El Barça sigue en el laberinto
La derrota contra el Lleida y el 0-2 en Liga Endesa dejan claro que se trata, otra vez, de un equipo irregular, poco fiable y sin estructura, parece, para pelear por todos los títulos.
La situación deportiva del Barcelona es una de las peores en la historia reciente del club, después de dos temporadas sin títulos, dos años muy largos en blanco para un club como el azulgrana, y en los que ha desaparecido del rango de máximos aspirantes a ganar la Euroliga en el que se había instalado antes de la salida de Sarunas Jasikevicius y del inicio de una etapa de recortes y ajustes con el gasto destinados a reducir las pérdidas y, con ellas, la cargas en las cuentas de un club en situación muy delicada y en la que la prioridad absoluta es, como parece claro en el día a día de la toma de decisiones, el fútbol.
No es que no lo haya sido siempre, sino que para muchos aficionados hay pocas dudas de que al baloncesto se le pide poco más que no gastar demasiado. La prueba, una política de fichajes de perfil bajo que ha sacado al equipo de las grandes operaciones del baloncesto europeo y que queda definida por la falta de movimientos incluso en casos de extrema necesidad. La temporada pasada no se fichó ningún base después de las lesiones de Nicolás Laprovittola y Juan Núñez. Ahora, de inicio, otra están ambos fuera, el segundo de nuevo para, al menos, buena parte del curso. Y otra vez la decisión ha sido no fichar.
El Barça se ha movido en el nivel de las oportunidades de mercado, con jugadores de primer rango pero ya muy veteranos (Tornike Shengelia, Will Clyburn), que han comenzado bien la temporada pero que tendrán que gestionar sus esfuerzos en un calendario abrasador que incluye por primera vez una Euroliga con veinte equipos y formato de todos contra todos (la tercera semana de competición será la segunda con jornada doble); Y, por otro lado, el club ha realizado apuestas de perfil bajo que por ahora dejan dudas: un currante como Myles Cale y una incógnita como Miles Norris que por ahora solo ha jugado 17 minutos en tres partidos de Euroliga y nada en la Liga Endesa, donde el equipo ha comenzado con un balance de dos derrotas y ninguna victoria. Un dato que afea el brillante 2-1 de Euroliga, con triunfo incluido en el temible OAKA, en un arranque en el que el Barça no siquiera ha disputado la Supercopa, otra metáfora de la salida, en muchas cosas, del primer plano.
Esa falta de ambición, o esa prioridad absoluta en el control de gasto, quedó evidenciada también con el regreso de Youssoupha Fall, un pívot que no está al nivel que requiere (o debería requerir) el Barça, que no iba a seguir después de una sola temporada y que acabó siendo el fichaje cuando no se concretaron otras opciones en un juego interior que sigue necesitando una pieza física y con intimidación en defensa. Una laguna obvia para un equipo generalmente débil en esa posición y que se abre en canal en cuanto el rival ajusta su juego de dos contra dos, el punto de partida más básico del ataque y con el que suele bastar para meter en apuros a un Barça que, además, está sufriendo otra vez en los finales igualados, de la Lliga Catalana al partido contra el Lleida en el Palau, una de esas derrotas que cada vez resultan menos sorprendentes. Con un juego de ataque basado en las individualidades y sin más cohesión ni estilo aparente, y con una defensa inexistente (encaja 100,3 puntos de media en la Euroliga y 92 en la ACB), Joan Peñarroya vuelve a estar en la picota, ahora desde octubre. Así que la temporada puede ser, si no cambian las cosas, muy larga.
Ya el pasado curso dio la sensación de que, otra vez, la continuidad del entrenador después de algunas crisis verdaderamente asfixiantes (o que en otros tiempos lo hubieran sido) tuvo más que ver con el control del gasto: no meterse en finiquitos y altas nuevas, no tantear de verdad a nombres importantes con lo que eso implica (salarios, contratación de un staff amplio y de máxima exigencia…). Todo en este Barcelona es así: gastar lo menos posible. Esa, por encima de la ambición deportiva, parece la meta de un proyecto en el que cada vez más afean también la falta de liderazgo de Josep Cubells, el responsable de la sección, y de autocrítica (o presión a sus superiores) de Juan Carlos Navarro, un director deportivo cuya incomodísima realidad choca con su obvia condición de leyenda del club.
Según 2playbook, en su informe de inicio de temporada sobre las cuentas del Barça en la pasada, la sección de baloncesto duplicó sus pérdidas en el curso 2024-25 pese a que alcanzó su récord de ingresos: más de 21 millones de euros por primera vez con un 24% más de facturación. Las pérdidas llegaron, sin embargo, a los 20,6 millones, un 2,7% más que el presupuesto aprobado. Un año antes, y como efecto de la dura reestructuración que se había acometido la temporada anterior para controlar el gasto, los números rojos habían quedado en 10,3 millones, la cifra más baja en dos décadas en las que el déficit siempre había estado por encima de 17 millones, con picos de más de 30 durante la pandemia.
Siempre según los datos de 2playbook, el presupuesto del Barça 2024-25, el de la segunda temporada consecutiva sin títulos, llegó hasta los 41,6 millones. De ellos, 31,6 fueron destinados al gasto en salarios de la plantilla, un 23,7% más que en la 2023-24 y 29,9 de ellos en la parte que corresponde a los jugadores (24 un curso antes).
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