El Barça frena el terremoto

Al Barça subir el telón de la final le supuso que la tierra dejara de moverse tras el terremoto generado por la comunicación a Mirotic de que será despedido cuando acabe el curso, o sea, este playoff. No es fácil afrontar una situación así, el jugador empezó acelerado (muchas emociones y mucho deseo de agradar al Palau, que le ovacionó sin reservas), pero con las ideas claras, como su equipo. Un Barcelona muy serio (97-88), que supo ir neutralizando a Tavares, descolocándolo poco a poco con un fantástico Sanli, para llevar al Madrid a terreno incómodo. Los blancos donde más lucieron fue en el triple (12 de 19), al revés que en todo el playoff, y, sin embargo, cedieron en el resto de batallas, acumularon pérdidas, demasiadas en mal momento, claudicaron en el rebote y concedieron 17 tiros libres… en el último cuarto en sus brazadas a contracorriente. Laprovittola fue el rey sacando faltas y transformándolas en puntos y Satoransky resultó decisivo para detener el intento de reacción merengue. Gran actuación del checo. Enfrente, demasiados tirones (el mejor, Sergio Rodríguez) y demasiados agujeros por donde se colaron los azulgranas, que repartieron 11 asistencias más y contaron hasta siete jugadores en diez o más puntos.

El ataque le dobló el brazo a la defensa en la primera parte con elevados porcentajes, aunque no fuera todo lineal. El Madrid dominó de inicio (4-12 y 9-15), pero la rotación culé, esa que tanto rédito le dio a Jasikevicius ante el Unicaja, reactivó a los locales. Un cambio de ritmo, de acierto, con esa segunda unidad comandada por Jokubaitis, y con Da Silva y Sanli (tres de tres triples el turco entonces) sumando. Bastante mal atrás los blancos, permitiendo lanzamientos cómodos (la mayoría tras pase) de lejos, media e incluso corta distancia. La segunda falta de Hanga se notó (y otras dos acumulaba Satoransky), también las pérdidas. Y los azulgranas tuvieron cuatro minutos de galope tendido en los que apilaron 19 puntos para cerrar arriba el primer acto (28-23: 51 de forma conjunta, la cifra más alta en un cuarto de playoff en 17 años). En el segundo apareció un Chacho genial, y Yabusele. El Real supo encontrar a Tavares en los desajustes, cuando se quedaba con Lapro, Abrines o Kalinic, para sacar faltas, muchas y sin discusión. Una decisión técnica de Saras. Antes había atacado a Sanli, incluso en carrera en el uno contra uno. Edy siempre es un factor, aunque de ahí en adelante lo sería menos.

A la vuelta del descanso, el ritmo ofensivo se paró, más en los visitantes, que completaron el tercer periodo con apenas 11 puntos y 4 balones extraviados con su rival controlando el rebote. Tavares acumulaba minutos y fatiga y, además, la presencia de Sanli lo desubicaba atrás frente a un bloque local que buscaba alejarlo del aro y, a continuación, la superioridad de sus exteriores en el poste.

Cuando llegó un respiro para el gigante blanco, menos de dos minutos, el Barcelona viajaba cuatro arriba y en seguida se vio con un +10: 74-64, minuto 33. El Chacho y Llull replicaban con un 0-6, pero un gran Satoransky, certero, inteligente para leer su ventaja y valiente, reponía la renta: 80-70 a 4:33 de la bocina. El quinteto con los Sergios y Rudy no había funcionado atrás con Tavares fuera de la pintura. Concedían muchas personales y echaban de menos la zona de la Final Four, la que dejaba a la vieja guardia arropada con Edy en su sitio, en el centro de todo. Solo la vimos ocasionalmente, y tampoco es la disposición óptima para remontadas de última hora. Con 82-77, Mirotic la clavó de tres y fue ovacionado en el cambio. Supo controlar ese exceso de ansia, de gustar, que quizá le llevó a revolucionarse de inicio. La gente del Palau le mostró su apoyo en la guerra abierta con el club, a la que quiere poner un paréntesis durante esta final. Laprovittola sentenció desde el tiro libre (siete sin fallo en el cuarto definitivo y 10 de 10 en total), también Mirotic con cuatro aciertos. Ganó el Barça, fue superior: más intenso, más constante, con mejores decisiones, compartiendo el balón de manera óptima e incomodando más al rival. Un paso, le quedan dos.