JOVENTUT 80 - BARCELONA 83

La histeria despierta al Barcelona

El equipo azulgrana anota 36 puntos en un último cuarto en el que llegó a perder por 12 y se lleva un derbi de máxima tensión en el que el Joventut se quedó corto.

Badalona
Toni AlbirEFE

Fue un derbi jugado a corazón abierto, de los de siempre, con rachas de muy poco juego pero en definitiva cargado de baloncesto. Un derbi que finalmente castigó a un David que tuvo a Goliat contra las cuerdas pero que terminó sepultado por una realidad demasiado tozuda: el Joventut no gana al Barcelona en Liga Endesa desde 2007, tiempos de Rudy y Ricky. Algunos pensarán que con el espíritu de hoy el triunfo llegará más pronto que tarde. Otros, y no pocos, que si no ganó esta vez la maldición puede durar mil años. Sin Cochran, sin Kirksay y afligido por el patinazo de hace una semana en Manresa, tuvo al Barcelona noqueado: 72-60 en el ecuador de un último cuarto para el recuerdo en el que el Barça anotó 36 puntos, 23 en esos últimos cinco minutos de batalla a tumba abierta, y enlazó hasta doce posesiones sin fallo para inventarse una victoria antes del partido casi incuestionable y en ese minuto 35 prácticamente impensable.

El Barcelona remontó en un trance alimentado de rabia defensiva y navajazos en ataque, con Huertas en su salsa heroica, Abrines armándose de autoestima y Dorsey cebándose bajo el aro porque ya no llegaban a tiempo las ayudas interiores de un Joventut cegado por el agotamiento. A ese trío le acompañaron Todorovic y un Papanikolau que abrió la puerta al milagro con un 3+1 descomunal (72-66). El Barça ganó cuando se sintió herido y se rebeló contra lo que consideraba un arbitraje adverso. Y seguramente lo fue: técnicas, antideportivas y criterios cambiantes que, por ejemplo, eliminaron todavía en el tercer cuarto a un Tomic que fue durante muchos minutos la única boya del Barcelona en ataque. Enredado con los árbitros, el equipo de Pascual soltó a su presa cuando la caza parecía completada en el tercer cuarto (de 43-42 a 53-42 tras un rosario de tiros libres del Joventut) y se obligó a un esfuerzo final descomunal que borra pocas dudas en su cuestionable juego pero le arma de energía para duelos venideros, el siguiente de Euroliga en pista del Fenerbahçe. Palabras mayores.

El Joventut se hizo acreedor del triunfo durante más de treinta minutos. Sacó chispas a sus recursos, a eones de los de un rival distraído y disoluto durante demasiados minutos, y vivió de una defensa de presión abrasiva que forzó 15 pérdidas de un Barcelona en cuyo aro capturó 16 rebotes de ataque. Su producción vivió de los triples de Shurna, los destellos con polvo de estrellas de Vives, las apariciones de Barrera y el trabajo de albañilería de Llovet y Miralles. Rompió primero por fuera y después por dentro una defensa del Barcelona que no funcionó a pleno rendimiento hasta ese histérico último cuarto. Respondió a los manotazos del rival (triple por triple, 2+1 por 2+1…) hasta ese 72-60 a partir del que la tormenta blaugrana empapó el Olímpico de Badalona orquestada por un viejo conocido de la casa como Huertas, uno de los pocos que pareció creer siempre en el triunfo.

En el Barcelona la lectura es confusa. El sprint final bien vale una sonrisa pero su juego durante demasiados minutos estuvo otra vez a años luz de lo que necesitará a partir de febrero para luchar por los títulos o para ganar el próximo viernes en Estambul, sin ir más lejos. Pascual sigue atascado con unas rotaciones en las que parece no encontrar plenitud: el Barça o ataca o defiende y a veces no hace ninguna de las dos cosas. Ahora mismo la columna vertebral del equipo la forman Huertas, Papanikolau y Dorsey. En torno a ellos aparecen y desaparecen Lampe, Abrines y Tomic mientras se atrancan Nachbar, Pullen, Hezonja o un Navarro que todavía se parece muy poco a Navarro. La sensación es de desbarajuste, con el andamiaje demasiado visible, sin profundidad defensiva en la zona y con los roles todavía sin repartir en ataque. A Pascual le queda una tonelada de trabajo para que su Barcelona vuelva a parecer uno de los mejores equipos de Europa y no un conglomerado indigesto de nombres gigantescos. Casi siempre lo consigue así que toca tener paciencia y apretar los dientes. En Badalona a su equipo le bastó con unos minutos de lo segundo para alarga su actual hegemonía en un derbi que, gracias a los méritos y deméritos de unos y otros, pareció esta vez uno de los de antes, un derbi a corazón abierto.

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