Sociedad

Obligan a una anciana de 87 años a abandonar su piso y los vecinos preparan un contraataque mayúsculo: “Estoy desesperada”

La Asociación de Inquilinos de Múnich cree que la casera miente y quiere alquilar el piso por más dinero.

Reuters
De El Ejido (Almería), estudió periodismo en Málaga y trabajó en Cope y La Opinión de Málaga. En Madrid hizo un máster en periodismo internacional. Inquieto por naturaleza, le interesa la geopolítica, la exploración, la aventura y el conflicto de Israel y Palestina. Hizo los cursos de periodismo de viajes de El País y de televisión de Atresmedia.
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Brigitte M. es una mujer de 87 años de Herrsching (Alemania) que vive en Múnich y, concretamente, en un pequeño piso de alquiler del que ahora la quieren desalojar. Su casera necesita la vivienda para uso personal, por lo que ha solicitado a la inquilina su marcha y que deje el hogar libre.

“Estoy desesperada. No sé adónde ir”, ha señalado Brigitte a la Asociación de Inquilinos de Múnich, una organización local que ha denunciado la situación de la mujer, a la que cada vez más personas se enfrentan en Múnich, donde el alquiler ha aumentado entre un 30% y un 50% en los últimos años.

La asociación cree que el caso de Brigitte es otro más en el que el casero miente, porque en realidad no va a utilizar la vivienda, sino que quiere subir el alquiler, y solo puede hacerlo si echa al actual inquilino y encuentra a uno nuevo.

“A menudo, no hay una necesidad real de alquilar la propiedad para uso personal, y el apartamento se alquila posteriormente a un precio más alto o incluso se vende. Los políticos deben cerrar urgentemente esta laguna jurídica”, denuncia Monika Schmid-Balzert, subdirectora general de la asociación.

“La legislación sobre arrendamientos ofrece una buena protección contra los desahucios a los inquilinos que cumplen sus contratos. La única excepción son los desahucios por ocupación del inmueble por parte del propietario. Los inquilinos tienen grandes dificultades para defenderse de estos casos”, indica Schmid-Balzert.

Por ello, la asociación quiere que los propietarios justifiquen a posteriori ese uso personal: “La carga de la prueba debe invertirse: entonces los propietarios tendrían que demostrar ante el tribunal por qué el uso personal ha dejado de existir, no los inquilinos que nunca existió en primer lugar”.

El caso fue llevado a los tribunales y resuelto a favor de la propietaria, y Brigitte debe buscar ahora un nuevo hogar en Múnich. Y no le vale cualquiera, porque la anciana, que utiliza andador en su día a día, necesita un bloque con ascensor. Tampoco puede gastar mucho: el antiguo piso le costaba 1.150 euros al mes.

A estas dificultades hay que añadir otra más, muy recurrente en personas de edad avanzada: el difícil acceso que tienen a internet y aplicaciones inmobiliarias, donde se publican la mayoría de anuncios de alquiler. “Realmente no sé qué pasará ahora”, se lamenta Brigitte.

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