REAL MADRID 90 - VALENCIA 71

El Madrid aprovecha el traspié culé con una paliza al Valencia

Gran partido de los blancos que al descanso ya habían resuelto el duelo. Brilló Nocioni, Sergio asistió (10) y Bourousis, Reyes y Mejri se pusieron las botas en las zonas. Mal los de Perasovic.

ACB

Hay derrotas sin más, y hay derrotas martillo. Derrotas que golpean duro, que retumban en la mente durante largo tiempo. Que merman. Derrotas como la que sufrió el Valencia en la Supercopa para abrir la temporada. Un mes preparándose para terminar abatido por los disparos de Llull, por un Madrid que contaba entonces apenas tres entrenamientos al completo. Un baño de situación que quizá le atizó donde más duele: en la cabeza, en el factor mental.

En esta jornada tocaba desmentido o confirmación. Fue lo segundo, aunque el Valencia pagó la baja de sus dos ala-pívots, la de Pablo Aguilar y la no avisada de Harangody. Confirmación, decíamos, con otro martillazo al ego del equipo, a sus aspiraciones y a su ilusión. Con el río desbordándose, en plena crecida inicial, todavía en el primer cuarto, ni Perasovic ni el banquillo ardían por dentro. Como si asumieran la diferencia (8-0, 19-6, 25-10...). Una brecha que intentarían coser, por supuesto, pero que por sensaciones parecía depender más del Madrid, de sus biorritmos, de hasta cuándo mantendría el nivel.

Y lo mantuvo también en el segundo cuarto. Sergio Rodríguez creaba pases donde no los había (10 asistencias), Bourousis se ponía las botas, Reyes lo barría todo y, entre medias, ráfagas de Mejri, de Carroll (dos de dos triples al poco de salir). Y en la cima, Nocioni. Actuación soberbia. Tapones, defensa, rebote, tiro, penetración y visión de juego. Para recibir de Sergio y para encontrar a Reyes. El juego fluyó así, en esa dirección, durante varios minutos. De lo mejor de la temporada. 58 puntos al descanso al Nizhny Novgorod, pero también 51-28 al Valencia. La cuarta versión del Madrid de Laso ha partido de unos cimientos más sólidos, de una mayor dureza, y ahora además las dudas sobre su brillantez empiezan a disiparse como las nubes en verano. A la carrera.

Mientras que Perasovic hacía cambios casi de balonmano con el acompañante interior de Lucic (el serbio ni sacó ventaja de su movilidad ni se vio superado por un Ayón al que le debieron llegar más balones), Laso iba rotando jugadores, casi quintetos, y la pregunta era si el próximo le haría aún más daño al rival. En el equipo taronja se sucedían Loncar, Dubljevic y Lishchuk con desazón.

No fue hasta el tercer periodo cuando el Madrid miró a la renta acumulada e hizo cálculos de intensidad y desgaste, de ahorro energético. Empujó Rafa Martínez, anotó diez tantos Dubljevic (20 al final) y agarró una bajada en la que coger velocidad y maquillar el resultado (20-27 de parcial). No había duelo por marcador ni por sensaciones más allá de la bronca del público por una antideportiva pitada a Ayón (al que le abrieron la ceja en el inicio) y los gestos a la grada de un Sato increpado. Agua de borrajas. Nada que ver con la jornada, que nos deja  la derrota del Barça ante el FIATC Joventut y una huella profunda en el Valencia. El Madrid y el Unicaja son líderes invictos.

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