Apareció el corazón del viejo campeón

Lo dijo el mítico Rudy Tomjanovich cuando Houston Rockets revalidó título en 1995 tras llegar a los playoffs desde el sexto puesto del Oeste y alcanzar la final superando a los dos primeros de su Conferencia. Por eso quizá el mensaje está en el MVP de Juan Carlos Navarro, el viejo coleccionista de récords, títulos y galardones que ha parecido un jugador en retirada para reencontrarse justo a tiempo. El Barcelona ha recuperado su esencia de campeón -la del Pete Mickeal que gritaba “no hay equipo más duro que nosotros” después de remontarle un 2-1 al Real Madrid hace dos años- justo cuando había dejado de ser vigente campeón de cualquier título, justo cuando ese mismo Real Madrid le había robado el protagonismo primero y le había batido en un ciclo entero de títulos después: Liga, Supercopa, Copa y un par de triunfos en la Final Four.

A este Real Madrid al que se le acabaron juntando todas las desgracias le mataron finalmente, sal en la herida, un partido de 28 de valoración de Tomic, una aparición decisiva de Lampe y la eterna sombra de Navarro. De donde no había nada, del terrible 100-62 de Milán, emergió un Barcelona dispuesto a reconstruir un paisaje que era tierra quemada. El primer campeón que parte desde el tercer puesto de la fase regular, desde luego el primero que elimina a segundo y primero sin ventaja de campo y con cuatro triunfos fuera, cinco si se cuenta el de Vitoria. El equipo de la máscara de hierro que pasó de ser despedido con pañuelos tras encajar el 2-2 en el Palau ante el Valencia a levantar el título justo dos semanas después para dejar en suspenso un ciclo que parecía teñido de blanco.

El Barcelona ha estado en las últimas dieciséis finales de competición doméstica y en las últimas ocho de Liga. Su insistencia es su esencia, un equipo que compite casi siempre hasta las últimas consecuencias y al que afeó la impropia renuncia de Milán. El que se cohesionó a partir de ahí reformulando el eje Huertas-Navarro-Tomic y encontrando parches para aquello que no funcionaba: Lampe donde debería haber estado Lorbek. Ganó en Vitoria metiendo 95 puntos, se llevó tres triunfos de la hasta entonces casi inviolable Fonteta y ha promediado 88,2 puntos en la final ante un Real Madrid que cumplió lo que ha sido casi una máxima durante la temporada: si encaja menos de 80 gana y si encaja más, a veces pierde: entre ellas, sus cuatro derrotas en playoffs.

Encontrando justo a tiempo finura en el tiro de tres y templanza desde la línea de tiros libres, volteando la batalla del puesto de ala-pívot que acostumbraba a bendecir al Real Madrid en los duelos directos, exprimiendo a Sergio y a Rudy… el Barcelona es un campeón imprevisto, por el que nadie hubiera apostado tras la debacle de Milán, quizá hace apenas dos semanas. Se lleva un título que arregla su temporada, deja 4-4 los duelos directos del curso con el hace no tanto todopoderoso Real Madrid y se demuestra a sí mismo que en su esencia, cuando el rival le ha roído hasta el hueso, todavía late el corazón de un campeón. Por eso Tomjanovic, por eso la Liga y por eso, en un guiño inesperado que seguramente lo explica todo, el nada casual inquilino del MVP.

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