Un exescolta ruso revela las manías de Putin
Gleb Karakulov trabajó 13 años junto a Putin, realizando numerosos viajes con él antes de escapar del país. Asegura que tiene miedo y posee un importante vacío de información.
Todos los líderes históricos han tenido manías. De Anastasio Somoza Debayle, el último de su estirpe y cabeza del régimen anticomunista, corrupto y despótico nicaragüense de los años 70, cuentan que desde que se vio las manos manchadas de sangre por torturar él mismo a una persona desarrolló una enfermiza costumbre por lavarse las manos muy repetidamente en cualquier situación. Menos higiénico era Mao Zedong, de quien se decía que jamás se lavó los dientes y que únicamente se bañaba en ríos. Ahora, las declaraciones de un antiguo soldado ruso han metido al presidente ruso, Vladímir Putin, en el selecto grupo de líderes maniáticos.
Gleb Karakulov tiene 35 años y ha sido capitán del Servicio de Guardia Federal en Rusia, país que abandonó cruzando Estambul desde Kazajistán el año pasado. Su relación con Putin se remite al cargo militar que ostentaba; de la suficiente importancia como para conocer algunos de los secretos mejor guardados del líder ruso. Muchos de ellos, relacionados con la seguridad personal. Otros, de lo más curiosos.
Enemigos en todos lados
Según el exmilitar, el presidente de Rusia está obsesionado con los intentos de asesinato, como un rey medieval, y con su estado de salud. Además, en una entrevista a Dossier Center, ha asegurado que no sale de un búnker y ya no realiza todos los viajes a los que sí se encomendaba antes. El aislamiento al que se somete, según Karakulov, se ha visto muy aumentado desde la pandemia por el “miedo mortal” que tiene al coronavirus. No obstante, el capitán exiliado desmiente todos los rumores que flotan sobre el supuesto estado de salud de Putin y cree que se encuentra bien.
En este remolino de extrema seguridad, Putin tampoco usaría teléfono móvil. De hecho, ni siquiera hace uso de Internet por miedo a ser rastreado por el ‘enemigo occidental’. Sus labores de comunicación, imposibles de eludir por las labores que desempeña al frente de un país como Rusia, las lleva a cabo con un dispositivo que especial que siempre lleva encima. “Solo recibe información de su círculo más cercano, lo que significa que vive en un vacío de información”, asegura el excapitán ruso.
Vive en un gran agujero de información
Así, su visión del mundo se vería reducido a los servicios secretos del gobierno y a la televisión; como la segunda está secuestrada por la primera, procedería entonces de la misma fuente. Son muchos los analistas políticos que sospechan de una gran falta de conocimiento en todo lo que rodea la guerra de Ucrania. El temor de sus soldados y personas cercanas a ser represaliados con ira por dar una mala noticia -se refieren a él como ‘El jefe’- hace que muchas de las cosas que suceden en el frente puedan no estar llegando a oídos de Putin.
El propio Karakulov ya ha confesado otros paños menores de Putin. De hecho, a través de él llegó la información correspondiente al tren blindado que usa para moverse por el país; idéntico a todos los demás para pasar desapercibido. Volar en jet privado, demasiado reconocible, no es una opción por miedo a que sea derribado. Hay más. Antes de cada viaje mantiene una estricta cuarentena de dos semanas, independientemente de si el evento dura dos horas o quince minutos.
Sobre la guerra de Ucrania también se ha pronunciado el antiguo capitán ruso, que ha definido la invasión como un conflicto “de agresión, terrorismo y genocidio del pueblo ucraniano”, a lo que ha agregado: “Nuestro presidente se ha convertido en un criminal de guerra”.
El que fuera alto cargo del Servicio de la Guardia Federal ha sentenciado diciendo que “teme patológicamente por su vida”, que “se rodea de una barrera impenetrable de cuarentenas y vacío de información” y que “solo valora su propia vida y la de su familia y amigos”. No ha dicho respecto a la frecuencia con la que se lava las manos, o dónde se ducha, aunque es bien sabido que acostumbra a tomar baños helados. La guinda de la confesión resume todo: “Simplemente tiene miedo”.