La última esperanza para el rinoceronte blanco
El embarazo artificial de “Curra”, una de las tres últimas rinocerontas blancas del norte, da esperanzas de una posible repoblación.
Un dios se caracteriza por sus premios tanto como por sus castigos. Un dios regala y quita, priva y recompensa, mata y devuelve a la vida. El ser humano pasó de rezarle a los dioses naturales a convertirse, en sí mismo, en un dios creador y destructor de todo aquello que lo rodeaba. De resignarse ante su destino, a nombrarse dueño y señor del mismo, de maravillarse ante lo natural, a comprenderlo, manipularlo, ponerle un precio. Y así el ser humano conquista los mares, el aire, el espacio. Controla la electricidad, la luz, la energía nuclear. Construye puentes kilométricos, fabrica vacunas milagrosas, diseña ordenadores cuánticos. Pero llega un día en el que el Homo sapiens, desde su elevada posición, pasea sus ojos cansados por el mundo y una revelación le golpea. Se da cuenta de que el progreso tuvo un precio; calentamiento global, destrucción de ecosistemas, extinción de especies. Piensa que las cosas podrían haber sido diferentes. Se arrepiente. Pero también sabe que ahora puede usar sus poderes para dar vida allí donde antes la quitó.
Renacer la especie
La población de rinocerontes blancos del Norte se vio reducida a apenas tres ejemplares el pasado 2018. Viendo la situación, las esperanzas de repoblar la especie parecen, lógicamente, mínimas, pero aún queda esperanza. Sin embargo, hay otro problema, las tres son hembras. Parece un problema irresoluble incluso para los dioses autoproclamados en que nos hemos convertido, pero es en la imposibilidad donde se cimienta el milagro. Las protagonistas del milagro se llaman Najin y Fatu, madre e hija, la tercera, Curra, ha sido la elegida por el consorcio alemán BioRescue para que protagonice una historia similar a la del Génesis e interpretará el papel de Eva. Es la elegida para ser inoculada in vitro con un embrión y, por tanto, la destinada a hacer renacer la especie.
Proyecto internacional
El consorcio alemán BioRescue ha sido el principal responsable del proyecto, que a lo largo de los últimos años ha conseguido crear en sus laboratorios embriones de estas mastodónticas criaturas e implantarlos con éxito en el útero de diferentes hembras. La investigación comenzó hace 15 años y en ella colaboran decenas de entidades internacionales, además de reservas y zoólogicos de todo el mundo. Su objetivo primordial era producir y preservar en nitrógeno líquido 30 embriones fecundados a partir de los óvulos y el esperma de los últimos 12 rinocerontes blancos del norte que quedaban aún vivos a principios de siglo. Tras hacerlo, estos embriones se debían transferir a madres subrogadas y así crear un embarazo. Sin embargo, el proceso no es nada fácil. La transferencia de embriones es una técnica común en humanos y otras especies domésticas, pero nunca se había conseguido en rinocerontes. El proceso de apareamiento de esta especie se prolonga durante más de una hora, ya que el cuello uterino de la hembra es largo y enrevesado, es por ello por lo que la inoculación del embrión se realiza a través del recto. La técnica es eficiente, pero debe ser controlada al milímetro y ha precisado el desarrollo de herramientas específicas para realizarlo.
Seductor impotente
Curra ignora que en ella culminarán 15 años de trabajo y su vida se mantiene igual hasta que un día ve como en su territorio aparece un macho de rinoceronte blanco del sur. Se llama Couwan. Él no lo sabe, pero está vasectomizado. Curra congenia con su compañero infértil y ya fuera porque tiene el cuerno particularmente bonito, o sorprendentemente largo, o simplemente porque no está acostumbrada a tener una presencia masculina a su lado, Curra y Couwan acaban apareándose. Dios, mientras tanto, desde su nube, observa. Saben que el apareamiento es estéril, pero es necesario para “convencer” a Curra del embarazo. El 24 de septiembre, seis días más tarde, implantan dos embriones en Curra y poco tiempo después Couwan pierde interés en ella. Sabe que está embarazada. El seductor impotente se pierde en la sabana. Durante los siguientes 70 días, el embrión de un macho crece en el interior de Curra y las probabilidades de que nazcan vivo aumentan al 95%. La probabilidad es contraria a la omnipotencia y la ciencia es, todavía, solo probabilidad.
Muerte y resurrección
Lluvias torrenciales inundan la reserva de Ol Pejeta, el particular Edén de Curra, y traen con ellas la manzana podrida en forma de cepas bacterianas que causan una infección en la rinoceronta. Ouwan es el primero en morir. Curra lo hace tres días después. Ha muerto Eva. ¿Muere también la esperanza? ¿No acaba con una moraleja esta parábola? Ningún bebé ha nacido, pero el embarazo artificial ha sido un éxito. Curra, siguiendo la analogía bíblica, ha sido el primer mártir para los rinocerontes, aunque ningún rinoceronte del futuro recuerde su sacrificio, la especie, si sobrevive, será gracias a ella. Los investigadores ahora saben que es posible y aún quedan dos hembras fértiles. BioRescue ha afirmado que durante los próximos dos o tres años esperan producir entre 20 y 25 crías de rinocerontes blancos del norte. A principios de siglo, su pariente del sur contaba con apenas 100 ejemplares, hoy en día se cuentan en decenas de miles. Curra sonríe desde el más allá. El milagro aún es posible.