 22º trofeo, la Liga número 36 en el palmarés merengue tras abatir al ogro culé (81-74 y 1-3). Un Madrid que es también el de Chus Mateo, un técnico de la casa que ha visto mundo y que ha estado magistral ante el Baskonia y en la final: temple, preparación, buenas decisiones y rotaciones perfectas en ausencia del vitoriano por ese infarto que sufrió hace dos semanas. Y el del coloso Tavares, MVP con 25 puntos (9 de 11 de dos y 7 de 7 desde la personal), 13 rebotes y 41 de valoración. A lo Sabonis.

El Madrid, decimos, un equipo capaz de saltar todos los obstáculos, de recuperarse en tiempo récord de 17 derrotas en 28 partidos (8 en 9) y completar un tramo final de temporada modélico (18 triunfos de los últimos 20), incluso sin bases, y sí, con algún desajuste estructural en la plantilla. Capaz de voltear la hegemonía del Barça de Jasikevicius cuando los azulgranas encadenaban cinco victorias en el cara a cara. En marzo, difícil apostar por los blancos a un partido. Y en un playoff, nadie. Ahora, tres meses más tarde, están de fiesta con los suyos, en un Palacio repleto con 12.315 aficionados una pandemia y 29 meses después.

Gran trabajo de los técnicos y buena labor del club, de Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros, aunque no todo sea perfecto. Y magnífica la plantilla, con Tavares de MVP. Y Hanga, Causeur y Deck a su vera como trío rescatador del perímetro, y añadan a un mermado Llull, con Poirier por dentro y Yabusele dando una zancada frente a Mirotic. Con Rudy y su defensa de libro, y metan a Taylor, momentos decisivos atrás sabiendo que su adiós, tras siete cursos, parece un hecho. Magnífico en la sombra. De los que levantan un grupo como este, más unido por la ausencia de Laso y la dramática lesión de Randolph, que se suma a la anterior de Alocén, a la de Goss... Un triunfo por 1-3 inapelable, que pudo ser 0-3, y que comenzó a gestarse en febrero, en la final de Copa, cuando cambió la manera de encarar los Clásicos, con un quinteto más físico y vertical para superar la defensa de cambios culé y generar ventajas sin bases, una reinvención del Lasismo.

Se avecinan cambios en el Barça

¿Y el Barça? Muchos hablan de fracaso, tenía al Madrid acogotado y no ha cruzado la meta. Quizá Jasikevicius ha tirado en exceso de fusta y con la puesta al día de los aplazados el bloque se ha roto. El Real le ha tejido un plan alternativo para darle respuesta eficaz, pero su trayectoria, dos Copas, una Liga de dos y dos Final Four, con una final, es elevada. Cierto, también, que con el mayor gasto en plantilla de Europa. Mirotic, la gran estrella, estuvo a la altura, otros, no: el convaleciente Higgins, Brandon Davies… incluso Calathes, Jokubaitis, Abrines, Kuric, Sanli… Algo se rompió en plena primavera y el club, antes de que concluyera la serie, comenzó a filtrar que hay que meter mano a las cuentas del baloncesto. A destiempo. Se vienen cambios, también en el Madrid con Chacho, Musa y Hezonja, y a ver qué pasa con Campazzo. Pero eso no toca.

La puesta en escena fue la de todos los días en esta eliminatoria, un Madrid arrebatador, muy fuerte y sólido (7-0). La diferencia es que pronto comenzó a fallar más de la cuenta. Por fuera y en las penetraciones, más lento, seguro que más cansado, y menos resolutivo, sin que Hanga, Causeur y Deck tuvieran la verticalidad de otras tardes. El Barça, mal, sufriendo de nuevo las pérdidas (4 solo en el primer acto) y los rechaces bajo su tablero (7 entonces y 16 al final); aunque solo tres abajo: 13-10. Las rotaciones no subsanaron el problema blanco, hasta que Llull, tras marrar sus cinco primeros intentos, enlazó un triplazo y un 2+1 inverosímil. Rudy se añadía a la fiesta con otro cañonazo y buscaba a la grada para embravecerla: 24-10. Poco después un 2+1 de Poirier. Y ya, hubo un parón.

Un suplicio cada ataque, tanto que ese padecimiento le mermó atrás, lo que permitió alguna transición y que el Barça hallara el camino del triple: 7 al descanso, 5 de 8 en el segundo cuarto. La aparición inopinada de Exum ahí, descartado en los dos primeros asaltos en el Palau, revitalizó a los suyos. La afición merengue se frotaba los ojos, del +14 al 34-33 del intermedio pese a las 8 bolas extraviadas por los culés. La clave estaba en otro sitio, en que los de Jasikevicius habían compensado los rechaces y el Real lanzaba con un paupérrimo 29% en tiros de campo. Imposible ganar así, pero lo hacía.

Deck genera y Causeur ‘mata’ el partido

En la reanudación, los de Chus Mateo volvieron a cargar por dentro, lo hizo Tavares con toda su fuerza, Causeur con un par de entradas y Yabusele con un mate a la carrera energético, el WiZink Center rugía como antaño: 44-37. El Barcelona no se soltó, Kuric y Mirotic respondieron de tres, su porcentaje superaba el 60% mientras su rival añadía otros cuatro fallos en ese periodo (20%). El hasta ese momento vigente campeón estaba dentro, muy dentro, y Higgins firmaba la primera ventaja (55-56).

El Barça lo tenía justo donde quería, con la presión atenazando a los locales. El quinto partido, la amenaza de la magia del Palau, sobrevolaba el recinto de la calle Goya. Muchos madridistas pensaban, ahora o nunca, o la Liga se escaparía como lo hizo en 2012 con un guion muy parecido. Pero fue AHORA. Hanga devolvía la iniciativa al ejército vikingo con la primera diana de tres en 20 minutos. Y fue AHORA porque irrumpió de nuevo un Tavares hercúleo, sendos 2+1, bien buscado y encontrado por Deck, que generaba ventajas desde el poste bajo, el penúltimo asidero con las fuerzas al límite. El último… Causeur, ocho puntos en los cuatro minutos finales, seis (triple y 2+1) en los dos últimos, incluido el gesto de haber matado la Liga. Momento en el que aparecía Pablo Laso en escena, por una esquinita. “¡Campeones, campeones…!”, atronaba el Palacio. El 22º trofeo de la era Laso, este equipo nunca deja de ganar, ni siquiera cuando parecía imposible.