SOCIEDAD

Muere un novio en su propia boda tras beber veneno; su novia, grave

El shakesperiano suceso ha tenido lugar en la India, en una ceremonia que pasó del fuego y el ritual al griterío y la tragedia. La causa: un frasco de veneno.

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Parece escrito por Shakespeare. El país del Ganges y de las noches rojizas de Calcuta. De las runas y la niebla que levantan los monzones. Dos amantes, una boda. Una muerte y media. Veneno. Un joven ha perdido la vida durante su vivaha, que es el casamiento hindú, y su novia se encuentra en estado crítico tras sucumbir a un fatal retrato de Romeo y Julieta sin Montescos ni Capuletos.

Una historia que ocurrió tan rápido que dio la sensación de que el veneno tardaba en actuar. Los dos amantes, él de 21 y ella de 20, eran el centro de una ceremonia que se transformó en un altercado de gritos y lamentos en el centro de Kanadia, ciudad de Indore. Nadie vio venir la semilla de semejante alboroto.

Una historia más de amor y tragedia

Un subinspector adjunto de Policía, un tal Manoj Hirbe, ofreció algunas pistas: “la pareja tenía una relación desde hacía siete años y la joven presionaba al chico para que se casara, pero él no quería”. El trágico puzle tomaba forma. “Más tarde, ambas partes llegaron a un acuerdo y ambos estaban listos para casarse”, completó Hirbe.

Y fue el mismo día de la ceremonia donde todo se torció. “El novio cogió veneno y lo bebió. Cuando la novia se enteró, también lo bebió”, detalla el subinspector, poniendo nombres y apellidos a los gritos que silenciaron las calles de Indore. Cuando llegaron al hospital ya era tarde. El chico había muerto. La mujer, no. Todavía. Un soporte vital la aleja de las siniestras barcas que cruzan por la noche el Ganges, entre farolas y lloros, y la mantiene con un fino hilo de vida.

Colores que tapan lágrimas

El matrimonio forzado está a la orden del día en la sociedad hindú. Es ilegal y está penado, pero las leyes no pueden cortar las costumbres de un país que nunca se replanteó dejar de hacerlo. En este juego de tradición la mujer se convierte en una moneda de cambio: carga para muchas familias, llave para entrar en otras. Todo bajo el manto colorido que cubre estas celebraciones.

Flores en la entrada, en la salida, en la fuente, en la columna, en el perro y sobre el elefante. Y días de jolgorio. La fiesta que envuelve el casamiento tapa, al mismo tiempo, la ‘bonita’ forma en la que se regala a una hija. En torno al fuego, que simboliza la unión, y hacia el que hay que caminar siete estrictos pasos. Un ritual que parece escrito por un Shakespeare reconvertido a guionista de Bollywood.

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